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No sé cómo se ve desde Asturias la entente del gobierno y sus aliados contra Isabel Díaz Ayuso, pero les voy a contar cómo se ... ve desde Madrid: muy graciosa. En la capital muchos nos preguntamos quién asesora en la campaña de acoso y derribo de Ayuso, porque el nivel de cretinismo alcanza cotas inenarrables. Ayuso te puede gustar más o menos, pero cuantos más cintarazos dan para tumbarla, más se cimenta la próxima mayoría absoluta de la presidenta, igual que el gigante Anteo cuando caía en tierra. Y esto tiene sus razones.
Los 'apparatchiks' que ahora le reprochan el asesinato de 7.291 ancianos en las residencias madrileñas (señora Maroto, esa lengua…) son los mismos que impusieron dos decretos de estado de alarma inconstitucionales. Los mismos que lanzaban loas al vicepresidente Pablo Iglesias, que salió para contarnos que él mismo se hacía cargo de las residencias en España –«vamos a construir un escudo social»– y que no nos preocupáramos (igual que el infame Simón y sus «uno o dos casos de coronavirus»). Los mismos que no nos cuentan el número de muertos en el resto de comunidades autónomas, pero repiten la (inventada) cifra mágica madrileña con una precisión de reloj atómico. Los mismos que promocionan un documental en la televisión pública sobre lo mala que es Ayuso con la preeminencia que se le da a un discurso del Rey. Las demandas en los juzgados no están funcionando (se han archivado más de 60 denuncias), por lo que buscan una pena de telediario, remedo de los tribunales populares tan caros a la izquierda. Mientras, quienes vivimos en Madrid nos acordamos cariacontecidos de cuando Sánchez no puso los controles en Barajas pedidos por Ayuso, cuando aquello era un coladero de casos. La intención, cómo no, era que Madrid quedase desbordada por la peste para derribar a la presidenta, la misma jugada que hicieron con el inepto de Mazón en Valencia.
A ver, que no sé si me estoy explicando, no sé si puedo hacerles entender por qué los madrileños van a acabar canonizando a Ayuso. No obstante, voy a intentarlo: es un tema que está en el aire matritense. Por mucha propaganda que utilicen, en el Foro el colmillo ya está muy retorcido, y hace gracia que un señor de Cantabria esté más preocupado por los muertos madrileños que por los de su comunidad, fenómeno inaudito, por otra parte (hace poco escuché a una señora de Zamora quejarse del sistema de salud madrileño, y eso que sólo venía a la Villa y Corte de pascuas en ramos). No sé si recuerdan a Baltasar Gracián: «Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena».
Por otro lado, los que vivimos en Madrid nos acordamos mucho de la manifestación del 8 de marzo, con Begoña a la cabeza, y unos días antes, de la imagen de Carmen Calvo animando a todas las mujeres a asistir porque les iba la vida en ello. Tenía razón la señora Calvo: aquello seguramente costó muchas vidas, cuando podía haberse cancelado, porque ya nos olíamos la tostada, pero la prioridad era la foto política. Desde luego, los convivientes en la capital tenemos muchos problemas, pero, repito, tenemos buena memoria. Por ejemplo, también nos acordamos del famoso comité científico fantasma que tanto nos vendieron, y de los muertos que se iban acumulando en la pista de hielo mientras Simón, la marioneta de Pedro Sánchez, continuaba en su burbuja de 'agit-prop'.
Ayuso puede tener un novio más culpable que Caín, pero quiso cerrar los colegios a toda pastilla, hizo test de antígenos, controló las aguas residuales para imponer un modelo menos restrictivo, defendió que se mantuviera la actividad económica, puso a funcionar un hospital de campaña en Ifema, levantó el Zendal (que tantas críticas recibió: ¿se acuerdan de cuando Mónica García «médica, madre, mujer» lo torpedeaba mientras en su interior había gente pasándolas putas?), coordinó la sanidad madrileña cuando la famosa cogobernanza, una manera como cualquier otra de que Illa 'Maravilla' se lavase las manos.
En Madrid nos acordamos de que mientras había días que morían mil personas, todo fue ignorancia, falta de respeto, mala fe. Respecto a los geriátricos, se hizo lo que se pudo, pero recordemos los hospitales colapsados, los triajes como en un frente de guerra, los médicos desbordados, con el paracetamol y las mascarillas de oxígeno como únicos escudos: desgraciadamente, no fue suficiente, pero ¿cómo podría haberlo sido? Yo mismo recuerdo que tuve que ir a Urgencias por una sospecha de que el bicho se me había agarrado al pecho (falsa alarma), y nunca olvidaré la cara de pánico que tenía el jefe del asunto (y era un tipo con más mili que Espartero), con quien estuve hablando después de las pruebas y que me narraba un panorama apocalíptico. Hay memoria, queridos paisanos. En Madrid, hay mucha memoria. Ayuso cae, y cae, y cae, y como Anteo, vuelve a levantarse gracias a la energía socialista.
Más cosas: financieramente, Madrid emite deuda con alegría, no le debe ni un euro al Estado. Madrid es la comunidad que más aporta al sistema de financiación autonómico. Madrid «va como un cohete». Con esto no quiero decir que aquí se viva regio y regalado, porque no es verdad. La ciudad es dura, pero precisamente por su aspereza no consiente veleidades ni la zafiedad de los fraudes oficiales. Ayuso no tiene la verdad revelada, no baja con los diez mandamientos de la montaña, pero se la ve como un carminativo enormemente eficaz contra las flatulencias sanchistas. Y por lo que a los madrileños se refiere, «no salimos más fuertes de la pandemia», como decía el Gobierno, sino más encabronados. Seguirán llegando estafermos, ya sean Iglesias, Lobato, Errejón, Gabilondo, Aguado, Monasterio, López… pero mientras la alternativa sea la calamidad actual, Ayuso seguirá recibiendo extremaunciones como el papa León XII, que fue dado por muerto 17 veces.
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