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Es siempre cuestión de números. Ya saben: de sumar y restar pero, sobre todo, de saber interpretar los resultados. Porque las cosas, aparte de ser ... son como son, son como las contamos. Y en este pequeño y verde país las contamos mal. Crear empleo, por ejemplo. Lo que nuestros periódicos titulan es que 'Asturias perdió más de 60.000 empleos en el sector industrial en los últimos cuarenta años', o 'Las reconversiones del metal, el naval o la minería (y) el cierre de empresas, sobre todo, multinacionales (destruyen empleo)' o 'Asturias recupera los 400.000 ocupados y rompe la tendencia negativa nacional'. Todo eso en una misma semana. Y no es nada nuevo, porque llevamos así cuarenta años, de democracia y autonomía, en los que –bastante nos lo repitieron– perdimos, entre puestos directos e indirectos, unos 100.000 empleos. Un desastre, uno de cada cuatro, y seguimos esperando una reindustrialización que no llega.
Pero, entonces, si tanto perdimos, ¿cómo es posible que tengamos hoy más cotizaciones que nunca? ¿Antes éramos ricos y prósperos porque teníamos 300.000 cotizantes y ahora somos unos inútiles y 'sólo' tenemos 400.000? ¿Quién hace aquí las sumas y las restas? ¿Quiénes crearon esos 100.000 puestos de trabajo que taparon el agujero de las reconversiones? ¿Por qué a esos empleadores no les dedicamos portadas a cinco columnas? ¿O, simplemente, ¿por qué no titulamos en nuestros periódicos: 'Asturies creó más de 100.000 empleos en los últimos cuarenta años'?
Ya valió. Necesitamos más ejemplos positivos. Y no es tan difícil: menos Kardashian, menos Mbappé, menos crisis permanentes y más historias de héroes anónimos. Ya saben, de todos esos autónomos que con su esfuerzo –y su dinero– crean riqueza para ellos y para los demás. Todos esos tenderos, grandes y pequeños; lecheros, pequeños y grandes; empresarios, propietarios y profesionales que de manera honrada se dedican a tapar los agujeros de las reconversiones, las descarbonizaciones y las corrupciones de los demás. Es sólo cuestión de saber mirar. Estamos rodeados de héroes y ya valió de avergonzarnos de lo que somos, o de arrepentirnos de lo que hicimos, o de acobardarnos por lo que queremos contar. Y, sobre todo, ya valió de echar mal las cuentas. Desde la desaparición de la Hunosa y la Ensidesa y el Naval y todo lo demás, nosotros, los asturianos, fuimos capaces de crear más de 100.000 empleos. Solos y sin ayuda. Ya valió entonces de recrearnos en lo negativo y castigarnos con lo mal que lo hicimos todo. Y, sobre todo, ya valió de pensar que todo este relato y esta manera de echar las cuentas son inocentes. No lo son. Nunca lo son.
Los que mandan llevan cuarenta años vendiéndonos la moto de no sé qué armonización fiscal y no sé qué diferenciación nacional y pidiéndonos solidaridad y ejemplaridad para mantener no sé qué equilibrio entre sus comunidades de primera (más históricas que otras, por lo visto) y las nuestras de segunda (recién llegadas, ya saben). Y la compramos. La moto, digo. Y lo único cierto es que ahora pagamos más impuestos que nunca y pintamos menos que nadie. Y ya valió. Estamos cansados de soportar la igualdad de todos a base de impuestos que solo pagamos nosotros y, a la vez, garantizar la desigualdad de algunos contando y recontando escaños con los que ellos negocian en los parlamentos. Ya valió de sorber y soplar al mismo tiempo y, sobre todo, ya valió de pedir los votos periféricos (o los autobuses) sólo para que el centro del mundo conocido —ya saben: Férraz, Génova, Moncloa…— permanezca igual.
No. Ya valió. Los asturianos valemos más que eso.
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