Es un nombre compuesto de dos palabras ucranianas: hambre y exterminio. Con él conocen allí al plan genocida que, en1932 y 1933, ocasionó la muerte de cuatro millones de personas, en un país que tenía 31 millones de habitantes. Eso está inscrito en el telón ... de fondo donde hoy se representa el drama ucraniano.
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Putin utiliza la palabra genocidio para referirse al experimento de colectivización y desucranización con el que Stalin pretendió liquidar la base de la identidad de Ucrania. Ni los zares ni los bolcheviques reconocieron la existencia de Ucrania al margen del imperio ruso. Su nacionalismo constituía una niebla en la que se perdía el socialismo, y el idioma de sus campesinos una fuerza para la contrarrevolución.
Putin también dice que rusos y ucranianos son el mismo pueblo, que comparten una misma civilización, pero que 'errores' en la relación entre ambos, como el Holodomor y los deliberados esfuerzos capitalistas por dividirlos, para debilitar a la Gran Madre Rusia, han avivado la cuestión nacional, que no tiene sentido en Ucrania. Sin embargo, no parece que violar una soberanía por compartir civilización sea un argumento admisible. De serlo valdría a Portugal para invadir España o viceversa.
Seguramente haya otras razones, como impedir la progresiva democratización de Ucrania, utilizarla como un estado tampón o como base propia. En definitiva, quien asume su destino imperial ve la oportunidad de ampliar su dominio sobre un territorio periférico, al que una geografía apetecible y una historia despiadada hizo pasar por muchas manos, hasta que en 1991 adquiere su independencia. Pero no la tranquilidad.
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Sus buenas tierras planas la convirtieron en un gran granero, mientras que los mineros industrializaron el este, pegado a Rusia. El país se transforma en Estado en 1917 y, a continuación, conoce un periodo de guerra, inestabilidad y hambre que concluye con la integración en la URSS, que la somete al Holodomor. La geografía determina el valor estratégico de Ucrania, que revelan los dos billones de dólares anuales que paga Rusia por derechos de paso de su gas. A pesar de ello, o por ello, no es capaz de recuperar el potencial de su economía, que se va hundiendo desde 2014, acogotada por tantas inestabilidades provocadas, como la ocupación del Dombás y la segregación de Crimea.
El nacionalismo ucraniano, a pesar de estar rodeado por poderosos vecinos, trató de unificar las dos mitades de un país sin fronteras naturales, creando un mínimo común propio entre la variante más 'polaca' y la más 'rusa'. La crisis actual puede llevarse por delante el todo, de no acabar aceptando la segregación de la parte este, las fantasmales repúblicas populares de Luganks y Donetks, que ya habían sido promovidas con 'medidas activas' (Putin diría ahora 'técnicas') cuando en 1917 la Rada Central fijó las fronteras de Ucrania.
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En 1919 los bolcheviques procedieron a requisar el cereal y crear una guerra civil entre los campesinos 'adinerados', los kulaks, y los comités de pobres de la misma aldea. Fue una manifestación del caos que se instaló en el país, y que generó la primera gran hambruna, que se volvió a repetir con la campaña de colectivización ordenada desde Moscú a partir de 1929, que también deportó a dos millones de campesinos a remotas regiones, lo que, por cierto, les salvó de la hambruna que siguió a lo que Gorbachov llamó la segunda servidumbre, la que obligó a los campesinos famélicos a ingresar en las granjas colectivas. La prioridad era el grano, que se utilizaba para sostener las regiones industriales, que en Ucrania se reducían al Donbás. Y para obtener divisas e influencia externa, pero la producción bajaba, las granjas fracasaban y los kulaks, categoría cada vez más fluida, ingresaban en las listas negras que acabaron por incluir a todos, ya fueran koljosianos, mecánicos, profesores, o palabras, por enemigas de clase . Fue una manera de solucionar «el peligrosísimo problema ucraniano». Las calles conocieron el salvajismo y las familias la apatía y el canibalismo, como describe Vasili Grossman. Así que Ucrania quedo vaciada y fue rusificada después de la guerra, cuando hubo necesidad de población. Entonces el propósito stalianiano pareció haber triunfado con la desucranización, y los muertos fueron olvidados como perpetradores de su propio crimen. Sin embargo, repentinamente, en 1991, el Partico Comunista de Ucrania se disolvió, pero antes aprobó la resolución que culpaba de la hambruna «al criminal Stalin y a su séquito más cercano», lo que en 2010 ratificó un tribunal, no solo como realidad sino como justificación del derecho de Ucrania a existir como estado soberano, que bien ganado lo tiene el pobre. Y que ahora, de nuevo, está en cuestión.
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