![La conciencia del silicio](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/06/04/imagen-art-kInC-U2004781342295HI-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Llevo una temporada leyendo mucho sobre Inteligencia Artificial. Intento estar al día de un tipo de evolución que va mucho más rápido que la biológica, y que, seguramente, nos jubilará como especie. La gran pregunta que hacemos adquiere casi caracteres metafísicos: ¿es posible que las ... máquinas tengan conciencia? La conciencia es una piedra angular de nuestro sistema moral, y si un androide finalmente se convirtiera en cualquiera de los famosos Nexus 6, ya estaríamos ante un montón de dilemas, porque no está bien esclavizar a un igual. Otro problema es la rapidez con que la IA avanza: sus nuevas versiones dejan en mantillas a los 3.800 millones de años de desarrollo cerebral, lo que crea otro montoncito de posibilidades y conflictos. Podrías optar por fusionarte con las máquinas, podrías hacer mejoramientos selectivos de tu inteligencia, podrías descargar tu mente como si fuera un software y ejecutarla en otro cuerpo sintético… Hay muchas opciones, la mayoría aún en el campo de la ciencia ficción, pero cualquiera de ellas conlleva la misma incógnita: ¿tu 'yo' seguiría intacto?, ¿seguirías siendo tú?
Se calcula que para 2070 ya tendremos la Singularidad encima, es decir, que las máquinas serán conscientes. Unos auguran la destrucción de nuestra civilización, otros, una época arcádica donde la vejez y la enfermedad y la pobreza desaparecerán gracias a la alianza entre el hombre y la IAG. Isaías lo puso más bonito: «El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid». No obstante, hay mucha controversia sobre dicha conciencia: unos defienden el naturalismo biológico, que afirma que las máquinas no podrán tener experiencia interna, que sólo podrán fingir una conciencia; otros son más optimistas y creen que la película 'HER' podrá ser real y tendrás una novieta digital que se preocupa por ti. En realidad, nadie sabe de dónde surge la conciencia, ni las condiciones necesarias para que brote. Y si resulta que la aparición de la conciencia depende de fenómenos cuánticos, entonces nunca tendremos la información necesaria para crearla o reproducirla, porque la restricción que implica en la medición de las partículas haría imposible definir las características exactas.
A este respecto, Susan Schneider ha escrito un ensayo sumamente original, 'Inteligencia Artificial' (Koan), en el que explora filosóficamente el futuro de la mente y su conciencia, y todas las probabilidades que nos ofrece la tecnología. Una IA podría funcionar perfectamente sin conciencia (o mejor dicho, tendría una conciencia cognitiva, pero no fenoménica), como hace ahora, o con una conciencia de baja calidad, o evitar directamente la conciencia (porque nos conviene seguir teniendo currantes sin derechos), o tener más seguridad gracias a la conciencia (y su empatía). Cada una de las alternativas tiene sus pros y sus contras, así como también resulta interesantísimo el problema cuerpo-mente, y los debates que ha generado: panpsiquismo, dualismo, fisicalismo, idealismo… No obstante, volvemos siempre al punto de partida: ¿quién soy?
Veamos: ¿qué es lo que hace que usted, apreciado lector, sea usted? Los filósofos hablan de las 'propiedades esenciales', lo que hace que una cosa sea eso en concreto mientras existe. A lo largo de la vida, tus células cambian, igual que tu cerebro: si fueras sólo materia física, hace tiempo que habrías dejado de existir. De esta forma, ¿qué es lo que hace que el patrón del 'yo' continúe intacto a los noventa años de vida, por ejemplo? El debate es antiquísimo, y siempre apasionante. Puedes considerar que son tus recuerdos los que te conforman, y tu capacidad para reflexionar sobre ti mismo (Locke). O puedes pensar que es la materia física lo que te define (a pesar de las evidencias), o que tienes un alma, una entidad esencial distinta de tu cuerpo. También es posible que el 'yo' sea una ficción, una ficción gramatical (Nietzsche), o que sólo haya ciertas percepciones sin yo (Hume), o directamente que no haya individuo, que seamos parte del universo (Buda). Ya digo: todo estimulante, y según lo que usted crea, con sus propias implicaciones.
Susan Schneider se mete en otro jardín muy absorbente: qué tipo de vida extraterrestre nos aguarda ahí fuera. Lo más probable es que no se trate de organismos biológicos con ocho patas, sino seres sintéticos, civilizaciones que una vez fueron de carbono, pero que evolucionaron a través del silicio hasta ocupar el cosmos. La transición puede ocupar sólo unos cientos de años, y en el universo puede haber millones de otros mundos que han desarrollado una IA, y que son millones de años más antiguos que nuestra civilización. En este punto, seríamos considerados bebés galácticos, y esos organismos sintéticos, hiperinteligentes, podrían haber dejado atrás hace mucho nuestra capacidad para juzgarles, para entenderles, para encontrar sentido a sus acciones. Con este panorama, ¿nos conviene encontrarles o que nos encuentren?
Siempre recomiendo la serie 'Altered Carbon', que muestra el mundo que se abriría ante la posibilidad de descargar el cerebro en una máquina o en otro cuerpo más joven (¿se imagina poder tener otra vez 30 años?). Sería un mundo en el que la inmortalidad se dispondría a la carta (siempre dependiendo de tu capacidad económica, eso no cambia), un mundo donde espectros inteligentísimos poblarían las redes digitales, fantasmas que podrían ser tus amigos, tus amantes. También recomiendo una novela, 'Cero K', de Don DeLillo, acerca de la crioconservación de los cerebros a fin de poder ser resucitados décadas después de la muerte. El enfoque es mesiánico, pero también lo era viajar al espacio. A mí todo esto me pilla 'mayorín', pero, con un poco de suerte, podré alcanzar a ver los flecos de un mundo apenas imaginable.
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