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No tuve ningún lugar donde esconderme del trueno, así que ya no le temo». Esta frase es de Gengis Khan, y a mí siempre me ha gustado, conlleva muchas cosas. Gengis es el abuelo de Kublai, que fue quien metió en vereda a China, y ... en ese escenario aparece un veneciano prodigioso que vivirá en su imperio desde los 26 hasta los 40 años. A su regreso, en una cárcel de Génova, dictará un libro que será conocido por muchos nombres, 'Libro de las Maravillas', 'La División del Mundo', 'Il Milione'. En dicho libro, nuestro hombre desplegará un cuento a ratos verídico a ratos subjetivo, mezclado con fábulas y leyendas, sobre sus viajes por tan exóticos escenarios. El relato de este veneciano inspirará siete siglos después a otro italiano prodigioso, Italo Calvino, quien escribirá una mezcla de ensayo y poema, 'Las Ciudades invisibles', utilizando las mismas herramientas del veneciano, con unos resultados también legendarios. Para darnos cuenta de la grandeza del veneciano, sólo tenemos que estar atentos: a lo que vio, a lo que imaginó; una memoria llena de hechos y sensaciones. Escuchemos como escuchó Kublai Khan, quien envió a aquel veneciano a recorrer su imperio a fin de que se lo describiese. Estamos en 1298, y Marco Polo ha comenzado a dictar a su compañero de celda, Rustichello de Pisa.
Hombres, tierras, creencias, costumbres… todo queda tamizado por el recuerdo del veneciano. Es el siglo XIII más allá de la Serenísima, del Imperio Bizantino; un asombrario medieval repleto de los extraños reinos y tierras que hay desde el Cáucaso hasta Pekín: la provincia de la Oscuridad, Bagdad, Samarcanda, la tierra de Gog y Magog, el desierto de Gobi… Porque Marco Polo no cuenta a la manera de Polibio, sino a la de Heródoto, es decir, no sólo lo que vio, sino también lo que le cuentan, lo que puede ser que exista o lo que podría haber sucedido. Estamos hablando ya de riqueza literaria. Por ello, el veneciano, durante esos viajes larguísimos en los que a la vuelta ya no existen los papas con los que trataste o tu misma esposa es ya polvo en el polvo, es capaz de desplegar tanto el costumbrario de una ciudad como hablarnos de seres malignos que vagan por el Gobi, que se materializan como compañeros de viaje y hacen que te extravíes y lo que encontrarán más adelante serán tus huesos quemados por el sol. Marco Polo, con facilidad para los idiomas y las relaciones públicas, y la capacidad para observar y registrar las jerarquías del detalle, mantiene nuestra atención en vilo.
En Turcomania nos explica la asombrosa mezcla de religiones y la libertad de culto. En Armenia nos señala el Arca de Noé, que todavía reposa en el monte Ararat; allí también, lindando con Georgia, están los misteriosos pozos «de los que brota un aceite en abundancia, bueno para hacer fuego» (petróleo). Nos habla de ciudades orilladas en mares interiores (Bakú). Nos cuenta la terrible venganza del Khan contra el avaricioso califa de Bagdad, y nos señala el lugar de Persia donde se encuentra la tumba de los Tres Reyes Magos. Lo aliña con esta historia tan extraña: antes de que los tres reyes decidiesen ver al Niño en grupo, cada uno de ellos hizo una visita previa, individual, y se encontró con un bebé diferente: uno joven, uno maduro y uno viejo. También tenemos al Viejo de la Montaña y su secta de asesinos, a quienes antes de lanzarlos al degüello, drogaba e introducía en jardines artificiales llenos de jovencitas: no importaba la muerte, porque ese era el Paraíso que les esperaba si cumplían sus órdenes. En Turquestán, los nativos te prestan a su mujer cuando estás de visita, como un regalo para el invitado.
Marco Polo es el nieto de Heródoto, pero el padre de Simbad el marino, y el abuelo de Ruy González de Clavijo, Alí Bey, Pedro Tafur, Ibn Battuta, Cristóbal Colón… Todos son viajeros que se adentran en tierra de dragones y rompen los velos del misterio y la leyenda. Y como tal, nuestro veneciano nos habla de la provincia de Ghinghin Talas, en la cual se puede encontrar un mineral con el que elaboran una especie de lana inmune al fuego (amianto). Nos relata los usos y costumbres tras la muerte de un Khan, una terrible, como es lo que sucede cuando se traslada el cadáver hasta su lugar de inhumación: se pasa a cuchillo a todos los hombres con los que se cruce el cuerpo en su ruta. En el libro, se explican las formas de luchar de los tártaros, su manera de alimentarse en batalla; cómo las familias con hijos muertos pueden casarlos en el más allá, matrimonios de fantasmas con sus correspondientes celebraciones. Marco Polo rememora una rebelión contra Kublai de su propio hijo, a quien mató sin una gota de sangre, pues esta era de su propio linaje, y no se podía derramar en la tierra. Se explaya en el modo de crear papel moneda, que en el reino del Khan valía igual que el oro y la plata.
Las maravillas continúan, y son inagotables, como en las mil y una noches, y están todas en un libro de reciente edición publicado por Nórdica. El texto se complementa con las hermosas ilustraciones de Vincenzo del Vecchio. «Señores, emperadores y reyes, duques y marqueses, condes, caballeros y burgueses, y todos aquellos que queráis conocer las diferentes razas de hombres y la variedad de las diversas regiones del mundo, e informaros de sus usos y costumbres, tomad este libro y hacéroslo leer, porque en él encontraréis todas las grandísimas maravillas…».
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