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La frase no es mía, es del colaborador del diario José Marcelino García, publicada no hace mucho en uno de sus artículos; que siempre leo, aunque nuestra amistad que venía de antiguo, se haya visto truncada por el arzobispo. ¿Suena raro, verdad? Pues así fue, ... tuve la osadía de meterme en uno de mis artículos con monseñor, no recuerdo exactamente la razón, aunque sí la vislumbro porque demasiadas veces sus declaraciones contravienen el devenir de la sociedad. Y dicho lo anterior, que es de escaso interés, a no ser por haber perdido una buena amistad, tengo que aclarar que estas discrepancias eclesiásticas no tienen nada que ver con las propias de Adriana Lastra, con quien no me une amistad alguna y pocas o ninguna coincidencia. Retomo el «cocinar para dos y que coman cuatro», que no es ni más ni menos que la mejor forma de expresar el estado de pobreza en el que se encuentran algunas familias. Pero de eso se habla poco, y no se escribe lo suficiente. De vez en cuando se publican estadísticas que ignoro si se tienen en cuenta en la medida necesaria. Uno de cada tres niños, se decía en la última que llegó a mis manos, es pobre o se encuentra en el límite ese que se llama umbral de la pobreza. Familias que no llegan a fin de mes, que se las ven y desean para poder comprar suficiente material escolar para sus hijos (pese a las subvenciones), que tiemblan cuando llega el recibo de la luz o cualquier gasto imprevisto. Ya de la posibilidad de que vayan de vacaciones, mejor ni hablar. Y de los niños, al punto opuesto: a los viejos. Unos, solitarios en los bancos de los parques mirando hacia no se sabe dónde, otros extenuados tirando por las mochilas de los nietos y finalmente los que ya no les queda más remedio que vivir en la soledad de sus cuatro paredes porque el cuerpo no resiste más. Una de esas personas me decía hace poco con tristeza que «hacerse viejo cuesta mucho trabajo y es muy feo». No precisa más comentario.
Y ahora termina un verano en el que fuimos una de las regiones más visitadas de España, en el que hubo diversión por doquier: Semana Negra, Feria de Muestras, playas a rebosar, fiestas en todos los pueblos de alrededor. Vamos, todo perfecto. Así es la vida, muy justa y divertida para unos y demasiado injusta y triste para otros. Es lo que hay, confiemos en el recién estrenado otoño.
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