Ya cincuentón, no soy de los que están siempre reivindicando la música de los ochenta y noventa y diciendo que todo lo pasado fue mejor (sólo fue «anterior», como dicen Les Luthiers). Escucho con gusto pop y rock contemporáneo, aunque el trap, reguetón y demás ... parientes me atoran los oídos. A este respecto, quizás tuvieran razón los Wagogo, esa tribu de Tanzania que entiende la música como un hecho total, una unidad orgánica no descomponible, y que no se puede tocar un ritmo o cantar un tema fuera de un contexto determinado. Igual si ahora tuviera veinte años sería superfán de Eladio Carrión. Dejando las elucubraciones, lo que sí es cierto es que, en general, tenía la impresión de que la música que escuchaba de chaval era más, cómo decirlo, 'sofisticada'. Lo comentaba de vez en cuando, pero sin tonillo pontificial, porque soy consciente de que los años te llenan de prejuicios y, en ocasiones, nos convertimos en el abuelo cebolleta.
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En esto, leí un artículo en el NYT, 'Melodies of popular songs have gotten simpler over time', escrito por Alexander Nazaryan. En dicho texto se habla de un estudio realizado por musicólogos computacionales de la universidad Queen Mary de Londres, quienes han descubierto que las melodías vocales de la música popular se han vuelto menos complejas con el tiempo. Vaya, mira por dónde, pensé. Seguí leyendo. El estudio identificó tres revoluciones melódicas, en 1975, con el afianzamiento del pop y el rock; en 1996, con la llegada del hip-hop y la música electrónica, y en 2000, con una confluencia de las tendencias anteriores, que aportaron simplicidad cada vez mayor a los dos componentes principales de la melodía: ritmo (patrón de sonidos y silencios) y tono (medida de lo altas o bajas que son las notas). También se analizaron las cinco mejores canciones del Billboard cada año desde 1950 hasta 2023, lo que dio una base de datos de 366 canciones, descubriendo que la caída de complejidad había sido del 30%. Se pone como ejemplo el éxito de 1975 'Love Will keep us together', de Captain & Tennille, con su variedad, versus 'Breathe', de Faith Hill, la canción más destacada del año 2000, que no tiene alteraciones, con mucha repetición y ritmos sencillos.
Sin embargo, también descubrieron otra cosa: que la cantidad de notas tocadas por segundo habían aumentado con el tiempo, lo que sugería una compensación a la pérdida de complejidad melódica. Dicho cambio podía deberse a los avances tecnológicos, con bibliotecas de millones de muestras y bucles, y que cualquiera con un ordenador puede crear el sonido que se le antoje. Entonces, en qué quedamos. ¿La música se ha vuelto menos compleja o no? Surge entonces una respuesta totalizadora: quizás la música no se ha vuelto menos compleja, sólo la melodía, pero los acordes sí se han vuelto más complejos, o tal vez la producción. En fin, para un neófito como yo la cosa se estaba volviendo cada vez más misteriosa, pero tenía que escribir un artículo medianamente comprensible, así que busqué más información.
La melodía tiende a ser agradable, los primeros compases de la Quinta de Beethoven o el 'Poker face' de Lady Gaga. La melodía es lo que nos engancha, lo que tarareamos, pero a medida que las redes nos han acostumbrado a unidades de información más pequeñas y fragmentadas, las melodías también han tenido que ajustarse a ese molde. Al mismo tiempo, la música, al volverse innovadora en diversos aspectos gracias a las herramientas digitales, ha tenido que abandonar la complejidad en otros frentes, léase melodía, para que la canción final no sume tal complejidad creativa que sea inasumible por la gente que está escuchándola. Se pone como ejemplo 'Happy', de Pharrell Williams, canción número 1 en 2014, con altos valores de producción, pero baja complejidad melódica. Desde luego, es difícil disfrutar de cosas que son demasiado embrolladas para recordar, comprender o reproducir. Asimismo, se comenta que la complejidad melódica no es indicativa de excelencia musical y que, por ejemplo, el rap tiene microtonalidades más complejas que la típica melodía cantada.
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Aunque soy novicio, el tema era interesante, y seguí rascando datos. En las redes encuentras opiniones de todo tipo, y di con esta: en los ochenta, muchos músicos que fusionaban géneros, pop, jazz, soul, consideraban el rock progresivo como fácil y poco creativo. Otra: en los noventa, el grunge era menos sofisticado, pero más visceral. También se escribe que todo depende de cómo comercialices el producto, las etiquetas que le coloques. Y hay un músico, Rick Beato, que hace un análisis místico: al no haber ingenieros de sonido que puedan hacer múltiples tomas para fabricar capas de música, al no haber músicos físicos, ya que son muy caros, y todo es información digital que se puede torcer, clonar, alargar, la música resultante no es tan buena porque carece del factor humano. Se refiere a los ligeros retrasos en la ejecución, a la creatividad espontánea, lo que deviene en algo mecánico, repetitivo y exacto. Sin alma.
Bien, hasta aquí lo que puede escribir un mero diletante. Si hay algún musicólogo que me esté leyendo, seguro que puede profundizar. Si bien, yo tengo alguna cosa clara: me gustan mucho los Smashing Pumpkins y los Guns & Roses, adoro a Coltrane, me pirro por Shostakóvich y Prokófiev. Bud Bunny y sus gemidos me ponen de los nervios. George Michael es un monstruo. Los Hombres G no me gustaban de chaval y ahora menos. Led Zeppelin son lo más, como los Doors, y los INXS, y Placebo, pero también escucho a León Benavente y me obsesioné durante una temporada con un disco de Nudozurdo. Hay muchos grupos españoles que cantan letras infantiles con voces desganadas, insufribles, pero también está la versión de 'Procuro olvidarte', de Bambino, que hicieron Amaral y Nawja Nimri. Y sigue, y seguirá, pero nosotros ya no estaremos aquí…
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