Urgente Jenni Hermoso: «Sabía que me estaba besando mi jefe y esto no debe ocurrir en ningún ámbito»

De los dos hermanos a los que me voy a referir, y a los que conocí hace casi 60 años, en lo que respecta a José Luis Álvarez Margaride ya se ha escrito mucho, y se va a escribir más, cuando se desmonten en este ... camino que conduce a la ruina las empresas que reflotó y la gran empresa que trajo para Asturias. Primero se hizo cargo de SIA Talleres Moreda, dando un puñetazo sobre la mesa ante un accionariado rendido, y tiempo después culminó su empeño trayendo la Thyssen, de la que fue presidente para España y Portugal hasta su muerte. No se engañen: José Luis no tiene relación con los que montan chiringos, gigantes o pequeños, para que hagan consumición los prejubilados y jubilados, sino con industrias punteras para que esta región pudiera exportar y ser alguien, siguiendo la estela de aquellos viejos emprendedores como los Duro, Guihou, Clausel, que vinieron a Asturias a ocuparse de la minería y la siderurgia. Aquellos prohombres llegaron de lejos, pero José Luis Álvarez Margaride salió del barrio del Natahoyo gijonés, donde entre sus muchos quehaceres aún le quedaba tiempo, como un vecino más, para construir una piscina con pico y pala. De padres humildes que tuvieron dos hijos, José Luis y Roberto, que se criaron como tantos en las penurias de la posguerra.

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Los hermanos Álvarez Margaride entraron con 15 y 16 años como botones en la Fábrica de Moreda. No se trata de hacer aquí una mínima biografía, sino de recordar a José Luis, que murió hace ya algún tiempo, y a mi querido amigo Roberto que se nos acaba de morir. Un familiar mío que estuvo a sus órdenes, lo definió con estas palabras: «Nunca tuve mejor jefe ni que fuera mejor persona». Dos hermanos respetados y queridos que siguieron distinto rumbo laboral, porque José Luis despegó como un cohete y el hermano menor nunca quiso ir a su rebufo. Roberto se quedó en Uninsa, y posteriormente en Ensidesa, donde tuvimos la ocasión de congeniar, porque teníamos comunes gustos y quién sabe si rarezas. Compartíamos la afición por el cine, la montaña e incluso el esquí, aunque los dos lo hacíamos bastante mal. Cierto que Roberto era mejor deportista, y llegó incluso a ser campeón de tenis en el Centro Asturiano. Últimamente formaba parte de una peña ajedrecista, y coincidíamos en el grupo Personas, para debatir sobre cine, literatura y hacer tertulias que arreglaran el mundo. La afinidad con Roberto también era por habernos golpeado cruelmente la vida. Él, ya descansa.

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