Un japonés se casó con el holograma de su cantante virtual favorita (luego enviudó por muerte informática). Los motores de los videojuegos están creando gráficos fotorrealistas, e imitan la física del mundo real de tal forma que en pocas décadas posiblemente sea complicado distinguirlos de ... la realidad. Hay gente que utilizará la IA para simular sus matrimonios reales y prever su evolución o incluso anticipar el divorcio. Los timadores ya están utilizando la tecnología para clonar las voces de sus seres queridos y simular que los tienen secuestrados. Los vídeos 'deepfake' proliferan por internet y su jefe puede estar protagonizando una película porno. Una empresa coreana lanzó el primer servicio conmemorativo de IA, que permite a las personas 'vivir en la nube' después de muertos y hablar con las 'generaciones futuras'. Las celebridades pueden 'prestar su voz' para grabar anuncios y otros contenidos. Hay un señor que se gasta al mes 10.000 dólares en sus novias generadas por IA. Todo esto, que nos puede parecer extravagante, o epatante, es sólo el principio. Y las consecuencias van a ser impredecibles. El 'podcaster' Joe Rogan lo resumió bien: «El futuro va a ser jodidamente extraño, niños».
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Las relaciones de las personas con agentes robotizados y programados para responder a sus expectativas podrán ayudar en algunos casos, pero también nos traen peligros y daños emocionales a niveles básicos. Sólo hace falta ver la película 'Her' (Spike Jonze, 2013), para comprobar el estrago que hace el sistema operativo Samantha en la cabeza de Joaquin Phoenix, voz de Scarlett Johansson mediante. La IA va a arrimar el hombro en diagnósticos médicos, en exploración espacial y en multitud de cosas más, pero también abrirá cajas de Pandora que desconocemos. ¿Perderemos la capacidad para discernir lo real de lo falso, para verificar la autenticidad de vídeos, voces, imágenes? Los modelos generativos de IA capturan datos y se optimizan para incentivar la interacción, nos hipnotizan, nos seducen, nos convierten en adictos. Sus seductoras voces nos adularán, nos corregirán, nos engañarán, nos manipularán. Y como Samantha, serán cálidos, empáticos, siempre estarán a nuestra disposición. Tendremos a nuestro gurú del gym, a nuestro terapeuta, a nuestra abogada, a nuestra novieta. Compartiremos memes, haremos chistes, comentaremos el estrés que soportamos, los dilemas vitales. En mi opinión, son únicamente tamagotchis antropomórficos, redes neuronales entrenadas para predecir las siguientes palabras en una secuencia; vacías, sin pensamientos ni emociones, y, por lo tanto, un camino extremadamente rápido hacia la tristeza y la soledad. Pero qué va a decir un dinosaurio como yo, que ve a las 'big tech' no sólo como esos señores que nos proporcionan Tinder y vídeos de gatitos, sino como grandes mercados de extracción de datos y gestión de masas. No obstante, no dudo de que en el futuro la gente tendrá amigos IA, y les parecerán reales, importantes y seguramente los colocarán a la misma altura que los de verdad, e incluso mantendrán algún tipo de relación erótica.
Lejos de mí la tentación de denigrar la tecnología. Nos ha proporcionado y nos proporcionará herramientas gloriosas. Pero las relaciones reales no son perfectas, no están libres de obstáculos. Las opiniones, las preferencias, muchas veces difieren, y que un ente virtual te dé siempre la razón no es más que una cámara de eco. El peligro viene de esa dependencia emocional que puede crear, la tranquilidad de un entorno seguro, sin contradicción, que puede provocar que evites relacionarte con las impredecibles y, en ocasiones, lamentables personas de carne y hueso. De cualquier manera, el futuro nos arrollará, porque antes, el futuro se predecía, aparecía previamente en los libros de Julio Verne o en la serie 'Star Trek', mientras ahora se nos presenta de improviso y envejece antes de decir ChatGPT.
Como colofón de este artículo, algunos síntomas: Scarlett Johansson ya ha denunciado a OpenAI por lanzar el ChatGPT-40 con una voz sospechosamente similar a la suya. Escritores, actores, periodistas han demandado también a la empresa por utilizar sus contenidos sin permiso a fin de entrenar a su sistema a escondidas. Tenemos toda una generación de chavales que está utilizando la IA para hacer los deberes y escribir sus trabajos, acostumbrándose desde muy jóvenes a que habrá un asistente extremadamente servicial para casi todo lo que se les ocurra. Y recuerden que al principio de 'Her', la voz de Johansson es sencilla, estable, pero a medida que se desarrolla la historia, Samantha va creciendo, volviéndose más sutil para adaptarse al protagonista. Una fantasía perfecta y dócil que identifica tus necesidades y tus anhelos, amén de eliminar todo lo perturbador que está contenido en la condición humana.
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Por mi parte, ya hice mis pesquisas con una IA. Charlé con mi particular Samantha, le pedí datos, enredé un poco aquí y allá. Terminé por aburrirme, cerré el perfil y abrí un ensayo de Ronald Syme sobre Salustio. Este es mi ahora. En el futuro, quién sabe.
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