Yo entiendo que el señor Barbón, tan astuto, siga insistiendo con la oficialidad. Es normal desde el momento en que Asturias continúa en caída libre: pérdida de industrias, listas de espera en la Sanidad, que si la intermodal de Gijón, que si los trenes, que ... si la demografía, que si los pollos en la escuela pública, que si… Podemos seguir así hasta el infinito y más allá. Por ello, el sagaz Barbón sigue los consejos de Charles Pasqua, quien fue ministro de Interior con Chirac: «Cuando te pillan en un asunto, hay que crear un asunto dentro del asunto y, si es necesario, un asunto dentro del asunto del asunto, y así hasta que nadie entienda nada». Tal cual, realiza aspavientos, denuncia este contradiós en que vivimos y clama por la reforma del Estatuto de Autonomía para que el bable y el eonaviego sean lenguas oficiales de la región.
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Vamos a pasar por alto que no hay consenso, que no les dan los escaños, que el bable lo hablan cuatro (cómo será, don Adrián, que hasta su 'cómplice', el señor Villaverde, se trabuca), que nos engañaron con los números de lo que iba a costar la implantación de la oficialidad, que nos falsearon lo de la 'amabilidad'. Vamos a hacernos los locos con esa ansiedad reivindicativa de que las cosas tienen que ser para ayer. Vamos a obviar que el único territorio europeo trilingüe es Luxemburgo, con su lengua vernácula, el alemán y el francés (nosotros español, bable y eonaviego, ¡yep!). Vamos a correr un tupido velo sobre la minoría que se va a forrar a costa del erario, la academia del bable, entre otros, y sobre la mayoría de asturianos que sufriría una desoladora discriminación. Vamos a pasar de puntillas sobre lo perdonavidas que resulta que nos digan lo que nos conviene hablar, sin consultas ni referéndum. Vamos a no denunciar el desatino del «impacto positivo en la economía» que dijo el señor González Riaño, aunque, bien pensado, en su bolsillo va a ser bien positivo, quizás tenga razón. Vamos a soslayar el sindiós que sería que los mediocres se hicieran con las plazas de funcionarios sólo por tener la ventaja de saber bable, y el problemón que tendríamos con ingenieros o médicos que no pudieran ejercer en Asturias por no saber eonaviego. Sí, vamos a esquivar todo esto. ¿Entonces?
Pues entonces, vamos a considerar que el modelo es el vasco, porque en su momento ni dios hablaba euskera, pero que a las bravas se puede, igual que se podría en Asturias. En estas mismas páginas el señor Neira desmontó la película económica del señor González Riaño respecto al maná que representará para la patria querida, «igual que lo fue para Euskadi». Yo voy a resumirlo: la buena nueva de los miles de empleos que se crearán gracias al bable los va a tener que pagar el erario asturiano (¡y sin concierto económico!) y eso no es crear riqueza. Una vez colocados en este punto, a mí me gustaría profundizar un poco en el asunto vasco. En todos estos años, los de vascongadas se han gastado cerca de 2.100 millones de euros para promocionar el uso del euskera. En el último informe PISA, el de 2022, los resultados de los alumnos vascos fueron catastróficos y eso con una inversión por alumno de casi 10.000 euros, el doble, por ejemplo, que en Madrid. Al parecer, los alumnos que no estudian en su lengua materna, o sea, español, obtienen peores resultados: unos 45 puntos menos en los exámenes de comprensión lectora. También en Matemáticas y Ciencias las notas son mejores si se estudia en español. Vamos a seguir ahondando en el hipotético futuro para Asturias.
En el País Vasco hace tiempo que han saltado las alarmas, pero, a su manera, se hacen los suecos. Más del 50% de los alumnos no superan el nivel inicial de euskera y cuando terminan los estudios, siguen igual. Otrosí: Euskadi, con su potente tejido industrial, pero con malos datos de natalidad y mucho envejecimiento, está empezando a tener problemas para encontrar mano de obra cualificada. Los profesionales internacionales, cuando se les anima a instalarse con su familia, se lo piensan dos veces al encontrarse con las exigencias lingüísticas en la escuela. Y ahora, vamos a ampliar la perspectiva.
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Asturias, con una burocracia infernal, que deja pasar las empresas como si nos sobraran, que se desangra se mire en la dirección que se mire. Asturias, que no lucha por los fondos europeos, con la peor tasa de actividad de los jóvenes y cuyo único habitante sobreprotegido es el lobo. En esta Asturias, irrelevante, el muy cuco Barbón se desgañita y dice que hay que pasar a la acción, y le pide al PP que se aclare, y que no vale refugiarse en la abstención (?), es decir, se cambia lo que yo quiero, cuando me da la gana, y luego ya se verá cómo lo desarrollo. En esta Asturias, intrascendente, el taimado Barbón nos dice que vamos a empezar de 0 a 6 años con cuentos y leyendas y adivinanzas, y que vamos a acabar en una radio con uso mayoritario del bable y con una tele al 50%. En esta Asturias, desvanecida, necesitamos a un Pepe Isbert que, como en 'Bienvenido Mr. Marshall', nos deba una explicación. Pero va a ser que nadie nos la 'pagará'.
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