Los últimos datos de empleo y la tasa de paro han sido muy buenos, acercándose ya a los veintiún millones de trabajadores y por debajo de los dos millones setecientos mil desempleados. La mejora ha sido en todos los sectores de la economía y en ... particular en el sector servicios, así como en el conjunto de las CC AA y en especial entre jóvenes y mujeres. Junto al volumen de empleo ha seguido mejorando su calidad, con la generalización del contrato indefinido.
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Sin embargo, es cierto que estos excelentes datos de empleo y tasa de paro se encuentran lejos de la media europea y que sigue pendiente el equilibrio de un modelo productivo demasiado dependiente de la hostelería y el turismo y, como consecuencia, de un importante empleo todavía escasamente cualificado.
Estos datos sirven para refutar, una vez más, el relato del ruido y la furia contado por el PP y sus epígonos desde el mismo inicio de la andadura del Gobierno de coalición, y con más fuerza aún a raíz de la escalada de precios provocada por el estrangulamiento de la cadena de suministros a la salida de la pandemia y como consecuencia de los efectos económicos de la ocupación rusa y la guerra de Ucrania, en primer lugar sobre los precios de la energía y hace meses sobre los de los alimentos.
Cómo era de esperar, tanto el Gobierno, como los agentes económicos, los expertos e incluso los barones autonómicos de la derecha han coincidido en sus valoraciones positivas, mientras la dirección del PP, incapaz de reconocer la buena marcha de la economía y del empleo, ha vuelto a desmarcarse de todos los demás, haciendo hincapié únicamente en la brecha que España mantiene aún con respecto a los datos de paro y empleo de la Unión Europea, obviando la mejora relativa de los mismos en relación con el resto de Europa.
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Los favorables datos de empleo se producen además al tiempo de los de la buena evolución del crecimiento económico y de moderación de la inflación, que sitúan a España a la cabeza de los países de la Unión Europea y de la OCDE.
Y aunque tanto en unos como en otros hayan tenido que ver la responsabilidad de los agentes económicos, la fortaleza de la economía española y la rectificación de la Unión Europea del dogma de la austeridad, no cabe ninguna duda de la influencia del Gobierno de coalición en la buena evolución de los datos económicos y de empleo. En particular, medidas como el diseño y la aprobación de los fondos europeos de recuperación, el impulso de la concertación, sobre todo en la reciente reforma laboral y el pacto de rentas implícito en los acuerdos parciales sobre la subida del salario mínimo, el reciente acuerdo marco de incremento salarial, junto a la subida de las retribuciones de los empleados públicos, así como de las pensiones y sus sucesivas reformas encaminadas a garantizar su sostenibilidad. Aunque algunos lo pretendan, la buena evolución del empleo y sobre todo de su calidad no es automática ni está tan solo en la naturaleza de los ciclos económicos.
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Sin embargo, ya durante la pandemia se dijo que la economía estaba dopada por medidas como los fondos europeos extraordinarios y por los ERTE y que veríamos a la salida de la misma cómo inevitablemente explotaría el globo del empleo público y, con él, se vería afectado el conjunto del empleo. Finalmente nada de esto ocurrió. Más tarde, con la guerra de Ucrania y la escalada de precios se anunció de nuevo la ruina y la catástrofe. Primero para el segundo semestre del año 2022, con el añadido de la conflictividad social de un otoño caliente que nunca llegó, y, finalmente, se profetizó la entrada de España en recesión económica para este año. Por el contrario, la economía española creció por encima del cinco por ciento el año pasado y las previsiones para el año en curso se han revisado al alza, de nuevo por encima de la mayoría de los países de la Unión Europea.
El último recurso ha sido agarrarse a la pérdida de producto interior bruto durante la pandemia, en particular en el sector turístico, para poner sordina a cualquiera de los buenos datos económicos, hasta que se recupere el PIB previo al estallido de la pandemia, cosa que al ritmo actual ocurrirá en pocos meses.
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Lo que llama la atención es que a pesar de la buena evolución de la economía y del empleo, y del consiguiente descenso en la preocupación de los españoles por el paro, sin embargo no parece que haya influido en el mismo sentido ni en la campaña electoral ni mucho menos en el negativo resultado de las elecciones autonómicas y municipales, a pesar de su carácter poco menos que plebiscitario y de censura de la gestión del Gobierno.
Quizá porque a pesar de la contundencia de los datos, buena parte de la derecha política y mediática se han apuntado al cuestionamiento de los datos como manipulados o simplemente falsos, por ejemplo para minimizar el notable aumento de la calidad del empleo, poniendo en duda la influencia y el carácter de empleo estable del contrato fijo discontinuo.
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Pero quizá también porque los buenos datos de empleo se dan por descontados en la acción de gobierno, y solo influyen en la valoración de los medios y de la mayoría de los ciudadanos cuando son malos. Parece que hoy influye más el malestar por los precios altos de los alimentos y por la subida de las hipotecas que la buena evolución de los datos de la economía y la extraordinaria del empleo.
Si a ello se suma la movilización de la derecha y la división no solo de opiniones de los votantes, sino entre los partidos de las izquierdas, se explica mejor la aparente paradoja en los resultados electorales. En la misma línea del dicho de que las elecciones no se ganan sino que se pierden.
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