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Voy a escribir primero unas líneas para aclarar mi posición en este tema antes de que me tachen de neofascista, de inmisericorde, de racista o, qué se yo, de 'lepenista', 'alvisero' o mismamente 'mala gente que camina', como escribió Machado. Me gusta que Yamal haya ... crucificado a los franceses, y que Nico Williams se lleve por delante a los de Albión. No veo que sean negros, sólo que son 'uno de los nuestros'. Creo que hay que convocar una conferencia de presidentes a fin de buscar fórmulas para el reparto de los menores inmigrantes por todas las comunidades, y que no se los coman sólo los canarios. Creo en que la gente no se ahogue en el Mediterráneo, en que no se mueran de hambre cuando arriben a nuestras costas y en que tengan oportunidades en sus particulares 'Indias del Nuevo Mundo' europeas. Tengo claro que necesitamos inmigrantes, muchos, para suplir nuestras carencias en numerosos ámbitos. A partir de aquí, algunos puntos que es necesario señalar.
Como siempre tengo un ojo en Francia, veo ciertas consecuencias de la inmigración que aquí todavía no sufrimos, pero que no falta mucho. Veo que cuando alcanzan la mayoría de edad están condenados a la calle y sin sostén familiar, y de ahí a la delincuencia y ser la diana de los discursos xenófobos (y con razón en algunos casos), apenas hay trecho. Los menores inmigrantes, como no haya un plan para ahormarles, tanto en lo económico como en lo educativo, pueden ser una bomba de relojería. Veo que no hay cifras fiables sobre este flujo que nunca se detendrá, y que los centros y pisos de acogida tienen tope, igual que la pasta destinada a ello. No obstante, sobre Madrid sí tengo cifras concretas: se mantienen 2239 menores inmigrantes no acompañados, al coste anual de 40 millones de euros (y Barajas sigue siendo un coladero, todo sea dicho). Por cada Yamal que mete un gol, hay cientos de chavales que van a tener que ser sostenidos con nuestros impuestos, porque está claro que Alá no va a proveer, y llegará un momento en que tendremos el trauma de St. Denis, y los ultras lobotomizados nos pararán de darnos la matraca.
Más: cuando tú te mueves a otro país, tienes que integrarte, eso significa cumplir las leyes de la comunidad, respetar ciertas costumbres, aprender el idioma, buscar trabajo y echarle las horas que hagan falta, etc. No tienes que volverte loco, es una cuestión de respeto, de pragmatismo. Sin embargo, los choques culturales son constantes. Y no está bien eso de explotar el sentimiento de culpa judeocristiano, y alegar siempre razones humanitarias para lo que no es más que querer vivir como si estuvieras en Marruecos, por ejemplo.
Respecto a Marruecos, una cosita: no están en guerra, tienen industria, buen sector primario, y la reina que tienen por rey posee una fortuna que supera a todas las casas reales de Europa. O sea que tienen pasta para comprar satélites espía de última generación, al coste de 925 millones de euros, pero no para darle salida a su juventud. En fin, lo de la multiculturalidad está muy bien, pero manipular la palabra 'solidaridad' se convierte en veneno para una sociedad. Y si no se blinda la laicidad de «nuestra» sociedad contra ciertas variantes de un islamismo que, en ocasiones, se muestra hostil con una cultura liberal democrática, vamos a tener el mismo problema que tuvieron en un colegio francés: cinco alumnos musulmanes se negaron a ver un cuadro en el que aparecen cinco musas con el pecho descubierto. Luego viene la controversia, la hostilidad, que si no se puede hacer caricaturas de Mahoma, que si tenemos la Taquiyah y que por un lado me entra y por otro me sale eso que me contáis del Humanismo, y ya tendremos servido a un tipo que recorre la calle con los ojos como platos, un cuchillo en la mano y gritando Allahu Akbar. Y mira, aquí puede hacer daño el populismo, un ensayito: hay 'flus' para los 'menas', pero no para las pensiones, los enfermos de ELA, los parados 'españoles de verdad', las familias numerosas también de 'españoles de verdad' que no llegan a fin de mes, la sanidad, la educación, etc… ¿Ven qué fácil es? Sólo necesito un discurso parecido, el altavoz de las redes sociales, y la mala hostia del personal hará el resto.
Este problema no va a hacer más que crecer. El cambio climático, la brecha demográfica y las migraciones masivas van a definir el mundo en este siglo. En realidad, esto acaba de empezar, y la ola llegará a Asturias cuando tenga que llegar. Porque Asturias no se va a librar, igual que no se libró de la subida de los alquileres. Y el hecho es que no se puede ser demagógico: no puede venir todo el mundo. No tener esto en la agenda política, no incorporarlo a la conversación de los ciudadanos con todas sus crueles verdades, no nos llevará más que al autoengaño, al buenismo y, al final, a disturbios en las ciudades, igual que en la Galia o en Bélgica. Es un problema con una gestión multinivel, nacional y europea, y está al margen de sectarismos ideológicos o charlatanerías de partido. El futuro de Europa es mestizo, quién lo duda, pero tiene que estar organizado con sentido común.
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