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Lo cantaba Freddie Mercury en la banda sonora de 'Los Inmortales' (Russell Mulcahy, 1986). Y me lo ha recordado la entrevista que le hicieron a ... un señor llamado Bryan Johnson, cuyo objetivo es, según sus palabras, «no morir». El tal Johnson es un empresario e inversor tecnológico de Silicon Valley, y tiene una rutina, cuando menos, excéntrica. Se despierta a las 4.53 horas de la madrugada (en fin, que algún día será a las cinco o a las seis, si no has pegado ojo), toma más de 130 pastillas a lo largo del día, y cena a las 11 horas, o sea, por la mañana, cuando usted se está tomando el segundo o tercer café. Entremedias, transfusiones de plasma sanguíneo de adolescentes, microagujas, exposición a LED, resonancias magnéticas, análisis continuos… Se gasta alrededor de dos millones de dólares anuales, lo que incluye un equipo de 30 médicos que lo monitorean. Todo tiene como objetivo ralentizar su envejecimiento, con el objetivo antedicho de no palmarla. Vamos a ver algunas de sus respuestas.
Dice que vivir un día más y vivir para siempre es la misma idea, y que vencer a la muerte sería el mayor logro de la humanidad. Yo pienso que es una idea imposible, dada la Segunda Ley de la Termodinámica, pero vamos a seguir escuchando al señor Johnson. Ha renunciado al alcohol, y yo recuerdo lo rico que está el whisky de turba y el vino bueno. Ha renunciado a la vida social, y yo tengo para mí que, a veces, la gente es un coñazo, pero otras te ríes mucho, y eso es la 'vida'. Ha renunciado al sexo desaforado, y mira, yo creo que los orgasmos es la manera que tuvo algún dios piadoso de compensarnos por los flagelos y adversidades del día a día. Nuestro Bryan asegura que, potencialmente, es la persona más sana del mundo, y yo pienso que hasta que empieces a sentirte mal, vayas a uno de los 30 médicos que te monitorizan y te confirme que, vaya por dios, una célula cancerígena que se ha desmadrado. El azar es el azar, y como dice César sobre la muerte de Marco Antonio en 'Antonio y Cleopatra' de Shakespeare: «El derrumbamiento de una cosa tan grande debió de haber producido mayor estrépito». Vamos a ver qué más nos cuenta nuestro Bryan, 'el Messi del antienvejecimiento'.
Tras una etapa de estrés y decaimiento, decidió vender su negocio por 800 millones de dólares y fundar otro dedicado a la biotecnología. Ese fue el principio de su obsesión por los telomeros, y según él, ha conseguido revertir en cinco años su carrera hacia la muerte (eso si su avión privado no tiene un problema de motor y se hunde en la mar océana). De hecho, al ir más lento, celebra su cumpleaños cada 19 meses (¡). Se pesa todos los días, se hidrata, se mide las constantes cardíacas, se reajusta los ritmos circadianos (?), se da cremas para la piel, hace sesiones de gimnasia y pesas, y sus médicos confirman (para eso les paga: el emperador no quiere oír cosas malas) que su capacidad aeróbica es la de un chaval de 18 años (nuestro Bryan tiene 47, o sea, ya es mayorín). También hace tres comidas al día: brócoli hervido, coliflor, ajo, nueces, frutos rojos, y yo pienso en un queso Cabrales, en un chuletón, en una pizza diavola, en pasta con gambitas, en tostadas con miel (¡yum!)… Nuestro Bryan dice que no sale de noche (a mí es que ya no me da el cuerpo), y que duerme ocho horas diarias (yo, si puedo, diez: ahí voy bien).
Hace poco, ha donado plasma a su padre, y ha dicho que le ha quitado 25 años (a juzgar por la barriga cervecera del pater, nadie lo diría). Nuestro Bryan también monitorea sus erecciones nocturnas, «dos horas y 12 minutos cada noche», y yo pienso en San Pancracio, «el que lo sostiene todo». Nuestro Bryan dice que no renuncia a nada, que es un deportista profesional del envejecimiento, y que hay que admirarlo, porque quiere ser un ejemplo y cambiar el mundo. Y yo pienso en las miss universo y en aquello de la paz mundial y que se acabe el hambre. Remata comentando que no va a la playa de vacaciones, y yo recuerdo lo bien que me lo paso en las playas mediterráneas, con el pato de goma y agua templadita (uno ya es un poco abuela y no está para baños en hielo finlandeses). Echo un vistazo a las fotos de Bryan Johnson, y creo que cada vez se le está poniendo más cara de marciano; que antes, cuando se pasaba con la Budweiser, tenía mejor pinta. Pero no le quiero quitar la ilusión, quién soy yo, cada uno necesitamos tener planes y esperanzas. Lo dicho, les dejo que saquen sus conclusiones.
Por mi parte, recuerdo a Epicteto, que afirmaba que la muerte era necesaria e inevitable, pero añadía a continuación: «A dónde huiré para alejarme de ella». El miedo a la muerte es humano, pero ha producido grandes cosas, el arte, por ejemplo, y como decía el escritor Arto Paasilina, «en esta vida lo que más importa es la muerte, y tampoco es que sea para tanto». No sé, yo entiendo que si tienes un montón de pasta, te molesta morirte, igual que si eres Mick Jagger y ya te quedan dos telediarios. La vida es más promisoria cuando eres Jagger, es evidente, pero a todos nos molesta morirnos, y el único «para siempre» que podemos disfrutar es hoy (lo cantaba Freddie). Seguramente en unas décadas lograremos aumentar la vida a unos 150 años, pero, más allá, hay un tope ineludible. Ese intervalo es todo lo que tenemos, y quizás se trate de una cuestión de 'intensidad' y no de 'longitud'. Mientras vivimos y amamos y esperamos a que aparezca la Parca, les recomiendo algunos libros buenos sobre el miedo a morirse para que no piensen en la muerte: 'Cero K', de Don DeLillo; 'Tiempo para amar', de Robert A. Heinlein; 'El Aleph', de Jorge Luis Borges, 'El hombre bicentenario', de Isaac Asimov. Incluso una rareza: el ensayo 'La conspiración contra la especie humana,' de Thomas Ligotti. Tengan cuidado: les puede convencer de que es mejor estar muerto.
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