La nobleza española ya no es lo que era. Hubo una época en que nuestros condes, duques, marqueses, barones e hidalgos crearon un modelo de conducta que se convirtió en el espejo en el que siempre se miraban los españoles de toda laya y condición. ... Consistía básicamente en que los privilegiados nobles gozaban del derecho a vivir del cuento a cuenta del apellido, y parasitaban al prójimo que no habitaba en castillo, a quien no permitían ingresar en el selecto club de una elite que vedaba el ascenso de la plebe a los escalones superiores. Aquella aristocracia terrateniente y latifundista, tras usurpar en su favor el territorio público obtenido durante la reconquista contra el moro, fabricó una sociedad desigual en la que los señores parásitos ociaban, mientras sus vasallos sudaban, trabajaban y tributaban con la boquita cerrada. Además, también los Grandes legislaban para frenar el ascenso social de posibles competidores. Elaboraron reglas muy inicuas y leoninas, como aquel estatuto que exigía limpieza de sangre para ser alguien, y que impedía que minorías sospechosas, judíos o moriscos, entrasen en instituciones de gobierno, gente que por ser valiosa y culta podía poner en peligro los privilegios y abusos de los nobles analfabetos. Otra norma infame fue la de declarar la deshonra legal por el trabajo manual, una basura jurídica que proclamaba como impuros a campesinos, obreros y artesanos que con el sudor de su esfuerzo sustentaban la economía del reino. Hay que señalar que tan vil norma no se eliminó de los códigos hasta el ilustrado siglo XIX, aunque aún colea en la conciencia y el proceder de algunos cretinos contemporáneos. Sobre todo en aquellos que han optado por vivir sin dar golpe, como esos inanes senadores que viven del escaño al modo marqués, y se limitan a apretar un botón por 4.000 euros mensuales.
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O como ese Luis Medina, hijo del ya fenecido Rafael Medina y Fernández de Córdoba, Grande de España, Duque de Feria, borracho, pedófilo y drogadicto. Ese su joven hijo Luis Medina, infectado ya de aristocratitis por parte de padre, parece haberse decidido a vivir del aire como si fuera un antiguo conde duque sin latifundio, o en este caso, como pensionista de la Alcaldía madrileña a cuenta de estafar y cobrar, 'pa' la saca', comisiones abusivas a cambio de entregar mascarillas y guantes defectuosos y con sobreprecio. Pues ahí tienes al marquesito Luisín, remedo del espíritu que siempre pautó la conducta y el credo de los Grandes de España, que va por la vida dando sablazos a diestro y siniestro. Y sin sable.
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