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Adam Michnik, que acaba de ganar el premio Princesa de Asturias, es conocido popularmente entre sus seguidores como «el intelectual sin miedo». Su apasionante biografía sintetiza setenta y cuatro años de la historia de una Europa marcada por la Guerra Fría y la lucha de ... muchos demócratas anónimos y valientes contra el comunismo impuesto por la Unión Soviética a sus países, en este caso Polonia.
Ya desde muy joven y brillante universitario de Historia, el liderazgo que ejercía entre sus compañeros, sus ideas y sus críticas le valieron reiterados castigos que incluyeron la expulsión de la carrera -enseguida, de la Universidad- y poco después la prisión. No sería, por supuesto, la primera vez que la represión política le llevaba entre rejas y no porque cometiera acciones delictivas punibles, sólo porque pensaba, opinaba y actuaba sin reservas ni temores.
Le conozco desde hace bastante tiempo, he hablado mucho con él, compartido debates, he leído muchos de sus libros y artículos, y la impresión que mantengo es que es inteligente, con las ideas siempre actualizadas, muy claras, lúcido como pocos ante los problemas nacionales e internacionales, pacífico por vocación, moderado y profundo en sus análisis, siempre brillantes y a veces arriesgados, y, ante todo, defensor de las libertades.
Su protagonismo creció en los años de lucha contra el régimen impuesto por Moscú a las débiles estructuras de poder en Varsovia, trabajó como soldador -«es lo que había» para los no adictos- y pronto se convirtió entre los consejeros más influyentes de Lech Walesa. Una relación fructífera hasta que cayó el último Gobierno comunista y Walesa accedió a la presidencia, época en que Michnik pasó a convertirse en el periodista crítico con algunas decisiones.
Los cargos que le brindaron los rechazó casi siempre. Antes ya había fundado un modesto periódico de oposición sindical, 'Gaceta Wyborcza', que en poco tiempo se convertiría en el diario más influyente del país y enseguida de los más importantes de Europa. El interés de sus editoriales y artículos con su firma enseguida propiciaron la altura intelectual de su director. El diario se convirtió en uno de los más prestigiosos de Europa y Adan Michnik en un uno de los analistas más reconocidos.
La obra de Adam Michnik intercala de manera admirable los destellos de su cultura, conocimiento histórico y experiencia, siempre con una excelente capacidad de análisis, con una aportación discreta fundamentada en la actualidad de los hechos y con unas ideas que incluyen el europeísmo, que tantos de sus compatriotas cuestionan, con convicciones sociales avanzadas y el rechazo al sectarismo anacrónico del actual Gobierno, que inspira y tutela Lech Kacynski.
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