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Las encuestas de satisfacción son una herramienta muy utilizada por bancos, estaciones de servicio, comercios o servicios de atención al cliente, entre otros, para medir el nivel de conformidad sobre el servicio prestado, un producto o, incluso, la experiencia como cliente. Se diseñan para evaluar ... diferentes aspectos del servicio ofrecido y, sobre todo, para saber si se cumplen las expectativas del cliente.
Hasta ahí todo muy bien y de hecho yo, tiempo atrás, respondí a alguna de las encuestas que me enviaban por correo electrónico. Pero, ¿cuál es el problema? El problema está en que, día tras día, recibo correos electrónicos, por ejemplo de una cadena de estaciones de servicio, tras haber repostado en alguna de ellas. Las encuestas anexas a estos correos electrónicos contienen preguntas del tipo ¿cómo califica el servicio recibido?, ¿qué probabilidades hay de que se lo recomiende a un amigo?, ¿en qué podríamos mejorar?
Cada servicio que pago viene seguido de un correo electrónico acompañado de una petición de mi opinión. Una gasolinera, un hotel, un banco que me hizo perder el tiempo, una compañía de seguros, un centro comercial u otras muchas entidades, me llenan de encuestas que ya me están resultando muy molestas y cansinas. De modo concreto, cada 15 días más o menos reposto gasolina en la misma estación de servicio y cada vez que lo hago, al día siguiente recibo un mail con la manida encuesta de satisfacción. Opté por exigir a esa empresa que me eliminase de sus ficheros.
Gran parte de las veces no me piden que evalúe la calidad de un producto o servicio, sino que evalúe la experiencia como cliente, y me resulta muy molesto que mediante estas encuestas yo aporte mano de obra gratuita para ayudar a una empresa a mejorar la cotización de sus acciones o a evaluar a un empleado mal pagado. No me parece nada ético.
Para qué tantas encuestas, si yo al recibir un mal servicio puedo quejarme si algo no me gusta. Si algo me ha enfadado o decepcionado por un mal servicio, simplemente traslado la queja en directo o, mas sencillo aún, busco otra empresa que me dé mejor atención.
El resultado final de este problema es que las encuestas son como las antiguas llamadas automáticas y se eliminan sin ni siquiera mirarlas. Los usuarios recibimos tantas solicitudes de encuestas que, finalmente, terminamos por mandarlas a la papelera.
Estamos viviendo un episodio de sobre encuestar y esto lo que probablemente consigue, como es mi caso, es que ya no responda y mande directamente las encuestas a la papelera. Y de este modo, para conseguir mas validez estadística, las empresas envían más y más formularios, lo que reduce aún mas la tasa de respuesta, y esto provoca un bucle sin fin en las compañías encuestadoras. En resumen, si a mi ahora me pasaran una encuesta para que en una escala del 0 a 5, mostrara mi satisfacción, mi respuesta sería 0.
Las encuestas que día tras día recibimos los clientes por servicios que nos prestan, más que malas para las empresas, son peores para nosotros, que somos los clientes sobreencuestados.
Por ello yo he tomado la decisión de solicitar a esas compañías que eliminen mi correo electrónico de sus ficheros, bien entendido que si no lo hacen en un plazo prudencial, formularé denuncia ante la Agencia Española de Protección de Datos.
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