La inclinación del ser humano por el poder
LA TENTACIÓN DEL GOL ·
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LA TENTACIÓN DEL GOL ·
Si hay algo que podemos aprender de los árbitros es la inclinación del ser humano por el poder. Los débiles solo nos gustan en el arte. Los perdedores son figuras que resultan atractivas en los discos o en la pintura. Nos emocionan en la pantalla ... y en las novelas, pero, en el resto de la vida -y es algo que la mayoría de las personas hemos podido comprobar de primera mano-, el poder y el prestigio son un imán ante el que resulta muy difícil resistirse.
Y el fútbol que, precisamente por su imperfección es una metáfora perfecta de nuestras circunstancias, nos enseña estas cosas. El destino ha querido que sean los árbitros quienes tengan que representar el personaje de juez parcial y complaciente. Solo así se entiende la decisión arbitral de no ir a mirar el VAR en la jugada de Babin. Una generación entera quedó marcada por el codazo de Tassotti a Luis Enrique. No tanto por el codazo, sino por la impunidad.
Para muchos significó el descubrimiento de que una evidencia no era evidente a quien no quería ver. Otra generación lo había descubierto en el 82, con la camiseta rota de Zico frente a Gentile ¿Cómo es posible que un jugador sangrando no conduzca directamente a una revisión seria de la jugada? Era algo que ya se veía venir. El tono, las tarjetas, los modos, las formas del árbitro durante todo el encuentro, indicaban que, en su balanza, la justicia no tenía los ojos tapados, pero quería ser ciega.
Eso no quiere decir que el Sporting perdiera por culpa del árbitro, pero sí que no empatara. El Espanyol es un equipo competente, serio y con un buen fondo de armario. Eso lo supo Gallego que consideró que los catalanes tendrían más carrete en la segunda parte y se armó para sacar algo de botín. No le faltó razón, había poca frescura; Manu estuvo guiando el tiempo que le alcanzaron las fuerzas y Uros hizo un trabajo brillante en la oscuridad. El Espanyol es mucho Espanyol y, después de la escasa cosecha reciente de los últimos partidos, Gallego quería llevarse algo. Pero a la sangría de puntos se añadió la sangría de Babin. Hay más simbolismo y metáforas en un partido de fútbol que en todo el Museo del Prado.
No estuvieron mal los cambios del Sporting, pero faltó algo de fe a la hora de rematar -esa cosa de no creer del todo que puedes marcar gol-. Y Carmona, pues él mismo en estado puro: aportó, jugó bien, demostró que aún lleva un futbolista dentro, pero sus demenciales saques a balón parado eclipsaron sus zonas de luz. Nada nuevo. No sabemos si lo pide él o si se lo piden, pero resulta desesperante cómo se puede insistir en el error. Regodearse en el fallo. Así, año tras año. Por momentos, parece una parodia y es que, en el fútbol también hay parodia y caricatura. Pablo Pérez en su mejor versión es lo que el Sporting necesita. Él encarna la esperanza.
¿Qué más hubo en el partido? Buen juego, el Sporting sabe a lo que juega y está teniendo mala suerte. Es fácil tener seguridad y confianza cuando salen las cosas (o no salen, pero se gana), así que el reto reside en mantener la cabeza alta en medio de un túnel.
No debería preocuparse el Sporting o derrumbarse emocionalmente. Los puntos perdidos como el tiempo ya no volverán, pero están jugando muy bien y construyendo un proyecto. Tendrá que haber buenas dosis de resistencia y confianza en lo que se está haciendo. El fútbol y la vida también van de eso.
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