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Los vikingos ·
Hay un montón de lugares comunes y mixtificaciones sobre este pueblo. Lo real y lo numinoso se entremezclan en su historia,igual que los dibujos que se tatuaban en la pielSecciones
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Los vikingos ·
Hay un montón de lugares comunes y mixtificaciones sobre este pueblo. Lo real y lo numinoso se entremezclan en su historia,igual que los dibujos que se tatuaban en la pielLos vikingos. La etimología viene del nórdico antiguo vík, que podría interpretarse como 'pueblo de la bahía'. Hay un montón de lugares comunes y mixtificaciones sobre este pueblo. Lo real y lo numinoso se entremezclan en su historia, igual que los dibujos que se tatuaban ... en la piel. Por ejemplo, nadie sabe por qué los vikingos enterraban grandes cantidades de plata y luego no la recuperaban. Acerca de su mitología, tan popularizada por cómics y películas, es sorprendente ver el panteón paralelo de seres fantásticos con los que el vikingo convive: elfos, hombres lobo, vampiros, enanos, trolls y espíritus de diversa catadura. Los denominan 'el Pueblo Oculto'. Por supuesto, las famosas valkirias no eran las rubias pechugonas propensas a llevar poca ropa, sino personajes bastante siniestros, casi demoniacos, que eligen a los guerreros que van a caer en combate. Como curiosidad: hay dioses que tienen templos donde adoran a dioses más grandes, lo que indica que hay algo mucho más antiguo y opaco, como una especie de multiverso nórdico.
Si usted era fan de Ragnard Lothbrok en la famosa serie, puede estar tranquilo: era bastante verosímil. Igual que les sucedió a los españoles en el siglo XVI, una serie de factores produjeron la explosión de correrías vikingas por todo el mundo conocido (incluso por el desconocido, porque de Groenlandia pasaron a Terranova, su Vinland). Una arraigada cultura de la guerra; las mejoras tecnológicas en los barcos; rutas comerciales ya muy establecidas, que les mantenía informados de las riquezas europeas; nuevas estructuras políticas… Todo confluyó para que comenzasen a verse cientos de drakkars en las costas. Oficialmente, la primera incursión vikinga se produjo en junio del 793, en el monasterio insular de Lindisfarne, frente a la costa de Northumbria, en el norte de Inglaterra. Una orgía de sangre y saqueo que puso un marco para los siguientes tres siglos, aunque se sospecha que los ataques ya habían comenzado antes. No obstante, aunque los vikingos tengan una apariencia tan 'cool', no debemos engañarnos: eran unos animales en la batalla, mantenían un cruento tráfico de esclavos, de vez en cuando sacrificaban alguna persona… Ahora bien, también son ciertas otras cosas que se dejaban intuir en la serie: las mujeres podían combatir, pedir el divorcio; el vikingo, por lo general, no era racista; la toma de decisiones era asamblearia, etc…
Y los entierros vikingos. Quién pudiera. La espectacular imagen de un barco en llamas, adentrándose en el océano, era sólo una de las muchas variedades de entierro. Tenemos barcos completos enterrados, grandes túmulos, inmensas piras; y en la categoría de enterramiento, las variedades de contenido resultan incluso extravagantes: cuerpos acompañados con caballos cortados en dos, espadas clavadas verticalmente, escudos sobre los rostros, cuerpos dispuestos en cruz, fosas llenas de niños asesinados, rocas que aplastaban un perro… Otro concepto interesante es el tiempo. En la mente de un vikingo, el transporte no se mide en términos de distancia, sino del tiempo que se tarda en llegar a los lugares. Por esto mismo, para un guerrero que viviese en la costa de Noruega estaba más cerca la costa de Inglaterra, vía marítima, que algunos pueblos del interior de Escandinavia a 50 kilómetros tierra adentro. Otra cosa chocante para el punto de vista cristiano es que no existe el concepto de merecimiento moral, es decir, que da igual que te portes bien, puedes acabar sin comerlo ni beberlo en Hel, el equivalente vikingo del infierno.
Más temas que quizás no sean épicos, pero que formaban la columna vertebral de las capacidades vikingas, son ciertos elementos prosaicos: las ovejas y los bosques. Las grandes expediciones (flotas de doscientos barcos o más) necesitaban miles de mantas, prendas de abrigo, velas y sus recambios… Eso implicaba lana, mucha lana. Gigantescos rebaños de ovejas que eran pastoreadas por los vikingos, aunque sobre todo por sus esclavos, y que contradice el tópico de su fiera estampa. Por otro lado, los barcos de guerra, las grandes construcciones de sus salones, necesitaba madera, toneladas de madera. Los vikingos no cortaban árboles sin ton ni son: mantenían la sostenibilidad de sus bosques, elegían y seleccionaban cada madera para su uso concreto. El control de las materias primas daba a las familias preeminencia, poder, riqueza, tanto como las expediciones de saqueo.
Y ahora sí, ahora podemos colocarnos el casco, agarrar el hacha y jurar por Odín (pronúnciese Oudin). La epopeya vikinga está plagada de nombres y aventuras gloriosas. La famosa Guardia Varega que protegía al emperador de Constantinopla (célebre tanto por su capacidad bélica como por su afición al bebercio). El ataque a París de Ragnard Lothbrok, con 120 barcos, que logró sacar 7.000 libras de oro y plata por dejar la ciudad en paz. La expansión de los 'rus' (por el Ladoga y el Ilmen, igual que los divisionarios españoles), que con el tiempo formarían la estructura básica de la futura Rusia. Los asentamientos en Islandia, Groenlandia, y luego en Norteamérica (hay una peli, 'Pathfinder' (2007), que nos cuenta el choque entre nativos de Terranova y vikingos). La prodigiosa aventura de los normandos, que marcaría la agenda europea durante un par de siglos (de ahí salió Guillermo el Conquistador hacia Inglaterra, y de ahí salieron los que convirtieron la corte de Sicilia en uno de los polos culturales de su época). Esto lo cuenta bien Neil Price en su ensayo 'Vikingos' (Ático de los Libros), que si bien no tiene la capacidad narrativa de un Tom Holland, nos provee a cambio del aroma de lo escrupulosamente trabajado, con toda su búsqueda de verosimilitud, a base de tanteo y posibilidad. Elija usted su escudo, su hacha preferida o esa espada que ya ha bautizado, únase a sus camaradas de siempre y navegue hacia el Valhalla, donde podrá esperar el fin del mundo a base de cuernos de cerveza y jabalíes asados (también pueden pelearse, e incluso matarse unos a otros, pero siempre se resucita a tiempo para la cena). ¡Valhalla now!
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