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Igual que Mendilibar llegó al Sevilla y se dedicó a simplificar conceptos que sacaran al club hispalense del atolladero táctico y mental en el que vivían, MAR comprendió que al Sporting no le sentaba bien el traje de un Emperador sin Imperio. Lo más difícil ... del mundo es hacer las cosas sencillas, y los procesos más emocionantes son lo que llevan al triunfo, que desgraciadamente, lo condiciona todo.
De la misma forma que en el partido en el sur, en cuatro llegadas, el Granada hizo cuatro goles, en esta ocasión, el Sporting estuvo atinado y pudo rematar el partido gracias a dos internadas de un soberbio Pol Valentín fueron marcadas por sus compañeros dentro del área. Y es que pese a los movimientos en el banquillo, importantes, cómo no, también hay que señalar que el barco se lleva a buen término a través de una tripulación que ha sido escasamente estable.
Jugadores que, en un partido, son figuras y un derroche de pundonor, en otro son una sombra ya no de un futbolista sino de un deportista. Futbolistas que a lo largo de un partido llegan a quitar tanto como dan, que lo mismo sirven un gol a favor, que son un hueco por donde llega el siguiente en contra, que hay paradas milagrosas como salidas temerarias. Se ofrecen tantos lados diferentes de sí mismos que es casi imposible establecer un diagnóstico y etiquetarlos con la vitola de buenos o malos. El Sporting, en conjunto y en el plano individual, es un poliedro difícil de definir. Un misterio tan inescrutable como el de la Santísima Trinidad o la Inmaculada Concepción. Hay algo más: si la esperanza media de vida en Gijón supera los sesenta no es gracias a este equipo que pone a la ciudad cada semana al borde de un ataque de nervios. Si no hay más infartos, es porque existe un Dios del fútbol que aún cuida de las aficiones buenas, las que han demostrado que merecen un lugar en el cielo. O, al menos, se han ganado el derecho a no fallecer de un infarto. Morimos un poco cada domingo para poder vivir un ascenso que nos redima de este vía crucis.
Porque la celebración en el terreno de juego, una vez que terminó el encuentro, fue casi de Copa de Europa. Eran tres puntos vitales, que se disputaron con la espada del gol rival suspendida sobre el cuello rojiblanco durante todo el partido. El Granada llegó a las quemadas tierras del norte con un buen número de bajas (por una vez, la suerte estaba del lado asturiano) y se notó. Pero, no nos engañemos, estuvieron a punto de marcar en varias ocasiones porque se plantaban en el área de Cuéllar con una facilidad insultante, pero de nuevo acompañó al Sporting esa necesaria dosis de fortuna que, daba la vuelta a su favor. Nadie le quita mérito al partido del Sporting, serio y con cuajo, pero el destino jugó una parte importante. Por fin. Lo que sucede con los arbitrajes es escandaloso. Que no se tomase una decisión adecuada con la tarjeta de Izquierdoz es de una cobardía terrible, que demuestra una vez más, que sólo les importan el Madrid y el Barcelona. El resto de equipos son meros espectadores, relleno para mantenerse en forma hasta que ganan una Liga. El arbitraje, tan chulo y prepotente con los equipos medios, sin embargo, se hace pipí encima y tiembla cuando ve una camiseta blanca o blaugrana. Ayer, el colegiado de turno volvió a demostrar su desconocimiento de oficio. Lo más preocupante es que no parecen errores fortuitos, sino intencionada malicia. Tres puntos para resucitar.
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