Secciones
Servicios
Destacamos
Se calcula que durante el periodo en que Leopoldo II fue dueño del Congo, desaparecieron diez millones de negros. Esta tragedia dio como fruto una de las novelas más importantes de la historia, 'El corazón de las tinieblas' ('Heart of Darkness', 1899), de Joseph Conrad. ... El autor había estado en el Congo y había visto la brutalidad de los europeos, y dijo que su libro «relataba una experiencia llevada sólo un poco más allá de los hechos reales». John Milius recogería esta narración y la adaptaría como guion en otra obra maestra 'Apocalypse Now', la película que dirigirá Francis Ford Coppola en 1979. La novela cuenta el viaje de Charles Marlow desde Londres hasta el río Congo en busca del jefe británico de una explotación de marfil, el trastornado Kurtz. Como dice en la novela el Arlequín (Dennis Hopper, en la película), «fui un poco más lejos, cada vez un poco más lejos, hasta que he llegado tan lejos que no sé cómo podré regresar alguna vez». Hay escenas inolvidables, como las naves negras disparando enloquecidas contra la selva esmeralda, «están ahí, están ahí…», o las cabezas empaladas que miran hacia la casa de Kurtz, o sus palabras hablando del infierno tan temido, el Horror, mientras el ambiguo Marlow lo admira a su pesar: «Había candor, convicción, una nota vibrante de rebeldía en su murmullo, el aspecto espantoso de una verdad apenas entrevista…». Creo que hay pocas personas que no se hayan sentido concernidas por esta novela.
Podríamos decir que, embarcándose en un vapor, hay alguien que ha recorrido de nuevo el río Congo en busca de Kurtz. El autor francés Paul Kawczak recoge el testigo en su novela 'Tiniebla' (Destino) y, en esta ocasión, no se trata de encontrar a un semidiós desquiciado, sino de trazar las fronteras de la propiedad belga a fin de terminar con los enfrentamientos entre potencias coloniales. Marlow ya no es Marlow, sino Pierre Claes, que con sus instrumentos pretende deshacer las tinieblas, las mismas que, poco a poco, invadirán su alma. La novela cuenta una peripecia similar, una búsqueda de los puntos ciegos del alma. Henry Morton Stanley, el del famoso «Doctor Livingstone, supongo», era un animal sediento de gloria y poder contratado por Leopoldo, que anunció el holocausto que vendría, un mundo sin Cristo. En esa época, 1890, las cifras de mortalidad entre los funcionarios belgas en el Congo eran de uno de cada tres, enfermedades ecuatoriales aparte. Los jóvenes llegaban con un montón de lecturas en la cabeza, con el destino manifiesto de la civilización, henchidos de orgullo. A cambio, las selvas oscuras, la crueldad, la cordura que se va perdiendo, la disentería, el paludismo, la malaria, las diarreas, la fiebre. Los negros son cosificados y odiados, no se consideran parte de la raza humana. Los oficiales se alcoholizan, mandan quemar aldeas, se casan con monos, violan niñas negras, mandan cortar los genitales a los niños y hombres negros. «Descubrir África, joven, es descubrir el propio corazón de uno…», le dice a Claes el Reichkommisar del África Oriental Alemana, Von Wissmann.
En el camino de Pierre Claes irán apareciendo el resto de personajes de esta tragedia. Xi Xiao, maestro de tatuaje y de lingchi, el arte de despiezar a los seres humanos sin que pierdan la conciencia. El médico Vanderdorpe, que se había emborrachado en París con Baudelaire y Verlaine, y enamorado de tal forma de una mujer que su corazón había reventado. Y los lectores avanzaremos por el río Congo junto con la infección europea que lo recorre como si fuera una corriente sanguínea. Veremos a hombre fuertes como toros agonizar entre excrementos y fiebre, y los que resistan, lo harán ya sin espíritu y con treinta kilos menos. «Para sobrevivir, el geómetra había encogido física y psíquicamente… La enfermedad se había llevado lo superfluo, así como esa estúpida idea del bienestar físico con la que crecían los europeos…». Navegaremos entre peligrosos troncos y bajíos, entre furiosos hipopótamos, entre milagros ornitológicos. Hablaremos con capitanes polacos sobre el Salambó de Flaubert. Tendremos que cortar las manos de los negros ejecutados y entregarlas junto con el casquillo, a fin de justificar el cartucho que hemos utilizado: toda persona dueña de un fusil debía rendir cuentas de cada una de sus víctimas, ya fueran animales o humanas. La locura será gradual, fuera de la selva todo parecerá triste vanidad.
Y así, Pierre Claes, un racista, como lo eran todos en su época, irá ampliando su rabia contra los negros hasta alcanzarse a sí mismo, una melancolía que devastará su espíritu, que le robará el alma. La fiebre quemará su cuerpo, la alucinante y desmesurada naturaleza le arrancará sus últimos anclajes en las palabras. Solo quedarán los gritos de los monos, los trinos de los pájaros, el verde delicuescente, el fango que todo lo reblandece. Su destino será el mismo que el de muchos de los funcionarios que viajaron a África en una labor civilizadora, «para favorecer el auge del comercio honrado y el fin del esclavismo brutal… para hacer gala del espíritu civilizado en el sentido más elevado del término». Buenos padres de familia, bruselenses, berlineses, londinenses, parisinos, que en cuanto desembarcan en África se dejan llevar por un odio atávico, por las promesas del marfil y el caucho, por una extraña enfermedad que les hace violar y matar a todo ser vivo. «Nunca habría ningún Dios, estaba claro y nunca se había insistido en ello lo suficiente. La vida mataba la vida, y matar era morir».
Joseph Conrad escribió unos de esos clásicos que «nunca termina de decir lo que tiene que decir», en palabras de Italo Calvino. Y Paul Kawczak siempre lo tiene en el radar, sabedor de que no se puede superar, pero sí seguir sus pasos, hasta donde podamos llegar.
Quienes le hemos escuchado, a Kurtz, nunca más podremos olvidar «no su voz, sino el eco de su magnífica elocuencia, que llegaba a mí de un alma tan traslúcidamente pura como el cristal de roca… Kurtz, una sombra insaciable de apariencia espléndida, de realidad terrible, una sombra más oscura que las sombras de la noche…».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.