Secciones
Servicios
Destacamos
Ser pobre sale carísimo. Pero muchísimo peor es ser dependiente; eso, directamente, es la ruina: no hay mentalidad más autodestructiva. En teoría nadie quiere serlo ... y, sin embargo, nosotros –los asturianos– nos empeñamos en serlo: siempre protestando, denunciando y reclamando; y nunca proponiendo, actuando y arriesgando. Y, así, como buenos dependentistas (más por mentalidad que por realidad, insisto,) seguimos eternamente pendientes de lo que ganan, recaudan y gestionan los demás que de lo que generamos, producimos o disponemos nosotros.
Ahora el turno del escándalo le toca a Cataluña: su hecho diferencial, su principio de ordinalidad, su investidura y yo qué sé. Y todos, en nuestro particular patio de vecinos, nos vemos obligados a opinar (mal) sobre el intercambio de impuestos a cambio de sillones y lo mucho que se rompe España. Y para evitar tonterías y dimes y diretes voy a decirlo claramente: me parece muy mal todo esto; es otra oportunidad perdida, un error de estadista de libro y, sobre todo, una chapuza en las formas. Así no se construye ninguna nación de naciones; ni todo lo contrario.
Y por supuesto que esto es un problema de soberanía en el que nosotros —los asturianos, insisto— seguimos sin pintar nada: están comprando sus sillones a cambio de nuestras lentejas y nos conformamos con ser pitufos protestones. Navarra, País Vasco y Cataluña van a gestionar el 100 % de su irpf y nosotros, no. Y se supone que nos tenemos que enfadar y demostrar no sé qué firmeza ante no sé quién para que se note no sé cuanto: «robo a los asturianos», «merma de recursos», «límite a la solidaridad», «compra de votos»… y ¿saben qué? Que no cuenten conmigo; para este teatro, digo.
No quiero ser pobre ni dependiente. No quiero que Asturies lo sea. Y para salir de esa espiral lo primero es dejar de proponer en negativo. Solo los que no tienen ideas propias rellenan los huecos —y los titulares— repitiendo consignas ajenas y, sobre todo, insultando a sus contrarios; da igual que sea el obispo de la diócesis, el gobierno español o los republicanos de Cataluña.
No es mi guerra, no es nuestra guerra, y ya está bien de que nos sigan enfrentando entre nosotros. En esta absurda pelea Barcelona-Madrid y rojos-fachosfera en la que algunos quieren convertir España, nosotros –los asturianos– salimos siempre perdiendo. ¿Y por qué? Pues porque es todo mentira: ni Madrid es España, ni Barcelona es republicana, ni nosotros somos tierra reconquistada y de Portugal ya hablaremos otro día. Y, sobre todo, de la inutilidad de algunas élites nuestras que, en vez de liderar, se dedican a convencernos de que sus problemas particulares deberían ser los nuestros.
La pregunta correcta es: ¿qué sistema de financiación queremos y proponemos para Asturies? Pues, para empezar, el mejor. Del mundo, digo. Y por el mejor nos referimos al más justo: sin trampas, dependencias ni falsas hipotecas. ¿Y para Cataluña? Pues el mismo, por supuesto; que esto no es de suma cero. ¿Y cómo lo negociamos? Pues, sin duda, con reglas claras, equilibrio de poderes y sabiendo perder y ceder. ¿Y disponemos de los mejores árbitros para decidir todo esto? Pues no, porque son unos pícaros y unos mentirosos: dicen ser federalistas y no lo son y dicen ser no nacionalistas —españoles, por supuesto— y lo son; y por eso nos cuesta tantísimo entender que el mejor sistema para unos no lo sea para otros y viceversa.
Créanme: nuestro problema –como asturianos– no es que Cataluña, o España, nos robe; ni siquiera que seamos pobres, improductivos o dependientes. Nuestro único problema es querer seguir siéndolo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.