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Al margen de lo que ofrezca la meteorología, que siempre puede brindar sorpresas, no parece arriesgado pronosticar que nos espera un invierno crudo. Crudo además de frío, con las restricciones de electricidad y gas que impone la previsión internacional y con todo lo demás que ... amenaza. Algunos gobernantes lo disfrazan con promesas de recuperación a corto plazo, pero otros ya no lo ocultan, como el presidente francés, Enmanuel Macrón, que hace un par de días anticipaba la necesidad de afrontar una etapa de especial austeridad.
Una buena parte de los problemas que nos acechan es sin duda la guerra entre Rusia y Ucrania, que ha causado un desastre internacional y, después de seis meses, no ofrece perspectivas de terminar. La Rusia de Putin no es previsible que renuncie a sus conquistas y la Ucrania de Zelenski continuará su resistencia recurriendo a la ayuda internacional, que no puede ir más allá que de suministrar armas, lo cual acabará en algún momento con la generosidad de sus amigos.
Pero mientras asistimos a una guerra que no brinda indicios de resolverse, la economía europea se resiente y amenaza con una fuerte recesión, que en el caso de España, que seguramente no será el peor, puede representar una caída de la econmía del 2,5 por ciento, lo cual sumado a la situación actual de inflación nos sumirá en una crisis profunda. Una crisis inadvertida hasta ahora, en parte por las vacaciones, pero detectada ya desde los supermercados.
Un indicio claro es el incremento del consumo de productos de marcas blancas, cuyos precios ayudan a reducir el coste de la cesta de la compra. La inflación no cede por muchas medidas que se apliquen, y tanto las empresas como los trabajadores se enfrentan a la necesidad de actualizar costes y salarios en unas proporciones imposibles para unos e insuficientes para otros. La conflictividad que los sindicatos anticipan será un factor de desestabilización que agravará más el problema.
Partiendo de esta situación, no cabe esperar más que dificultades que se irán acumulando. El otoño, para colmo de males, parte de la mayor sequía que se recuerda, lo cual afecta tanto la generación eléctrica como a la producción agrícola y ganadera, e incluso el suministro de agua a los hogares de muchos pueblos. Las ayudas europeas para paliar los efectos dejados por la pandemia contribuirán sin duda a crear empleo y emprender proyectos que permitan salir adelante.
En medio de tan malos augurios, queda, para tranquilizar y levantar ánimos, recordar que las crisis, como casi todo lo que afecta a nuestras vidas, acaban pasando y que luego vendrá la recuperación. Es una conclusión que nos ofrece la historia y conviene tenerla presente, cuando menos para que los ánimos no decaigan. La realidad es que la vida es una sucesión de etapas que la vuelven cada vez más compleja.
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