![Gente de proyecto y mapa (II)](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202105/21/media/cortadas/64594463--1248x1756.jpg)
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Hace 500 años 265 hombres se embarcaron en Sevilla hacia lo desconocido. Como resultado circunnavegaron la Tierra. Tardaron tres años. Volvieron 18. Su proyecto cambió el mundo. Siempre fue visto como extraordinario. Quizá porque sus dos protagonistas, Elcano y Magallanes, estuvieron movidos por fuerzas con ... las que la Humanidad se enaltece a sí misma. Por ello los tiene encumbrados en el panteón de sus adelantados.
Eran hombres de proyecto y mapa. Herramientas que utilizaron para completar su aventura de conocimiento. Y que siguen siendo útiles hoy. Si su condición física era inferior a la de los actuales, su voluntad compensaba la diferencia. Forjados en la desesperanza, mezclaron la mentalidad del hidalgo medieval y la curiosidad del viajero renacentista. Con ellos llegó la edad moderna. Y lo hizo con un gesto de sumisión absoluta al proyecto. Cuya lógica ambos demuestran conocer. En medio de la incertidumbre lucharon por torcer el brazo al destino. Y lo lograron. No esperaron sentados a que una instancia superior resolviera el expediente, mediante papeles y visados, propios de otra lógica, la burocrática. Ambas corren por caminos diferentes y de vez en cuando se juntan para dar una organización sana. La que sabe combinar descubridores y burócratas.
Y esto sigue siendo así en un tiempo que no parece muy diferente al de entonces, pues hay pandemias, saltos tecnológicos, cambio climático, migraciones, guerras, bloques políticos continentales, líderes adolescentes (como el joven Carlos de Flandes cuando llega a España nominado por el destino y Greta Thumberg por 'Time'). También el conocimiento sigue movido por fuerzas muy terrenales. Las que aspiran al dominio del comercio y la geopolítica. Y como al inicio del XVI, el tiempo parece prometer que conducirá a la humanidad a un puerto seguro y, a continuación, hace desaparecer la visión, dejando a los individuos enmarañados en fantásticos juegos identitarios. Los que alimenta una exultante industria del miedo, productora de noticias de última hora, siempre malas.
Evidentemente hay diferencias. Antes el poder perseguía la conquista de territorios para su apropiación. Hoy parece que juega al escondite. Antes la inmortalidad estaba en la otra vida. Ahora 'Time' anuncia que en 2045 la alcanzarán quienes obtengan el salvoconducto biotecnológico individual. Desafía la ley que asegura que tal pretensión es de las especies, por lo que la humana la ligó a conocimientos sociales. Si aceptamos que la vida es una suma de proyectos en común, la educación deberá ser un entrenamiento para vivir bien en sociedad. Por eso, las buenas escuelas incorporaron un componente transversal que servía a los jóvenes para luchar cooperativamente por la vida y para ampliar sus capacidades, pues la desagradable sorpresa puede llegar en cualquier momento. La llamamos lógica de proyecto.
Magallanes y Elcano la aplicaron. No lo hicieron solos. Alargaron una línea que venía de lejos. En Portugal, obligada por la geografía y trazada por hombres clarividentes. Como el Infante D. Henrique, quien mandó a descubrir y para ello creó la Escola de Sagres, «una convivencia de conocimientos diversos, en que todos eran a un tiempo maestros y alumnos», propósito compartido por la Universidad de Cosmógrafos y Navegantes sevillana, y que cinco siglos después le seguía pareciendo importante a Walter Benjamin, para quien la enseñanza debe «fundar una comunidad de hombres con conocimientos, en lugar de una corporación de funcionarios y licenciados». Lo que no solo necesita libros en el ambiente estanco del aula, sino simular el viento imprevisible de la aventura del vivir. Planificando y desplanificando; pero sin apartarse del objetivo, del que la incertidumbre no permite saber anticipadamente si se alcanzará.
Por eso Magallanes y Elcano cultivaron la disciplina, en sus dos acepciones: el conocimiento de las reglas del arte que se profesa y el control para atemperar la fuerza, ya sea personal o la del equipo. Parece que en ellos estaba pensando W. Benjamin cuando escribía «cada uno ha de encontrar una disciplina que le proponga máximas exigencias en su vida. De esta manera, a partir de su forma espiritual ahormada en el presente, reconocerá el futuro, liberándolo».
Ellos forman la larga línea de gentes de proyecto y mapa que en el mundo han sido y con los que la Humanidad ha ido más allá del cabo No. Universalmente se reconocen en la imagen de un hidalgo peninsular del quinientos. De pie, el compás en la diestra sobre un globo terráqueo, y la siniestra sobre el pomo de la espada. Con su mirada ardiente está diciéndonos: «Al proyecto y al compás. Más y Más y Más y Más».
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