Tristemente, en los últimos años nuestra democracia se ha ido degradando por la falta de principios y valores de las castas políticas que se han ido instalando en el sistema, algo que nos ha llevado a tener una política que tiene muchos síntomas de estar ... enferma, con unos partidos que, en vez de pensar en los ciudadanos, sólo persiguen sus intereses personales y de colectivo y con muchos medios de comunicación en los que los informadores y los presentadores han abandonado la neutralidad e imparcialidad que exigen sus códigos éticos.

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El primer síntoma de enfermedad lo tenemos en un presidente del Gobierno que, con el único objetivo de mantenerse en el poder, ha ido mintiendo de modo descarado a los ciudadanos, diciendo, primero, que nunca pactaría con los independentistas, con Bildu, o que no podría dormir si gobernara con Pablo Iglesias. Pero hete aquí que, para seguir en La Moncloa, se ha desdicho y pactó con Bildu, con independentistas, con nacionalistas y si fuera necesario, hasta con el mismo diablo. Está claro que ha traicionado esos principios y esos valores que prometió defender laprimera vez que tomó posesión de su cargo.

Otro síntoma de enfermedad lo tenemos en la degradación de un Tribunal Constitucional, que ha ido evolucionando, pasando de ser, según su ley orgánica, un órgano independiente, en su función como interprete supremo de la Constitución, a un mero apéndice del Congreso y que se pone al lado de quien gobierna. Dictando unas sentencias que rayan la prevaricación, al aplicar criterios partidistas y no jurídicamente constitucionales. Evidencia esto de que se está vulnerando el estado de derecho, desde el momento en que, como criterio, sólo se utiliza la voluntad de las mayorías parlamentarias, en vez de los criterios de nuestra Constitución.

El tercer síntoma son los serios ataques que está sufriendo el poder judicial, algo que cercena su independencia, así como la necesaria separación de poderes. No es de recibo que ahora los jueces sean atacados por los independentistas, en el Parlamento y en el Senado, llamándolos indecentes y diciendo que son personas que deberían ser cesadas o juzgadas. Y todo esto ocurre con la total inacción y silencio del Gobierno.

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El doctor y psicólogo Robert Hare estableció claramente en sus estudios el diagnóstico de la psicopatía, e indicó que aunque muchos políticos sean simplemente mentirosos, sin ser forzosamente psicópatas, la política es un medio fantástico y un ambiente ideal para que los psicópatas se desarrollen. Con este caldo de cultivo hemos vivido abusos por parte de los dos grandes partidos políticos que nos han gobernado y que siempre pretendieron colonizar todo el poder.

El resultado final de todo esto es que, pese al mandato constitucional de crear partidos al servicio del Estado, el sistema se ha ido transformando y se ha consolidado un Estado al servicio de los partidos. En este escenario, todo se ha polarizado y unos acusan a la derecha de radical y totalitaria, mientras que los otros acusan a la izquierda de extremista y de peligrosa ultraizquierda. Y en este escenario, donde no se produce ningún pacto de calado que beneficie al ciudadano de a pie, lo que está ocurriendo es que no se preservan su libertad, su dignidad, el orden social, la tolerancia en el pluralismo y el respeto a la justicia y al imperio de la ley, ingredientes estos necesarios para llegar al fruto de la paz.

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Si no vuelven a instaurarse los principios y valores que han de imperar en la clase política, mal vamos.

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