Secciones
Servicios
Destacamos
La culpa es del sistema. Todo lo (malo) que nos pasa es culpa de este capitalismo depredador que lo mercantiliza todo, lo ensucia todo y ... todo lo convierte en miseria. Bueno, y en obscena acumulación de riqueza para unas élites despiadadas que nos quieren ignorantes, asustados y consumiendo. Y, en fin, yo cada vez que oigo esto me cuesta más entenderlo. Sobre todo lo del sistema capitalista. Porque, exactamente... ¿Cómo empezó todo esto? ¿Con la creación de las sociedades del capital? ¿O cuando la reforma protestante, la revolución industrial y demás?
A nadie le gusta que el dinero llame al dinero y que el 1% del planeta acumule el doble que el resto de la población. O que en el primer mundo el 10% posea casi el 60% de la riqueza total. O que uno de cada cuatro asturianos, unos doscientos mil, estén en riesgo de pobreza mientras el desempleo 'sólo' afecta a sesenta mil. A nadie nos gusta esto, pero de ahí a pretender que antes del siglo ¿diecisiete? iba todo de cine, no había ricos ni pobres y la gente vivía feliz de la madre tierra -o de la pacha mama, permítanme la maldad- hay un trecho.
Es cómodo tener culpables fuera de la familia. Por ejemplo, esa obsesión con que algunas élites nos quieren analfabetos y manipulables. No me cuadra. Todos los sátrapas del tercer mundo quieren vivir en el primero; entre otras cosas porque es mucho mejor para los negocios ¿Por qué entonces no reproducen allí el mismo sistema de educación y libertades que tenemos aquí? Pues porque no es nada fácil. No es conspiranoia, es dificultad.
Construir -por ejemplo, una sociedad próspera- es mucho más difícil que destruir. Hay que tomar decisiones, arriesgarse y pelear. Y ser constante. Y eso es lo que tendríamos que hacer en nuestro pequeño y verde país: más constancia y más riesgo y menos echar culpas fuera (por ejemplo con las Cercanías). Si alguien les dice que quiere emprender, pero no lo hace por miedo al riesgo, desconfíen: no es un emprendedor; porque emprender implica exactamente eso. Y no estoy pensando en nadie en particular, sino en todos nosotros como colectivo, como comunidad autónoma, como país. Si de verdad queremos ser autónomos, o empezamos a tomar decisiones valientes o nos seguimos dejando arrastrar como una sucursal.
Tres cosas definen una institución como sucursal. La primera, no tener un discurso, un relato, una política. La segunda, renunciar a la propia capacidad de decisión. Y la tercera, relegar la democracia interna, dejar que sean otros los que elijan. Y da igual que hablemos del legislativo, del ejecutivo o del judicial; lo importante es ejercer el poder y asumir responsabilidades a la hora de tomar decisiones. Justo lo contrario de reivindicar, exigir y protestar para nada.
No hace tanto, nuestra izquierda más izquierdosa se negó a reformar nuestro estatuto porque no quería ni oír hablar de reducir impuestos (IRPF, sucesiones y vivienda) por valor de 30 millones. Y se cerró en banda. Hasta ahí entendible. Pero resulta que acaba de aceptar ahora unas 'deducciones fiscales' (IRPF, sucesiones, transmisiones y actos jurídicos) por, atención, 57 millones. ¿A cambio de qué? ¿De una consejería? ¿No tienen vergüenza? No. No la tienen. Es más fácil echarle las culpas al sistema. Y esta es otra de las muchas razones por las que necesitamos asumir nuestras propias responsabilidades y tomar decisiones, empezando por lo fiscal y acabando por lo empresarial, dejando de exigir inversiones y asumiendo competencias, renunciando a señalar culpables y escogiendo responsables: emprendiendo. Porque sólo así construiremos una verdadera democracia de tenderos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.