Resulta difícil asumir a estas alturas del desarrollo global experimentado por la humanidad que existan misterios, lo mismo que en los tiempos bíblicos. Actualmente el gran misterio con el que se enfrentan los científicos y los investigadores es el que plantean los orígenes del coronavirus. ... Hace año y medio largo que irrumpió en nuestras vidas y continuamos sin saber cuál es su origen y cómo se explica su enorme capacidad de expansión.

Publicidad

Estamos en una etapa en que nos tranquiliza la esperanza de que está pasando a la historia. Nada más incierto. Mientras en algunos lugares muestra síntomas de desaparición, en otros resurge con la virulencia que ya hemos experimentado la práctica totalidad de los habitantes del planeta. Las vacunas empiezan a dar resultado y en muchos lugares -repito que no en todos- los contagios y las muertes disminuyen.

Los científicos, sin embargo, no invitan a recuperar la tranquilidad plena. La impresión generalizada es que el virus se ha instalado entre nosotros con la voluntad de quedarse. Ya se ha llevado por delante millones de vidas y todavía continúa sumando muchas nuevas víctimas. La creencia de que la amenaza está dejando de existir es un error que todavía pagaremos caro.

El presidente Biden, que desde que llegó a la Casa Blanca en Washington no ha cesado de apuntarse aciertos, es de los gobernantes que mantienen su preocupación por el presente y el futuro de la pandemia. Es triste que no todos los responsables políticos del mundo hagan lo mismo. La inmensa mayor parte se muestra impaciente por suprimir las cautelas contra los contagios y reabrir la economía.

Publicidad

Biden ha dado un plazo, con carácter de ultimátum, tanto a los científicos como a los servicios de inteligencia para que averigüen cuál es el origen del virus maligno. Hasta ahora todas las teorías divulgadas carecen del rigor necesario. La posibilidad de que sea la consecuencia de una fuga en los laboratorios de investigación científica de Wuhan, en China, vuelve a causar sospechas.

Las autoridades de Beiging lo descartan. Pero la credibilidad de la información que maneja el Gobierno chino es menos que cero. Al margen de su rechazo, esta tesis hay varios datos que se van conociendo y permiten mantenerla en pie. Cuando revelaron los primeros casos reconocidos ya se habían producido otros que permanecieron ocultos algún tiempo. Además, no permiten investigar en sus instalaciones. Casi nadie se atreve a confirmarlo con rotundidad. Es evidente que la pandemia surgió en China, concretamente en la ciudad de Wuhan, donde causó verdaderos estragos. Las teorías que culpan a algunos animales, como el pangolín o los murciélagos, no son descartables. Los científicos están en ello, pero ahora mismo la mayor responsabilidad en la investigación recae en los servicios de información, en el espionaje para entendernos, a quienes nunca les falta trabajo y más en un régimen tan hermético como el chino.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad