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El arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, manipula el gomero que le entregaron los trabajadores despedidos en Duro Felguera que mantuvieron un encierro en la catedral de Oviedo en 1993. e. c.
Un 'gomeru' en la Catedral

Un 'gomeru' en la Catedral

Martes, 14 de junio 2022

Corría el mes de marzo del año 92 y Duro Felguera había presentado un expediente de extinción de contratos para parte de la plantilla de sus talleres en Barros. La Dirección General de Trabajo en Madrid se lo aprobó en una tramitación rápida acordada con las élites sindicales, no exenta de precipitación. Ante la situación de máxima emergencia, se me ocurrió proponer al resto del Comité de Empresa materializar una movilización pensada para una situación límite: un encierro en lo alto de la torre de la Catedral de Oviedo. Una semana de encierro catedralicio y defectos de forma del expediente nos permitieron salvar aquella bola de partido. Consciente de la situación, antes de abandonar la estancia me dije que algún día muy probablemente tendríamos que regresar y por un periodo impredecible. Lo que nunca pensé fue en la relación que llegaríamos a tener en el tiempo con el arzobispo Gabino Díaz Merchán.

Pasó el tiempo, Duro Felguera rehízo el expediente y de nuevo consiguió que la Dirección General de Trabajo en Madrid y también las élites sindicales accediesen a su pretensión de despido libre colectivo. Era un 8 de septiembre de 1993, fiesta de Asturias, por razones que no vienen a cuento supe que las Fuerzas de Seguridad del Estado nos esperaban en La Morgal, en el acto institucional. Así que lo suyo era Covadonga. Aquel día Gabino Díaz Merchán escuchó de todo menos bonito y soportó estoicamente una procesión más que complicada desde la Basílica hasta la Cueva, además de tener que pasar entre un compañero y yo que estábamos encadenados en las verjas que al final de la cueva dan acceso a la capilla de la misma. A la salida, mientras increpábamos a los políticos, Merchán - como siempre le hemos llamado en el colectivo- se giró y me dijo: «Hay que negociar». ¿Cómo?, le pregunté, nos están traicionando y utilizando con fines que traerán consecuencias para todos. ¿Quiere documentación? De nuevo se giró y me propuso que la preparase y se la hiciese llegar a Javier el Vicario.

Por distintas opiniones suyas, dadas en el tiempo a través de los medios de comunicación, pudimos comprobar que no solo lo había leído y analizado, sino que era consciente del fondo del asunto y el alcance que tenía. Por aquel entonces teníamos ya a todas las instituciones en frente, ni una sola a nuestro lado, por tanto sus comentarios seguían en la línea de compromiso que en los 60, él mismo y gran parte de los miembros de su equipo, ya habían tenido para con las luchas obreras.

Seguíamos resistiendo. Por el mes de enero del año 94 iniciamos una huelga de hambre como último recurso, pues desde las élites sindicales nos habían dividido. La huelga de hambre se alargaba en el tiempo y se aproximaba a los 50 días, los cinco compañeros empezaban a tener consecuencias y había serios riesgos. Un grupo de 40 'curas' elabora una carta-manifiesto pidiendo compromiso y que se interviniese. Una vez más nos cruzábamos en el camino de Gabino Díaz Merchán y de nuevo para darle complicaciones. Tenemos un encuentro, la conversación fue breve. «¿Que hace falta para que cese la huelga de hambre?», preguntó. Que se abra una mesa de negociación con nosotros directamente, le dije. Se comprometió a hacer las gestiones oportunas, y el resultado fue dar uno de los pasos más importantes en la resolución de conflicto.

Negociamos y alcanzamos un acuerdo que comenzó a desarrollarse y a ponerse en práctica. Un nuevo gobierno y, como suele ser habitual con los políticos, una nueva traición. Finalizaba el año 96, quedábamos 40 por incorporar al trabajo, y decidieron incumplir los acuerdos. El 23 de diciembre, víspera de Nochebuena, tomamos la torre de la Catedral de Oviedo, de nuevo estábamos en el inexpugnable punto de partida unos años después. Esta vez era obligado ir a ver al Arzobispo y darle una explicación desde el principio, aunque ya estuviésemos dentro. «De nuevo por aquí. ¿Por mucho tiempo?», preguntó Gabino Díaz Merchán. «El que sea necesario, será largo», le dije. Con cierta curiosidad preguntó «¿Lo podréis soportar?». «Resistiremos y no nos sacarán de ahí», concluí. Fueron 318 días. Éramos un colectivo que tuvo que recurrir a todo tipo de acciones, no nos dejaron otra salida. Al final de este proceso le regalé al Arzobispo Gabino Díaz Merchán el 'gomeru' usado en los enfrentamientos con los antidisturbios, como muestra de respeto, el mismo que él mostró por nuestra causa. Cuando todo concluyó, supe con toda certeza que él se alegró con el desenlace.

Hay una anécdota más que me hizo sentir descortés. Durante los 318 días en la torre, mantuvimos la bola que está en su vértice envuelta en una enorme sabana roja, tras retirarla instantes antes de abandonar la torre, con el fin de dejarla tal cual la habíamos encontrado, se la llevé. Entonces me reveló lo sucedido con sus padres cuando la guerra civil en zona republicana. Me quedé sorprendido, diciéndole que no era mi intención... «En la vida suceden estas cosas, el odio no soluciona nada. Te comento todo esto sin resentimiento alguno». Me dijo.

Lo visitamos hace dos años en la residencia del Arzobispado en Oviedo. Seguía teniendo la mente clara y el análisis ajustado, fue nuestro último encuentro y una agradable charla. Apuró y agotó su vida viviendo de manera consecuente como cristiano. En el último adiós, desde el Colectivo Despedidos Duro Felguera, además de reconocer una vez más su labor contribuyendo a la resolución del conflicto, queremos también, recordando los hechos que siempre se ajustan mucho más a la realidad que los discursos, manifestar que queda presente en nuestra memoria. Hasta siempre, arzobispo.

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