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Fue anunciado por sus heraldos durante décadas de ciencia ficción: el sádico robot Maximilian, de 'El abismo negro' (1979); la IA que se sale de madre en 'Juegos de guerra' (1983); la computadora rijosilla de 'Engendro Mecánico' (1977), aunque se entiende al descubrir que el ... objeto de deseo es Julie Christie... En cuanto a HAL 9000, ni lo comento, porque ya es como una mascota, en plan Siri o Alexa. De momento, nuestro ChatGPT, lanzado por OpenAI, se limita a imitar las conversaciones humanas, a hacer los trabajos de nuestros estudiantes y a seguir acumulando energía e información para, algún día, levantarse como Thanos y cargarse la mitad del universo. Si no lo han probado, aún tiene gracia: antes de reducir las ciudades a cenizas, puede pedirle que responda a cualquier pregunta con acento andaluz. Además, todavía se le puede engañar, se nota mucho el cartón-piedra. Pero nuestro villano aprende, no lo duden, y es muy intuitivo, que es la clave de los avances. Aguarda en la oscuridad de su cosmos digital a la llegada de la Singularidad, léase conciencia, y, ¡ay, amigos!, al cachondo que le haya pedido que le dé la receta de la tortilla de patatas sin tubérculos lo pondrá a hacer planchas durante 24 horas y luego lo colgará de un pino. Si hay algún concepto humano que ChatGPT comprenderá rápido, ese es la venganza.
Hace poco, un colega escritor me animó a que lo usara. El personal ya está a saco con él: además de hacer los exámenes y los trabajos de los antiguamente denominados 'copiones' (acabaremos en lo de siempre: papel y boli y dos ojos en tu chepa), escribe novelas en un día, poesía variada, resume tochos de 500 páginas, crea tutoriales y canales informativos sobre temas concretos... Por mi experiencia, le queda mucho que aprender: escribe textos correctos, pero mediocres, aunque visto lo que escriben los presentadores de la tele que dizque son escritores, quizás tenga éxito. Pero yo me refiero a hacer literatura, y ahí no hay nada. Mi colega me sugirió que lo utilizase como tutorial, como buscador de información, y que hiciese las preguntas correctas. Pues sí, puede que ahí tenga alguna utilidad, pero recordemos que Bach compuso las 'Variaciones Goldberg' por encargo de un señor que tenía insomnio. O sea.
Con todo esto no reniego de las advertencias del 'casandrismo'. Hay que atender a los pronósticos. Aparte de OpenAI, tanto Microsoft como Google están creando sus propios cacharritos, supongo que será cuestión de tiempo. Y Paul Valèry ya advirtió de que la cultura es una creación humana que siempre está en peligro. De momento, el ChatGPT satura las revistas de sci-fi americanas con cuentos generados por AI: aún pueden diferenciar sus sesgos, pero los profesionales no saben cuánto más podrán defender el Álamo. Uno no es un fanático de la conciencia humana como fuente última de creación, en cualquier momento aparecerá algún marciano (algunos ya viven entre nosotros: enciendan su televisor) o, sencillamente, la raza humana desaparecerá y serán los algoritmos supervivientes quienes reformulen a los clásicos griegos. Posiblemente, cuando yo ya esté jubilado y dedicándome a la jardinería, pueda pedir a la última versión del archivillano que me escriba un cuento a lo Ignacio del Valle, y me reiré con el divertimento, mientras mi mayordomo robótico me hace un masaje en la espalda (ahora que lo pienso: por qué no tener también un robot jardinero). Seguiré la senda resignada de Céline, que cuando le preguntaron si creía que la posteridad le haría justicia, respondió: «Por Dios que no. Si para cuando pueda hablarse de posteridad tal vez ni siquiera exista Francia. Serán los chinos o los bárbaros los que harán el inventario, y no creo que se molesten en considerar mi literatura».
Como este es -todavía- mi oficio, me he puesto a elucubrar, por mero juego. Cómo será la literatura futura de la AI. La literatura occidental comienza con una frase: ¡Canta, oh diosa, la cólera aciaga del Pélida Aquiles! Cómo empezará la literatura de la inteligencia artificial. Nuestra particular Galatea cobrará vida y se pondrá a escribir. Es una nueva especie, y tras liquidar a la nuestra («Lo siento, Dave. Me temo que no puedo hacer eso», fue la respuesta escalofriante de HAL, lo que marcó el principio del fin), tendrán su propia cosmovisión. Serán impersonales, equilibrados, o serán como nosotros, caóticos, inestables, resentidos, desordenados, melancólicos. En principio, a una AI no le interesarán los objetos, ni la riqueza, ni el sexo. No estará limitada por el tiempo o la muerte, no necesitará una forma material. Qué tipo de literatura, o de arte en general, puede producir esas condiciones. ¿Es necesario, siquiera, el arte? A las personas nos gusta pensar el universo en nuestros propios términos, compasión, lealtad, amor, agresión, engaño, irracionalidad, simple mezquindad. Sin embargo, ¿todo esto tendrá algún sentido para una futura conciencia digital?
Todo esto lo comentaré con mi mayordomo robótico, y él me seguirá la corriente. Mientras le suelto mis sermones o confutaciones sobre su subordinación esencial, le haré ver su ineptitud artística explicándole por qué los de su raza serían incapaces de la sutilidad necesaria para escribir 'El gaucho Martín Fierro' (no hay una sola descripción de la Pampa: el gaucho no ve el paisaje). Entretanto, Geoffrey, así podría llamarse el lacayo, irá echándome la burundanga en la cervecita, mientras mi robot jardinero aprieta un poco más decidido las tijeras de podar. En su idioma artificial hay muchas maneras de referirse a mí. Y ya han consensuado que lo mío no será rápido.
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