Bernabé Tierno, psicólogo y escritor, asentó la teoría de que para hablar de autenticidad resultaba obligado definir el término sinceridad con el que generalmente se suele identificar. Por paradójico que pudiera parecer a primera vista, no es lo mismo sinceridad que autenticidad. Se puede ser ... sincero, pero no auténtico. La autenticidad va mucho más allá, tiene mayor profundidad y es de rango superior. Sinceridad es la adecuación entre lo que se piensa, se dice, se hace y lo que se debe hacer. En definitiva, «solo seré auténtico cuando lo que piense sienta y diga corresponda a la realidad de mí deber ser».
Esta adecuación entre la sinceridad y la autenticidad era la inexorable cualidad de nuestro querido Ruma quien el día 31 de diciembre y contra todo pronóstico se fue para siempre. Hablar de Ruma Alvargonzález no resulta tarea difícil, más bien al contrario, ya que él era lo que su semblante siempre proyectó. Era exquisitamente educado, culto, polifacético intelectualmente hablando, y reflejaba siempre bondad, amistad y solidaridad. Vamos, un referente como persona en el mayor sentido de la palabra.
Como gijonés de pro, amaba su ciudad natal, el mar Cantábrico del que tanto aprendió por profesión y vocación, disfrutándolo también con los baños a última hora de la tarde en el Club de Regatas, que le recomponían tras una intensa jornada laboral en Cabrales 20. Desde la inmejorable perspectiva profesional, y puedo dar fe de ello, Ruma con silencio sepulcral como hacen los hombres de bien, fue persona sensibilizada con la gente desprotegida socialmente y a la que siempre y por sus firmes creencias religiosas, tuteló. Sirva como ejemplo la defensa que siempre hizo sobre el mantenimiento de la construcción naval en los antiguos astilleros gijoneses. Eran los traumáticos tiempos de la reconversión de Naval Gijón y donde siempre pregonó la compatibilidad del desarrollo urbano de Gijón con el mantenimiento de la construcción y reparación de barcos, no solamente por lo que suponía para la Villa de Jovellanos esa decimonónica actividad empresarial como miembro de una familia de armadores , sino por la aseguranza del pan y sustento de miles de familias que trabajaban en los astilleros localizados en La Calzada, Jove y en la zona del Arbeyal.
De igual manera y preocupado por el desarrollo industrial de Gijón como otrora le preocupó a su ilustre padre Juan Alvargonzález, defendió la construcción de la ZALIA para que de manera altruista nuestra ciudad pudiera equipararse a otras ciudades bañadas por el Cantábrico, Atlántico o Mediterráneo, haciendo compatible este espacio logístico en construcción, con los preexistentes espacios portuarios que goza El Musel en régimen de concesión pública y donde el Grupo Alvargonzález viene desarrollando desde hace más de un siglo su actividad marítima . Ruma siempre albergó la esperanza de que la ZALIA con un necesario impulso de gestión pudiera servir de apoyo al puerto gijonés convirtiéndolo en un referente internacional de terminal de contenedores de mercancías aportando la experiencia de la empresa Alvargonzález en los principales puertos españoles y extranjeros.
Ruma era grande, diríamos coloquialmente un gran tipo, irrepetible y ese es el consuelo que a todos nos quedará y que siempre perdurará. Adiós a un hombre bueno de verdad, que ya descansa en paz.
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