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Acabamos de ver que Gijón es la capital de las intenciones. Es decir, un lugar donde se amontonan voluntades políticas que luego en la práctica: o bien tardan una eternidad en materializarse o bien directamente no se cumplen. Lo cual hemos certificado con la visita ... de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, a nuestra ciudad la semana pasada. Por ejemplo, dijo que su ministerio no ha olvidado el proyecto para retomar la autopista del mar entre El Musel y Nantes. Eso sí, ahora lo vincula al fin de la guerra en Ucrania. Sin embargo, lo cierto es que entre los planes de futuro de la naviera interesada en su explotación (Balearia), el puerto de Gijón y esa línea en concreto no aparecen ni por asomo. Algo que se podía leer hace poco en las páginas económicas de un diario a nivel nacional. Del vial de Jove, según Sánchez, «tendremos buenas noticias en los próximos meses». ¿Cuántos? ¿Diez, doce, veinticuatro? Lo que sí sabemos de sobra son dos cosas: primera, que el tráfico pesado sigue atravesando el barrio de La Calzada a diario y segunda, que en los Presupuestos Generales del Estado de este año el proyecto está dotado con 100.000 euros. Ojo, eso para una inversión de 227,5 millones de euros. La regasificadora del Musel no acaba de arrancar pese a la grave crisis energética que vive Europa. La ministra nos habla de su «pronta puesta en marcha». Pregunto: ¿Cuándo? ¿Cuando los países ya hayan encontrado fuentes alternativas al gas?
Aunque lo mejor vino con la firma de un protocolo para la integración ferroviaria gijonesa. Compendio de lo que es esta ciudad: un crisol de proyectos eternos que se marchitan con el paso del tiempo. Según las tres administraciones intervinientes (central, autonómica y local) representa el «impulso definitivo» al plan de vías. Desde luego, a estas alturas, hay que ser muy ingenuo para creérselo. El 'documentín' protocolario no es más que lo de siempre: buenas palabras (texto en este caso) y nunca hechos. Dice nuestra alcaldesa, Ana González, que tiene mucho valor para seguir avanzando. Cosa diferente de lo que hasta ahora sostenía con rotundidad: lo importante era tener el convenio. Es más, nos habla de que no se puede firmar algo sólido hasta conocer los costes de la operación. Entonces, ¿cómo se hicieron los dos que estuvieron en vigor? ¿Estaban mal formulados? Dice un famoso aforismo: de intenciones vive el tonto de los... Acaben ustedes la rima.
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