![Los indultos y autoindultos](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202107/06/media/cortadas/65845104--1248x1776.jpg)
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No hay peor tiranía que la que se ejerce a las sombras de la leyes y bajo el calor de la justicia», Montesquieu.
En los inicios de la transición una de las fundamentales reivindicaciones era una amnistía que supusiese la salida de todos los ... presos políticos. Y también una de las muestras de credibilidad de que el nuevo régimen no era una continuación de la dictadura. Así en octubre de 1977 se proclamaba un decreto de amnistía. Pero lo que suponía un avance tenía su trampa: los responsables de los crímenes del franquismo también se amnistiaban quedando impunes sin haber sido juzgados. Era una ley de punto final por la cual España es uno de los pocos países en los que responsables de crímenes de lesa humanidad no se sientan en el banquillo.
En un escenario muy distinto, algo de eso se produce con los indultos. Las resoluciones judiciales de Alemania y Bélgica sobre las extradiciones, informes del grupo de trabajo de la ONU, el demoledor informe aprobado por el Consejo de Europa, y un posible revés de la sentencia del Procés en el TEDH, ponen de manifiesto que la legalidad y la justicia española tienen cada vez menos credibilidad cuando atraviesan los Pirineos.
Otra de las patas de los indultos es un viejo conocido de la transición: la eliminación de alternativas políticas al poder vigente mediante la integración de las élites opositoras y la desorganización social, promoviendo aquello que se llamó el desencanto.
En Cataluña se ha producido una de las mayores movilizaciones de la UE, así como de organización ciudadana. Y una sociedad organizada y crítica, con perspectiva de cambio, produce mucho miedo al poder establecido. Se trata de dividir al independentismo, desmovilizarlo con guerra psicológica, mantener cierto grado de represión al mismo tiempo que se trata de integrar a sus élites, por ejemplo, convirtiendo a Junqueras en el Santiago Carrillo del procés. El ruido que producen los de la plaza de Colón sitúa la cuestión en aceptar lo que se les ofrece y la renuncia a la ruptura o la amenaza de lo que puede venir: involución autoritaria. Es el viejo ruido de sables que no se puede despreciar teniendo en cuenta que buena parte del 'deep state' está con los de plaza Colón. Y, sobre todo, establecer un relato entre los que perdonan en pro de la concordia y los que se mantienen firmes y exigen arrepentimiento. La cuestión estriba en que sean los verdugos quienes se atribuyen la capacidad ya no solo legal de perdonar a las víctimas, sino hasta la moral.
¿Alguien se imagina a la policía montada del Canadá pegando a miles de ciudadanos por votar en los dos referéndums de autodeterminación del Quebec porque el gobierno canadiense no los consideraba vinculantes? ¿Deteniendo a sus dirigentes, embargándolos, disolviendo el gobierno y el parlamento autonómico? Nada de eso ocurrió y el Tribunal Supremo de Canadá intervino para decirles a los dos gobiernos que hablasen y se entendiesen sobre lo que se planteaba: autodeterminación.
En la breve declaración de Pedro Sánchez dijo que los independentistas no tienen que renunciar a sus ideas, pero deben hacerlo dentro de la ley. Suena bonito pero tiene truco. Hoy la mayoría de la ciudadanía catalana quiere ejercer el derecho de autodeterminación, tanto los que optan por la independencia como muchos de los que están en contra. Para hacerlo habría que ir a una reforma de la Constitución por la vía del artículo 168: aprobación por las dos terceras partes de ambas cámaras, disolución del Parlamento y elecciones, ratificación por las nuevas Cortes y referéndum.
Un proceso farragoso y con unas mayorías imposibles destinado a blindar la monarquía o impedir el derecho de autodeterminación. Es la consecuencia de un marco jurídico-político blindado para impedir cambios democráticos. Quizás por eso la bandera de la plaza Colón mida tantos metros; hay que envolver bien la burbuja rojigualda.
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