Bad Bunny y los nuevos puritanos

Todos esos censores que se quieren cargar a Roald Dahl y a Nabokov y a Ian Fleming y a Mark Twain y a Agatha Christie, lo iban a tener crudo con los traperos, pero mucho más con los clásicos

Domingo, 11 de junio 2023, 22:57

Un sábado me levanté con la moral por las nubes y me dije, venga, campeón, vamos a ponernos al día con la música, no me seas rancio. Abandonemos los 90 y los Smashing Pumpkins, el jazz, la clásica, que no se diga, que la vida ... son más cosas, aquello de la 'pluralidad tolerable' de Fidel Castro. No obstante, como soy previsor, me serví un par de dedos de Laphroaig Quarter Cask (de los más equilibrados de la gama escocesa) y me enchufé al Spotify. Sobre todo, quería explorar el reguetón, que ahora no se llama reguetón, sino trapeo, con un montón de variaciones más. Al poco, me di cuenta de que iba a necesitar más dedos de Laphroaig: no sería la primera vez que una empresa épica fracasa por errores de logística. Ya tranquilo con las existencias, continué con mi labor.

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Lo fácil era meterme con Rosalía, pero yo soy un mártir: cuando me pongo, me pongo. Al principio, mucho 'motherfucker' y los recursos habituales, nada reseñable. La cosa empezó a ponerse más complicada con Bad Bunny, «tú tienes un culo bien grande y lo tengo bien estudiao y de ello me he graduao». Más romanticismo, imposible. Y el nivel lírico nunca decae, «no me busques en Instagram, búscame en casa, y verás lo que pasa». Los alemanes del siglo XIX se removían en su tumba por la dureza de la competencia. Proseguí con el trabajo evangélico. En esto me encontré con el gran Eladio Carrión, «ese culo tan lindo y tú con novio, baby, eso no pega… chingamos con mis prendas puestas, quedó ciega». A Bécquer empezaron a flaquearle las piernas. En esto llegó Ozuna, «no sé por qué peleamos si podemos hacer groserías», y luego Feid, «tú tienes cara de que eres una nasty… peligrosa para un falling in love…». Seguí disfrutando de los poetas: un montón de cochinadas más, declaraciones escatológicas, burradas varias, todo con buen ritmo (bueno, siempre es el mismo, para qué nos vamos a engañar). A esas alturas, yo estaba blindado por las divinidades pictas, y con fuerzas para seguir. Pero, en esto, tuve una epifanía.

Sí, una de esas visiones gloriosas de las que hablan los místicos: todos esos censores que se quieren cargar a Roald Dahl y a Nabokov y a Ian Fleming y a Mark Twain y a Agatha Christie, lo iban a tener crudo con los traperos, pero mucho más con los clásicos. Y empecé a darle vueltas: Henry Miller, Bukowski, Fante… No, no, todo muy visto. También me acordé de Restif de la Bretonne (menos conocido que Sade, pero yo soy un esnob, a qué negarlo), pero no, tampoco era lo suficientemente potente. Marcial también es un guarro, pero los hay más. Pietro Aretino es muy cochino, pero yo necesitaba al rey de los cochinos. Seguí consultando al oráculo escocés hasta que me sugirió un par de incontestables. Y, en efecto, el primero era tan talentoso como gocho: ¡Aristófanes! Porque una cosa es sustituir un 'negro' por 'afroamericano', quizás tengas que tachar un par de frases, algún giro que se sale de madre para las conciencias hipersensibles del Santo Oficio Progresista, pero otra cosa es el bombardeo de racimo que hace el griego. Nadie, pero nadie, coloca por página más pollas, coños, maricones, niñas disfrazadas de lechones… Prueben con 'Los Acarnienses'. Eso para empezar.

Y tenía a otro rey esperando, más bien un emperador, que se iba a cagar en los 'sensitive readers', que llaman ahora, esa gente que detecta vulneraciones a la corrección política. Dizque que alertan de asuntos peliagudos de género, raza, identidad… Y borran todo lo que sea gordo, calvo, feo no sólo en los libros, sino en podcast, guiones, videojuegos… Quién, quién, quién, se preguntarán. Pues quién va a ser: el más animal, el único, el inimitable, Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, nacido en Madrid y enterrado en Villanueva de los Infantes. Cuando los 'sensitive readers' le digan que un escritor blanco no puede escribir sobre negros, él responderá «satírico diz que estáis/A todos nos dais la matraca/descubierto habéis la caca/con las cacas que cantáis». Cuando los 'sensitive readers' pontifiquen que no se pueden describir gráficamente las agresiones, Quevedo responderá que «no son las cosas mismas/las que al hombre alborotan y le espantan/sino las opiniones engañosas/que tiene el hombre sobre las mismas cosas». Cuando los 'sensitive readers' digan que se deben adjuntar fichas explicativas a películas y libros que tienen pasajes inaceptables para la sensibilidad actual, Quevedo remata «¿qué fuerza tenéis vos, puerco mocoso/hijo de la gran puta, remilgado/dibujo de tal madre retratado/mentirosillo, necio, cegajoso?». Cuando los 'sensitive readers' obliguen a cambiar los cuentos de Grimm y Andersen porque sus versiones originales son muy salvajes, Quevedo sacará la espada y berreará a los cuatro vientos «no hay contento en esta vida/que se pueda comparar/al contento que es cagar/. Porque no hay gusto más descansado/que después de haber cagado».

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Pues eso, que les deseo suerte a los nuevos puritanos: en nada lograrán hacer que el whisky sin alcohol parezca lo normal (y que Dios nos pille confesados).

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