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Alguna persona -mayormente estudiantes-, me viene preguntando mi pronóstico, como profesor de Relaciones Internacionales y corresponsal muchos años en conflictos armados, sobre el final de la guerra que desde ya hace casi un año enfrenta a Rusia y Ucrania. Y la realidad es que cada ... día que pasa, mientras decenas de personas siguen muriendo en los frentes y en sus propios hogares, me siento incapaz de anticipar las posibilidades que se abren a un final a corto plazo. De momento solo caben las especulaciones.
La información precisa que tenemos de la situación es escasa y dudosa. Como suele ser habitual en los conflictos armados, las dos partes mienten al informar de la situación y los planes futuros, y cuando simulan hacerlo aprovechan la oportunidad unas veces para salvar su honor y hasta enaltecer su heroicidad, otras para mantener enfervorecidas patrióticamente a las respectivas sociedades civiles y otras para que los apoyos internacionales que reciben sigan fluyendo, con la esperanza de que algún día dejen de ser necesarios.
Vladimir Putin, que es sin duda el dirigente más maquiavélico y más expuesto a un fracaso histórico, debe de estar debatiéndose mentalmente sobre qué puede hacer para evitar la derrota, y conformarse con encontrar formas para que los ucranianos acaben rindiéndose y, como poco, renunciando a los territorios ya ocupados, como Crimea y el Dombás. Cuenta para ello con la superioridad militar, que mantiene la estrategia de dar golpes a base de bombardeos y misiles estratégicos -ahora, por ejemplo, contra la ciudad de Soledar-, que mantienen a la población en vilo.
Actualmente da la impresión de que la guerra ya es más de resistencia ciudadana que de victoria aplastante, y en eso los ucranianos llevan la peor parte, porque son los que sufren la práctica totalidad de las vidas y daños entre la población civil. Pero a Putin se le notan ambiciones que sobrepasan la incorporación de una parte de Ucrania. Unos días atrás viajo a Minsk y se pasó horas negociando con su compinche el presidente Alehsander Lukashenko algunos aspectos, desde la ayuda bielorrusa en la guerra hasta su integración en la Federación Rusa.
Sería la jugada perfecta: la integración de Bielorrusia, como estaba en la época del imperio y la Unión Soviética, dejaría a lo que quede de Ucrania prácticamente cerrada por el Norte, el Este y el Sur, sin salida al mar. Contra esta estrategia la OTAN poco podrá hacer, salvo incorporar a Ucrania como un miembro más, pero también el más amenazado por las ambiciones de Moscú y al que tendrá que defender de la amenaza voraz de territorio que exhiben desde el Krenlim.
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