Secciones
Servicios
Destacamos
Hay dos tipos de personas. Unos miran la realidad, analizan sus carencias y se preguntan por qué. Otros, los menos, miran lo que no hay ... en esa misma realidad, piensan una alternativa, y se preguntan ¿por qué no? Necesitamos más de estos últimos.
En nuestro pequeño y verde país nos sobran los problemas, por eso tenemos que centrarnos en las soluciones: menos culpables y más remedios. ¿Y cuál es nuestra principal necesidad ahora mismo? ¿Crear empleo? ¿Sí? ¿Por qué entonces no tenemos creadores de empleo en nuestros gobiernos? ¿Por qué no tenemos ni un solo empresario, o empresaria, en nuestros ejecutivos?
Puede que las izquierdas crean que no los necesitan. O no los quieran. Aceptamos que el socialismo diga defender más a los obreros -y a los sindicalistas- que a los emprendedores y que todo sea cuestión de ideología. Pero entonces, ¿qué les pasa a nuestras derechas? ¿En función de qué valores los conservadores asturianos están huérfanos de patronos? ¿O de patronas?
Vamos a los datos. El penúltimo candidato del partido popular asturiano, el señor Canga, era un funcionario -de altísimo nivel, por supuesto sin experiencia emprendedora. Sus tres predecesoras -las señoras Espinosa, Fernández y Mallada-, aparte de militantes disciplinadas, tenían en común no haber firmado más contratos laborales que los suyos propios, no haber invertido nunca capital propio para crear empleo y haber arriesgado sólo, y con resultado incierto, el dinero... de los otros.
La política es confianza y necesita del ejemplo. A la gente no le gusta que nadie le diga lo que tiene que hacer. Quieren ver cómo lo haces. Y si nuestro principal reto -insisto- es crear empleo, es normal que los votantes no se fíen de sus representantes. Nadie les demostró nada. Y aquí la transversalidad es total. Otro dato: fuera de la política, la profesión públicamente declarada por los alcaldes de nuestros seis mayores concejos es otro ejemplo de lo que digo: doctora, bancario, comercial, sacerdote, no lo sé y empleado.
Pero no nos confundamos. Por supuesto que se puede ser un excelente empresario y un desastre como político. Y viceversa. El éxito -o el fracaso- en un campo profesional, o personal, concreto no garantiza su traslado a otras disciplinas. Con todo, estarán de acuerdo conmigo en que no es casual -y es muy sospechosa- esta ausencia total y absoluta de emprendedores en nuestros órganos de decisión públicos. ¿Y cuál es la explicación? Pues yo creo que molestan, que molestamos: que la independencia que supone no necesitar sueldo, dietas ni puestín resulta incómoda para muchos; que la intención de servir de manera desinteresada casa mal con la disciplina sumiso-afectuosa que demandan los partidos; y que, en estas condiciones, no existen incentivos para la contratación.
Mucho se habla de estrechar las relaciones universidad-empresa, sociedad-empresa o gobierno-empresa. Y no es tan difícil. Solo hay que preguntar a los interesados -es decir, a los empresarios- y evitar, a toda costa a dos tipos de personajes que todos conocemos bien: los sinvergüenzas y los señoritos. Respecto a los primeros, ya saben de quién les hablo; casi todos pasaron por la cárcel: Vitorino, Rato, Muñiz, Díaz-Ferrán, Conde, Gil y Gil, Ruiz-Mateos, Madoff, Taubman... Y respecto a los segundos, sigan mi consejo: desconfíen de los teóricos, de los que solo piden para ellos mismos, y de los que nunca se manchan las manos de barro.
Nos va mucho en todo esto: necesitamos más empresarios en nuestros gobiernos; y nos sobran gestores de la crisis. Ya tuvimos suficientes administradores concursales en los últimos cuarenta años. Y, de ahora en adelante, nos hace falta otra cosa ¿Qué? Emprendedores.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.