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Voluntad de sobrevivir, manejando proyecto y mapa. Herramientas que utilizan los descubridores. Ya sean los expedicionarios del siglo XVI o los niños evacuados de Asturias en 1937. A todos les movía la desesperanza. Que les dio el arrojo y la fuerza para soportar largos viajes, ... como el que llevó a un millar de niños al otro confín de Europa. En él vieron cosas sorprendentes. Deberemos escucharlos, pues nos dan valiosas lecciones.
Son ya pocas las personas que hoy conocemos como niños evacuados de Asturias durante la guerra civil. Que todos deseamos sea la última de las experiencias, hechas a base de fuego y sangre propia, con las que los españoles periódicamente han disputado en los últimos 200 años. Para mitigar los estragos de la última y propagar la causa republicana, el Gobierno organizó la evacuación a varios países de acogida. El de Asturias y León apresuradamente organizó una expedición con destino a la Unión Soviética, y encomendó su dirección a quien también tenía la de las Colonias de la Universidad de Oviedo, Pablo Miaja. Quien aceptó el puesto de mayor esfuerzo, a pesar de tener otras opciones pocos medios y serios desencuentros con las autoridades. Fue su contribución a una infancia desvalida, que vivió lo que no deseamos para los niños: guerras, hambre, calamidades, separación de la familia, desarraigo de la tierra, vida errante, peligros desde que salieron de Gijón en la noche del 23 de septiembre de 1937, y donde volvieron varias décadas después. Durante ese largo tiempo mantuvieron su proyecto: regresar a su casa; y su mapa: para no perderse en tan incierto camino, pues el mundo estaba en llamas. Un destino aciago parecía perseguirlos. Primero por la península y luego por el continente, asolados por las grandes guerras y por las penurias posteriores.
A todo se sobrepusieron. Su mirada limpia y alegre destaca sobre tan despiadada historia que, sin embargo, ellos cuentan sin asomo de rencor. Con afabilidad, sencillez, comprensión. Da la impresión de que vieron tanto, y desde tan pronto, que entendieron el sentido de la vida y que descubrieron en su viaje los valores que la Humanidad utiliza para enaltecerse a sí misma y sobrevivir.
Quizás por eso el Gobierno de Rusia entregó hace unos días a los niños españoles residentes allí durante la Gran Guerra Patria la medalla conmemorativa del 75 Aniversario de la Victoria. Fue un acto sencillo, celebrado en el Museo del Pueblo de Asturias. Y muy emocionante, por la carga de sentimiento que nacía de la verdad, de la falta de impostura, de comprender que estábamos ante una representación cualificada de la Humanidad.
Los ancianos venían de un pasado que se habrá repetido muchas veces; que seguramente se estará repitiendo ahora y que, por desgracia, se repetirá, cuando, una vez más, muchos niños deban enfrentarse a la desagradable sorpresa que conmocionará radicalmente sus vidas. Y de nuevo la especie deberá sacar sus mejores valores y utilizar sus más útiles herramientas para sobrevivir con dignidad humana. Y aunque los bandos se recompongan para cumplir su bárbaro destino, intenten reclutar niños para la guerra y hagan de la historia su madrastra cruel, la impostura se revelará y la humanidad doliente saldrá adelante empleando otros valores, los mejores. Los que lleva utilizando desde hace siglos para sobreponerse a sus errores.
Son los que nos trasmiten estos ancianos, en representación de los 34 000 niños desplazados de España como consecuencia de la guerra, y de los cientos de miles de víctimas inocentes de la misma. Encuéntrense en cualquier territorio o bandería. Todos fueron niños de la guerra.
En Salinas, de donde salió hacia Moscú un grupo de ellos acompañado de sus cuidadores, nos reuníamos tal atardecer como aquel, pero 82 años después, para recordar con emoción su enseñanza. Como al acto de entrega de las condecoraciones, también entonces convocó Tatiana Ivanova, cuya vida está esculpida con el cincel de las duras experiencias con que Europa labró varias generaciones de sus hijos. Que, sin embargo, consiguieron aprovechar la aventura de vivir para generar un conocimiento y una voluntad que nos reconcilian con lo más valioso y dulce de la condición humana. Fueron gentes de proyecto y mapa. Con ellos descubrimos la utilidad de tales herramientas para la vida. Gracias por su lección. Perdón, por su pasión. Y reconocimiento a quienes los cuidaron.
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