Asturias es una tierra fértil de grandes hombres olvidados, pero a su lado crecen como la mala hierba también un montón de babayos. Con cooficialidad o sin ella, la palabra babayu debe protegerse, porque no tiene traducción a otras lenguas; o por lo menos yo ... no la encuentro. Un babayu es un babayu, y punto. En cuanto a los hombres ilustres, días pasados estuve con mi compañero de aventuras en la casona de Flórez Estrada de Pola de Somiedo; bien señalada para el visitante y en aparente buena conservación. Don Álvaro, gran economista y hombre liberal, de rostro conocido para los que tuvimos en las manos billetes de 25 pesetas, nació en casa señorial a las orillas de un río, y acabó en una fosa clandestina de Noreña. En tiempos pasados, y guiados por mi amigo Francisco Prendes Quirós, cada año contribuía a colgarle una corona en la puerta del cementerio. Según le escuché a Germán Ojeda, del que también me fío, Flórez Estrada fue sin duda el personaje más ilustre que ha dado Asturias.

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Estos días se observa en los periódicos que partidarios de la cooficialidad se lanzan contra Juan Luis Rodríguez Vigil, porque estampó su firma contra la cooficialidad al lado de gentes del PP y Vox. Como Rodríguez Vigil y el que suscribe coincidimos en el mismo colegio, si bien yo con más calendario en las espaldas, le sigo en lo que escribe y en lo que habla. Sin saber la causa de afinidad, he visto que se ocupó de los incendios de los pueblos del Valledor, ocurridos hace dos décadas. Quiere decirse que él sabe cómo hablan aquellas gentes, de tierras tan ingratas que alguien las llamó 'las Hurdes asturianas'. Vigil conoce que más allá del puerto de El Palo los ciudadanos no precisan lecciones de nueva gramática, sino que les arreglen los viejos caminos. Y también aprender lo elemental del idioma del imperio, para cuando tengan que emigrar los pocos que quedan.

Los ilustrados -Jovellanos, Flórez Estrada, Campomanes, Arguelles- soñaron una Asturias que traspasase la cordillera, usando el castellano. Clarín y Pérez de Ayala hicieron otro tanto. Ocurre que del otro lado de la cordillera también tienen sus dialectos. Por ejemplo, Luis Mateo Díez, que estima y habla la fala de Villablino, tan parecida a la nuestra, escribe en castellano para que sus novelas se traduzcan a varios idiomas. Y Andrés Trapiello, y Julio Llamazares, y Josefina Aldecoa, y muchos otros del asturleonés, del que se ocupó Menéndez Pidal sin que jamás dijera que eso era una lengua. Ni siquiera una llingua.

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