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Decía el pensador prusiano Kant, autor de la famosa obra 'Crítica de la razón pura', que «la inteligencia de una persona se mide por el grado de incertidumbre que es capaz de soportar y por cómo la maneja». Hay muchas frases que resumen la tendencia ... del ser humano a ser precavido, como 'Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer' o 'Mejor pájaro en mano que ciento volando', pero lo cierto es que desde siempre hemos tenido que convivir con incertidumbre social, económica y personal. Y en estos momentos la incertidumbre es extrema en muchos frentes (Covid, crisis energética, inflación, shock de materias primas, tipos de interés, conflicto ruso-ucraniano, fin de ciclo del imperio occidental, insostenibilidad de países con altísima deuda y gran envejecimiento poblacional como España, etc.).
Vivimos momentos que requieren agilidad y flexibilidad, e incluso un economista como el francés Thomas Piketty, que suele ser un defensor del papel intervencionista del Estado, sostiene que en esas situaciones los países y sociedades que mejor se adaptan al cambio son los ganadores y a los que son rígidos, con normas económicas (fiscales y laborales) artríticas, les esperan muy malos tiempos. En el fondo estamos ante una situación como la que reflejó el naturalista inglés Charles Darwin, cuando publicó en 1859 su popular libro 'El origen de las especies', el cual causó un terremoto en la concepción del mundo. La gran aportación del darwinismo fue hacernos ver que los cambios en la naturaleza suceden de una forma «no intencional» o «no finalista», y que aquellos cambios que proporcionan mejores oportunidades para la supervivencia perduran en el tiempo y el resto desaparece implacablemente. Y, además, es bueno que así sea.
La misma idea de Darwin fue extrapolada, años después, por Spencer y Galton a los mecanismos que explican el funcionamiento de la sociedad, dando lugar al controvertido 'Darwinismo Social', y, más recientemente, por los economistas Daren Acemoglu y James Robinson, en su obra 'Por qué fracasan los países'. En la misma línea, el keniata Richard Dawkins publicó en 1976 un libro 'anticreacionista', didáctico y muy ameno, titulado 'El gen egoísta'. Su idea central puede ser extrapolada al funcionamiento de un país o de una sociedad. En esa especie de darwinismo social, el mundo occidental lleva todas las de perder y países como España es que ni siquiera pueden competir, porque van al revés de lo que es necesario para sobrevivir en la incierta jungla actual.
Sostiene el economista Edward Prescott, Premio Nobel de Economía del año 2004, que «la política económica consiste, en primer lugar, en establecer reglas de juego para la generación y circulación de la riqueza y, en segundo lugar, en establecer las prioridades en el manejo del dinero público». Esos dos ejes definen lo que es un país y una sociedad. En cuanto a las reglas de juego en España, son cambiantes, interpretativas y ahuyentadoras de la generación y circulación de riqueza. El caso de Asturias, liderando la presión fiscal en el Impuesto de Sucesiones, es un claro ejemplo de dicha idea. Otro ejemplo nefasto es la legislación laboral existente, ya que la verdadera protección para un trabajador se produce cuando existe pleno empleo y cuando los salarios dan poder adquisitivo, cosas que no suceden actualmente pese a todo el enorme entramado proteccionista que hay a nivel laboral.
En el segundo aspecto mencionado por Prescott, el de las prioridades, la cosa es aún más grave. Una sociedad que tiene gravísimos problemas derivados de un sistema de pensiones insostenible a todas luces, que cuenta con una deuda pública que se acerca al billón y medio de euros (o sea un millón y medio de millones de euros), con una maraña legislativa que sitúa al ciudadano en posición de indefensión legal real (el BOE lleva camino de publicar 200.000 páginas en el presente año y a eso hay que añadir todos los boletines autonómicos, etc.). Pensar que la solución y la prioridad en el gasto público es batir el récord de empleo burocrático (no es empleo para sanidad ni para educación) es algo realmente surrealista y demencial. Todo ello para potenciar a una Administración pública que oprime al ciudadano con su dictadura burocrático-telemática, en una tela de araña que recuerda al 'vuelva usted mañana' reflejado por el escritor Larra hace ya dos siglos.
Todo es incertidumbre, pero ya dijo el genial pensador y humorista norteamericano Groucho Marx que «la vida es una interrogación». Siempre fue así.
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