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El cuerpo embalsamado de Vladímir Ilích Uliánov, alias Lenin, languidece en su mausoleo de la Plaza Roja desde su muerte, el 21 de enero de 1924. Corre la especie de que el fundador de la URSS es el comunista 'bueno', mientras el malísimo Stalin deformó ... el proyecto inicial de paraíso terrenal y se convirtió en el rostro del totalitarismo. Esta verdad inmanente, la de la utopía comunista y de Lenin como uno y trino con Engels y Marx, se ha decapado con el paso de los años. En su compleja figura se entreveran el criminal, el dictador sin complejos y, cómo no, el genio político. En realidad, Stalin sólo fue su alumno más aventajado: el asesinato, el gulag, el terrorismo de Estado, las purgas, el sojuzgamiento de otros pueblos y la eliminación de categorías enteras… Todo eso ya eran lecciones de Lenin. La paradoja es que, a partir de 2008, Stalin ha sido blanqueado por necesidades políticas de otro dictador, mientras las estatuas de Lenin son derribadas por todo el antiguo universo soviético. Es el 'Leninopad', la caída de Lenin.
En todo caso, comencemos por su clarividencia política. Lenin reconoce el derecho de los pueblos a la autodeterminación (siempre con truco, por supuesto), identifica el peso que tendrá Oriente en el contexto mundial, se proclama a favor de las luchas coloniales. Asimismo, resulta sorprendente su tenacidad en la búsqueda y consolidación del poder, así como su ojo para identificar la descomposición del imperio zarista y las condiciones adecuadas para atacar al sistema en crisis y dar su golpe de estado. Una de las claves de Lenin es su cínica capacidad para asumir compromisos tácticos, que iban contra su concepción política, a fin de conservar el poder, siempre con la intención de traicionar a posteriori. Pasó con Bielorrusia, con Ucrania, con los pueblos calmucos, con los uzbecos… Ya en fecha tan temprana como 1885, Plejánov advierte de en qué se convertirá la peligrosa utopía revolucionaria: «Será un monstruo político, un despotismo zarista repintado con los colores comunistas».
En 1905 sólo hace falta estar un poco atento a lo que viene: Lenin escribe 'Qué hacer', su particular 'Mein Kampf', en el que ya se destilan las líneas de su pensamiento totalitario. Olvídate de la socialdemocracia, él lo que quiere es una revolución dirigida por profesionales, un partido que dicte la conciencia proletaria; organización, jerarquización, eliminación de las voluntades particulares. «Un partido se refuerza depurándose», escribe. Los bolcheviques son pocos, pero a base de disciplina podremos imponer la dictadura del proletariado, o sea, la de Lenin. Desde el principio no hay intención alguna de consenso o pacto, únicamente la férrea decisión de mandar en solitario. En el camino se va encontrando con el resto de esbirros: Trotski, Stalin, Krasin, Dzerzhinski, Mólotov, Kámenev, Zinóviev… Y llega la revolución de febrero de 1917 y en marzo cae el zarismo y aparece Kerenski. Y Lenin llega a la estación Finlandia en un tren pagado por los alemanes.
A partir de ahí, Lenin sólo trabaja para la guerra civil. En las 'Tesis de abril' nuestro hombre exige unas milicias populares, la confiscación de las propiedades, la nacionalización de las tierras, el control por los soviets. Mártov escribe: «Para Lenin, ni la paz ni la guerra tienen interés real. Lo único que cuenta para él es la revolución. Y la única revolución verdadera es la que permita a los bolcheviques tomar el poder». En julio hay un Putsch bolchevique fallido, Lenin sale pitando para esconderse, pero aprende la lección y vuelve a la carga con la toma del Palacio de Invierno. El 25 de octubre Lenin se hace con los mandos, y a partir de ahí, eliminación de la división de poderes, amordazamiento de la prensa y de ahora en adelante se hace lo que yo digo. Lo que sigue es bien conocido: paz de Brest-Litovsk con los alemanes para poder barrer la casa tranquilos, creación de la Cheka, creación del Komintern, guerra contra los Blancos, matanza de cosacos, creación del Ejército Rojo, el terror organizado, la eliminación de campesinos, la guerra ruso-polaca, etc… Lenin manda cartas del tipo: «Colgar a no menos de un centenar de kulaks y que se les vea»; o cuando le preguntan por la familia imperial detenida en Ekaterimburgo: «Exterminad a todos los Románov».
Finalmente, se estabiliza el poder soviético, se crea la URSS. Lenin muere, se le canoniza, llega Stalin. El resto es historia conocida. Todo esto lo cuenta muy bien la recientemente fallecida Hélène Carrère d'Encausse (madre del escritor Emmanuel Carrére) en su 'Lenin' (Espasa). Ahora, Putin critica a Lenin para justificar la agresión a Ucrania (el tema del derecho a separarse libremente de la URSS, aunque, repito, tenía truco), pero le sigue reconociendo haber sido el fundador del Estado soviético, que resistió hasta la llegada del tan salvífico como poco reconocido Gorbachov. Quizás por ello la momia de Lenin, aunque ya no tenga guardia de honor que la vele, continúa en su mausoleo. Nadie sabe cuándo será el momento en que su cadáver sea trasladado para ser enterrado junto a su madre en San Petersburgo, pero parece que la hora no ha llegado. De todas formas, en 2017 la mayoría de los rusos pensaba que la ocasión hubiera sido el centenario de la Revolución de Octubre. Pero aquí no se trata de lo que piensen los rusos, sino únicamente de lo que piense Putin. En ese sentido, Lenin todavía prevalece.
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