Pongamos que Teseo, tras su célebre viaje a Creta para enfrentarse al Minotauro vuelve a Atenas, y su barco, ya mítico, descansa durante décadas en la ciudad como recordatorio de la hazaña del héroe. El barco comienza a sufrir el tiempo (carcoma, humedad), pero nadie ... quiere perder la nave, así que, cada poco, se cambian las piezas deterioradas. Al final, tenemos un barco de Teseo totalmente renovado, pero que mantiene la forma del original. La pregunta que surge es: ¿es el auténtico barco de Teseo? ¿En qué nos basamos para definir su identidad, en los materiales o en la forma? ¿Puede uno permanecer igual y cambiar por completo? Los griegos pensaban que la identidad residía en la continuidad, y es un problema que trató Heráclito, y luego Hobbes, y luego Locke, y Leibniz, y Stevenson, y Oscar Wilde, y Rimbaud. ¿Es usted el mismo cuando le cambian varios órganos o tras someterle a unas cuantas cirugías estéticas? ¿Seguirá usted siendo el mismo cuando descarguen su cerebro en una máquina? Ahí lo dejo.
Publicidad
Les propongo otra: San Agustín nos cuenta en sus 'Confesiones' que, en una ocasión, siendo joven, robó unas peras porque sí, porque le apeteció hacerlo. Este mal le llevó a reflexionar muchos años después: ¿fue voluntario?, ¿fue inevitable? ¿Tenemos libre albedrío o nuestras acciones son deterministas?
Dichas preguntas fueron recogidas por otros pensadores como Jean Jacques Rousseau, que en sus propias confesiones narra cómo robó una cinta para el pelo, o el mismo Kant, que decidió que hay tantos factores que condicionan nuestras decisiones, que los actos no muestran verdadera voluntad y se salen del ámbito de lo moral. También se ocuparon de esta cuestión Marx, Freud, Ricoeur, Husserl…
Venga, más: Tales, filósofo y matemático, era un verdadero genio, pero como tal, no estaba comprometido nada más que con sus ideas. No quiere saber nada de política, de fiestas, de chismorreos, y, en esa dinámica, un día acaba por caer en un pozo. Tienen que rescatarle individuos que no son precisamente genios, y fue objeto de su burla. Los interrogantes comienzan a brotar: ¿el sabio debe mantenerse fuera de un mundo que él considera contingente?, ¿caer en sucesivos pozos a riesgo de matarte es el precio de la abstracción, cuyos frutos todos recogemos? ¿Torre de marfil sí o no? Sócrates también adoptó esta posición, y Aristófanes le hizo objeto de su burla. En esta polémica, aparecen Maquiavelo, que defiende la implicación en las cosas del mundo, junto con Descartes, Hegel, Habermas, Hobbes… Por otro lado, ¿es menos filósofa la persona que rescata a Tales del pozo? Encarna el sentido práctico, la crítica, la ironía…
Publicidad
Otrosí: Empédocles, un gran físico, poeta, médico, uno de los presocráticos, que vivió en Agrigento, Sicilia. Crea un sistema de pensamiento universal basado en un cosmos unido por el amor. Nada comienza, nada termina, todo existe en una unidad extraordinaria. Piensa que vivir es prepararse para la muerte, una muerte que no es tal, por lo que finalmente decide lanzarse al Etna y regresar a ese universo que preconiza.
A partir de ahí, existen muchas opiniones: Plinio y Diógenes piensan que fue un accidente; Hörderlin, que deseaba elevarse al infinito; Schopenhauer, que se suicidó por una depresión, y Nietzsche defiende que es su particular comunión con el Todo a través de la Naturaleza. ¿Destrucción? ¿Renovación? ¿Una búsqueda de un pensamiento racional que nos ayude a morir? ¿La necesidad de paz en este cosmos violento?
Publicidad
La última: los griegos se lo preguntaron todo, y una de esas interrogantes fue si nuestros sentidos eran suficientes para aprehender la verdad del mundo; es decir, cómo construimos nuestras representaciones de la realidad. Sócrates afirma que no tenemos certezas, levantamos nuestro escenario a base de ilusiones, pasiones, deseos. Platón lo proyecta y desconfía de nuestra percepción del mundo, elevándose hacia las Ideas puras. A Descartes se le ocurre que podríamos vivir en un «mátrix», y que los hombres podrían ser máquinas movidas por resortes. Kant apoya la subjetividad, los límites que tiene la razón, y pensadores como Diderot o Heidegger también conciben un mundo relativo, individual, fenomenológico.
Asimismo, Foucault, Derrida, y Deleuze ayudan a afirmar que nuestros mundos, fruto de nuestra conciencia, son producto de la cultura, los deseos, el inconsciente… El biólogo y filósofo Jakob von Uexküll lo resumió estudiando a las garrapatas y asertando que existen tantos mundos como especies animales, cada una con sus particulares necesidades.
Publicidad
Hay más materia para la reflexión: la caverna de Platón y la apariencia de realidad; el funambulista de Nietzsche o cómo inventarnos la vida; el junco de Pascal o el poder de la conciencia; el acto de Lafcadio o la imposibilidad de la acción libre; el camarero de Sartre o la invención el yo… Todo se explica en el cómic 'Filosofix', de Étienne Garcin y A. Dan (Lunwerg). Un artefacto espléndido para que los chavales y los no tan chavales aprendan o recuerden la obra de los pensadores de una forma muy asequible y entretenida. Un trabajo que recuerda que la reflexión y el conocimiento pueden ser divertidos, y eso sin perder un ápice de profundidad.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.