Secciones
Servicios
Destacamos
Soy muy aficionado a la bicicleta de montaña y durante los meses de verano casi todos los días me pego unas buenas sesiones que, según ... me dicen, no están nada mal para la edad que tengo. Aparte de ser un ejercicio cardiosaludable, me permite también combatir algunos excesos gastronómicos (uno es débil) así como como disfrutar de paisajes, y paisanajes muy interesantes.
No obstante, amigo lector, no voy a hablar de mis hazañas deportivas, sino de toda una serie de vivencias que sólo pueden tenerse encima de una bicicleta. Esas vivencias van desde la autoestima y la superación cuando consigues las metas que te habías propuesto al salir, hasta el disfrute de unos paisajes inéditos que nunca podrías ver cuando circulas conduciendo un automóvil. También, cuando el pedaleo es fácil, de manera natural te encuentras contigo mismo y puedes practicar la reflexión.
Me gustaría empezar hablando de algunas cosas que pasan cuando pedaleas, no diría malas, sino más incómodas. Una de esas cosas que tanto nos enfadan a los aficionados es la casi siempre presente 'ley eólica del ciclista'. Es decir, al salir de casa miras para alguna bandera y observas para dónde rola el viento. Entonces, en razón a esto, tratas de elegir una ruta para hacer el camino de ida en contra del viento cuando vas descansado, ya que, de ese modo, al volver con el viento detrás, podrás hacer un regreso más cómodo. Pues ¡caramba!: no sé qué pasa que tires para donde tires siempre vas a encontrar el viento en contra. Esta ley casi siempre se cumple de modo inexorable.
Otra de las leyes del ciclista aficionado es que todo lo que se baja, habrá que volver a subirlo. Es decir, como aún vas fresquito y en buena forma, realizas una ascensión y nada más coronar el alto, de pronto, sin mover un pedal empiezas a bajar como un tiro y te dices, ¡jo, qué bien, qué bajada más impresionante! Como estás en estado de frenesí con ese descenso, no piensas más que en 'tirar palante', hasta que de pronto te paras, revisas el GPS y ves que has bajado doce quilómetros a toda pastilla y que ahora vas a tener que subirlos. Nuevamente te dan ganas de tirar la bicicleta, pero en un alarde de autoestima, con la lengua fuera, llegas a la cima. Y aún te queda alguna cuesta más para regresar a casa.
La tercera ley que quiero comentar es qué si la previsión meteorológica señala que van a caer unas gotas, en algún lado del recorrido te pillará el chubasco encima de tu cabeza. No te da tiempo material a ponerte el chubasquero y ya estás empapado. Quinientos metros más allá reluce el sol. ¡Cosas de la bici!
Voy a pasar ahora a comentar las muchas cosas, muy positivas, interesantes y bellas, que puedes ver en bici. De hecho, todos los días que salgo voy haciendo fotos, que cuelgo en un álbum que título 'Paseos en bici'. En lo que va de verano, entre Navia y Tapia, he visitado catorce palacios y palacetes, construidos en lugares insospechados y alejados del mundanal ruido. Algunos de ellos aún conservan el esplendor que seguro que tenían cuando se construyeron en el siglo XVIII. Otros, lamentablemente, están en abandono total, probablemente por la desidia de la Administración Pública. Igual ocurre con unas preciosas casonas señoriales que hay en algunos pueblos, casi todas abandonadas. Memoria de otros tiempos
Como casi siempre, ruedo por sendas próximas al mar, disfruto de las muchas y preciosas playas que tenemos, algunas de ellas sin acceso rodado, que son auténticos paraísos naturales. Nada tienen que envidiar a una playa caribeña. Bueno, menos el agua, que suele estar bastante fría. Y qué decir de los preciosos acantilados, los faros en los cabos los pueblos de pescadores, realmente bonitos.
Amigo lector, son palacios, son casas, son pequeños pueblos y son paisajes que nunca disfrutarás conduciendo un coche. Sólo por esto merece la pena pedalear, y de paso, además, tendrás la oportunidad de hablar con paisanos que viven esos lugares perdidos y que, probablemente porque poca gente los visita, se esfuerzan en contarte las historias del lugar, o lo más interesante, hablarte de esos chigres y casas- tienda de pueblo, donde se come unes patatines con zorza o con chorizo picante, o un pote asturiano de antología.
En resumen, pedaleando disfruto de nuestro paraíso natural.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La palygorskita, los cimientos del vino rancio en Nava del Rey
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.