La supervivencia de Sánchez augura a este país 'tiempos interesantes', como rezaba aquella maldición gitana. Conociendo la naturaleza del señor Castejón, que ejemplifica espeluznantemente la fábula del escorpión y la rana, España quedará al albur de Otegui y Puigdemont, que han ido de derrota en ... derrota hasta la victoria final. Todos saben que la amnistía y el referéndum es imposible (hasta que deje de serlo), pero el chantaje, ¡ah!, esa otra historia, y va a ser feroz. Pueden olvidarse de repeticiones electorales: los recursos de que dispone Sánchez son los mismos que los del inspector Gadget, y comenzará así la versión Frankenstein 2.0, más radicalizada, más faltona, más destructora para las instituciones del país y nuestra paciencia. A eso pueden sumarle el filibusterismo que ejercerá el PP tanto desde los dos tercios del poder territorial adquirido (recordemos estérilmente que es el PP quien ha ganado las elecciones, con 47 diputados más), como desde el Senado. Los de Albión lo llaman 'hung parliament', el parlamento colgado.
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En un mundo paralelo, ese donde Casandra es escuchada y a Arquímedes no lo mata un legionario cabreado, el PSOE y el PP harían caso al 70% y 76% de sus votantes respectivos y plantearían acuerdos bilaterales en asuntos de Estado, o incluso se vendrían arriba y conformarían una 'grosse koalition'. Nada más alejado de la realidad. 'Back door man' Sánchez se encargará de ello, junto a un delincuente que reside en Bruselas a costa del erario público, y con el preternatural Zapatero como consejero áulico (me lo pasé bomba viéndole en la Sexta: cada vez está más preparado para sus futuras intervenciones en el Club de la Comedia). El resultado será la madre de todos los Frankenstein, y ahora mi mayor interés reside en cómo los escolásticos del partido van a maquillar la escena en la que Marlon Brando nos llena el culo de mantequilla, a fin de que parezca que es un acto de amor.
Andando el tiempo, irán corroyéndose los artículos de la Carta Magna de modos tan originales como sorprendentes. La polarización de España se hará tan profunda como el agujero 'Kola Seperdeep Borehole', que llegó a 12.263 metros (los cansinos gritos guerracivilistas de 'No pasarán' y 'Ya hemos pasao'). Las declaraciones sobre los rivales políticos se parecerán más a un 'kompromat' ruso que a una argumentación coherente. Se avanzará en un proceso constituyente, o sea, de desguace nacional (pobre artículo 2 de la Constitución). La ultraizquierda se irá enmascarando bajo unas siglas aparentemente más templadas como Sumar, mientras la ultraderecha seguirá soltando burradas estratosféricas (aborto, eutanasia, autonomías, Europa...). Por supuesto, los ultras de ambos signos amordazarán lo mismo, pero mientras los curas trabucaires lo llaman censurar, los bolcheviques lo amañarán como cancelación. María Jesús Montero seguirá aplaudiendo de esa manera tan extraña (estoy obsesionado, lo sé). En 2024 y 2025 habrá elecciones en el País Vasco y Cataluña, así que el quilombo se hará más grande. El PP seguirá sin hacer autocrítica de una trayectoria errática, y en alguna ocasión, irresponsable, como en el tema del Consejo General del Poder Judicial. Sánchez avanzará en su convicción mesiánica, con vocación de poder perpetuo, y alimentado por el milenarismo de Zapatero, llegará a clamar por la Parusía. Esta será la suma de un fracaso colectivo.
Y por hablar de todo un poco: ¿quién se acuerda de los caballos de Frisia que nos esperan en el camino? Debemos más de un billón y medio de euros. Después del verano la economía se va a desacelerar, y en Europa se van a poner duros con reconducir el déficit al 3% y recortar la famosa deuda, eso entre otras exquisiteces de la hoja de ruta bruxelles. Y todo para continuar recibiendo fondos, lo que va a comprometer desde las pensiones hasta los peajes de las carreteras. No olvidemos que también nos estamos cargando la presidencia de la UE, que hubiera podido servirnos para ir pastoreando el asunto. Tampoco parece preocupar que, a este paso, como no hay vivienda disponible, tengamos que buscar una seta para vivir debajo, como los pitufos (yo tiro de ironía, pero es un drama: es necesario generar suelo urbanizable, implicar a grandes promotores, entregar 25.000 viviendas al año, que los grandes propietarios tengan 100.000 pisos en alquiler; por supuesto, no se puede confundir la asistencial social con una verdadera política de vivienda, hay que controlar el turismo de plataforma digital, que estrangula el mercado, etc...). ¿Y qué pasa con el proyecto de modernización de la Administración pública española? ¿Y con la transición energética? ¿Y con los inversores, que salen pitando en cuanto ven una coma mal puesta?
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Que nadie se autoengañe: la historia europea está llena de hostias y cambios de régimen, y todo por obnubilaciones ideológicas, por soberbia, por yonquis del poder, por coartadas emocionales. Lo que tenemos es lo que ha votado España, y es lo que hay. No obstante, aunque se pueda formar gobierno, el país puede devenir en ingobernable. Yo no tengo claro que la mayoría de los españoles deseen este bloqueo; o que personas que quieren cargarse el país sean sus árbitros; o que los políticos no se atengan a la letra y al espíritu de la Constitución, y la relativicen a su conveniencia; o que haya un fin de época y pasemos a vivir en un jeroglífico. La pregunta que siempre me vuelve es: ¿por qué este empeño en hacernos daño? Recuerdo siempre a Jan Potocki, que se pasó tres años limando la bola de una tetera, con la convicción de que en el momento que pudiera introducirla en el cañón de una pistola, ese mismo día, se pegaría un tiro. Pues en esta tesitura se encuentra España, y seguimos limando, y limando, y limando...
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