España posee su propio 'RMS Titanic', pero aún no se ha decidido a sacarlo. Tienen que imaginar. Un monstruo de 60 metros de eslora y 53 de quilla, cuatro cubiertas, 136 cañones, que desplazaba 3.100 toneladas. El 'Santísima Trinidad', botado en 1769, el barco ... de guerra más grande de su época, la última ráfaga de grandeza de un imperio español que hacía tiempo que boqueaba. Un monstruo que intimidaba en el mar, pero que tenía un montón de problemas de mantenimiento y maniobrabilidad, y que encontró su destino (trágico, glorioso) el 21 de octubre de 1805, en las aguas cercanas a Gibraltar. A pesar de la desastrosa dirección de la batalla por parte de un mindundi francés, los ingleses necesitaron cinco barcos a cara de perro y varias horas de cañoneo para rendirlo (400 cañones disparando). Hacia las cinco de la tarde, ya desarbolado, con la mitad de sus 1.200 marineros muertos, sin capacidad defensiva, fue tomado al asalto. Los ingleses lo apresaron e intentaron remolcarlo a Gibraltar, pero los daños, junto a un temporal, lo echaron a pique el día 24, a la altura de Punta Camarinal y a 26 millas de la costa, y con él, a numerosos heridos graves que no pudieron ser trasladados a otro buque inglés.
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'El Escorial de los mares', como lo llamó Galdós en su 'Trafalgar', sigue allí, hundido en las aguas, esperando a que alguien decida rescatarlo. Sólo fueron extraídas dos piezas de artillería, que hoy están instaladas en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz. Muchos dicen que fue un fracaso como buque de guerra, torpe en la navegación, mal diseñado, pero si uno echa un vistazo a su hoja de servicios, la cosa no queda tan clara. Para empezar, su construcción en los astilleros de La Habana fue una prodigiosa obra de ingeniería naval, quizás un poco ambiciosa para las posibilidades técnicas de la época, pero ahí queda (recordemos el nombre del ingeniero: un irlandés, Matthew Mullan). Y si tenemos en cuenta otros intentos, como el buque de guerra sueco 'Vasa', que se hundió nada más botarse, pues mira (hoy tenemos la suerte de poder admirarlo en su museo de Estocolmo). Se utilizaron las maderas más nobles, los más hermosos tallos de caoba y júcaro, y se trajeron 60 pinos de México para levantar vergas y masteleros. Ciertamente, no hay que olvidar que los planos de construcción que se utilizaron fueron el 'modelo inglés', que 'distrajo' Jorge Juan durante su estancia en las islas, y sería de ver la cara flipada de los ingleses cuando comprobaron el resultado del espionaje industrial. En 35 años de servicio, el 'Santísima' intervino en suficientes batallas como para decir que quedó bien amortizado. Sobre todo, hay que recordar su intervención en la guerra de independencia de los Estados Unidos, cuando formó parte de una escuadra española que apresó un convoy inglés de 52 navíos que se dirigían a América. Un golpe durísimo para los de Albión, y la mayor pérdida de buques británicos en una sola acción durante todo el siglo XVIII.
Desde luego, si el 'Santísima' no era precisamente un prodigio de agilidad, verlo aparecer siempre acojonaba, como cuando salía Vladimir Tkachenko a la pista de baloncesto en los 80 (hay una foto en las redes al lado de Corbalán que es de obligada visión). Tuvieron que pasar décadas, en concreto hasta 1837, para que otra Armada, en este caso la de los Estados Unidos, se decidiese a hacer otro monstruo de similares características, el 'Pennsylvania', de cuatro puentes y 136 cañones. Desde luego, la Armada española nunca volvió a construir nada por el estilo. En Trafalgar ya era un barco viejo, y a pesar de ello, los ingleses tuvieron que echar el resto, aparte de que la batalla se pierde por muchas otras causas: un inepto Villeneuve, tripulación de recluta forzosa, soldadas que no se cobraban, los ingleses, que en aquella época ya eran intratables en el mar, etc…
Pero volviendo a su pecio hundido, parece ser que el navío podría estar casi entero en el fondo del mar, y que debido a que la caoba es la base constructiva del barco (una madera muy resistente a la acción de los elementos), eso resultaría un seguro de perdurabilidad. No obstante, hay que tener en cuenta también la cantidad de chupinazos que recibió durante Trafalgar, y considerar cómo afectó eso a la estructura. Ha habido varios proyectos para recuperarlo. El último, uno de la Universidad de Cádiz, que quería sacarlo y exponerlo en los astilleros de la ciudad aunque, de momento, se encuentra a la expectativa. Ojalá se vuelva a retomar el plan, y el coloso vuelva a emerger entre chorros de agua marina, para uso y disfrute de las generaciones venideras. Entretanto, continúa allá abajo, en la fría oscuridad, seguramente soñando con los aromas de La Habana, el viento salitrado del Canal de la Mancha y sus gloriosos estertores entre el olor de la pólvora y la sangre.
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