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La selección natural ha enseñado a algunos árboles un sofisticado método de protegerse de fríos, nieves y heladas. La agresión extrema del clima en los días más cortos y menos luminosos de invierno les obliga a hibernar de modo similar al de los osos en ... la cueva. Para ello, cada final de otoño, a la espera de una nueva primavera, los caducifolios se despojan de hojas, y se cobijan al abrigo de la corteza para aguantar mecha mediante la reserva de savia acumulada en la época feliz, que así son vida y naturaleza. De cara al invierno, el árbol actúa mecánicamente, sin deprimirse ni bloquearse ni frustrarse ni enfadarse ni decepcionarse ni agobiarse. No como algunos mamíferos bípedos y sapiens, que se creen superiores por no hallarse fijados a la tierra por raíces, excepto algunos actores del 'Amanece que no es poco', la peli de J. L. Cuerda.

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