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El Gobierno español ha decidido enviar tanques a Ucrania. Una determinación que, según mi opinión, debería votarse en el Congreso, porque las consecuencias nos implican a todos los españoles. Lo que me confirma que en este conflicto los ucranianos ponen las vidas y el sufrimiento, ... y los demás ponemos las armas. La Unión Europea en vez de intentar buscar un final negociado al conflicto arroja más leña al fuego y nos metemos directamente en una guerra que Estados Unidos y la OTAN alientan con el objetivo de doblegar a Rusia.
Buscando algo de luz en la Historia para comprender el belicismo imperante, desempolvé de los anaqueles de mi biblioteca el libro 'Historia de la guerra del Peloponeso', de Tucídides, historiador de la época clásica. Paralelamente leí un extenso y magnífico artículo de David Sant, 'Cartago debe ser destruido', en el que el autor analiza las Guerras Púnicas entre Cartago y Roma para explicar, comparativamente, lo que sucede en Ucrania. Ambos autores ilustran con muy buen juicio los acontecimientos históricos de dichas guerras. Rememorar aquellos conflictos pasados nos permite encontrar las respuestas que necesitamos hoy, con la firme convicción de que la historia es maestra de la vida y, ante el panorama que se avecina con esta guerra y las que explotarán en otras partes del mundo, nos exige reclamar la presencia de los clásicos (tan denostados hoy). Mirando en el relato de la historia sus análisis de los problemas, sus tramas y sus significados, estaremos preparados para esclarecer las claves de la guerra actual.
Destacaré que tras la lectura tuve la impresión de que la guerra en Ucrania y la guerra comercial entre China y Estados Unidos, guardando evidentemente las distancias, son las ediciones actuales de la Guerra del Peloponeso y las Guerras Púnicas. La historia se repite, para colmo, en forma de farsa. Advertía Tucídides de que es inevitable el conflicto entre un poder en decadencia y otro que se impondrá por medio de las armas, a menos que el poder hegemónico se adelante a destruir al contendiente en ciernes que lo amenaza. Lo que condujo a la guerra inevitable entre Atenas y Esparta fue el crecimiento del poder geopolítico de la polis ateniense y el temor de Esparta de perder su hegemonía. La guerra del Peloponeso se ha popularizado hoy porque se compara con las relaciones existentes entre Estados Unidos y China, lo que se denomina 'la trampa de Tucídides', en la que Xi Jinping dijo hace tiempo que no quería caer.
En el mismo sentido nos advierte David Sant: «Cuando la ciudad de Roma comienza su ascenso a la dominación mundial de aquel entonces, tenía un competidor, Cartago, ubicado a 370 millas de distancia, en el lado sur del Mediterráneo. Cartago había estado plantando colonias alrededor del Mediterráneo y el Atlántico durante más de un siglo antes de que se fundara Roma. Cuando Roma subió al poder, estas dos ciudades mediterráneas lucharon en dos guerras por el control de la isla de Sicilia. La actitud y el comportamiento romano hacia Cartago fueron muy similares a la actitud angloamericana hacia Rusia en la actualidad. El principal 'pecado' de Cartago a los ojos de los romanos fue que era igual en poder e influencia a Roma. Y por ese pecado, tenía que ser destruido».
Si queremos entender las guerras del siglo XXI debemos olvidarnos de los conflictos ideológicos del siglo XX. Lo que se juega ahora es la transición hacia otro orden internacional que pase del unilateralismo estadounidense a otro multilateral, en el que Rusia y China formen parte de ese liderazgo mundial. La preocupación de Estados Unidos con Rusia y China es que puedan comerle la tostada y aumenten su influencia en el mundo. Con Rusia han caído en la trampa de Tucídides, igual que los europeos. Con China, segunda economía del mundo, la guerra, de momento, es solo comercial, pero China aspira a dejar atrás la producción de mercancías baratas de baja calidad y convertirse en una potencia global en innovación. Huawei ya se adelanto a Apple en la venta de smartphones y tal vez la tecnología china acabe desplazando a Silicon Valley.
En definitiva, para comprender hacia dónde nos encaminamos no es necesario ser adivinos, basta conocer un poco las historias bélicas del pasado. La diferencia es que ahora hay armas nucleares y según amenaza Rusia (tal vez solo sea un órdago) entrarán en combate robots de guerra rusos contra los tanques. Mal asunto.
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