Hasta los años setenta, múltiples evidencias apuntaban a que inflación y paro caminaban en sentidos opuestos, con lo cual las herramientas de política económica podían actuar en una u otra dirección según hiciese falta domar la inflación o reactivar el empleo. La crisis de los ... petrodólares tumbó aquel dogma, conocido como 'Curva de Philips' que estudiábamos en las facultades de Economía, y se comprobó que podían existir la estanflación (inflación y paro a la vez) y que también podía haber círculos económicos virtuosos con pleno empleo y precios controlados. Ahora, la estanflación parece que ha vuelto.
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La FED norteamericana vive un auténtico dilema, ya que por un lado debería subir tipos de interés de forma contundente para frenar una inflación que ya sobrepasa el 5% anual, pero por otra si hace eso puede provocar un serio problema en el empleo. La situación del mercado de trabajo de Estados Unidos es muy peculiar, ya que el número de empleados se ha reducido en más de cinco millones desde el inicio de la pandemia, pero a la vez los salarios están subiendo con fuerza y se producen más abandonos de trabajo que en ningún otro momento de la historia. Es decir, el mercado se comporta como si hubiese pleno empleo y genera tensiones al alza de salarios, sobre todo en la mano de obra no cualificada, pero cada vez hay menos personas trabajando. Pero ese incremento salarial no va acompañado de un aumento de productividad, lo cual generará aumento de costes y más inflación. Las empresas están reaccionando acelerando la automatización o robotización de infinidad de puestos de trabajo, en los que se está cambiando mano de obra por máquinas, ante la dificultad para encontrar personal laboral estable. Las pequeñas empresas estadounidenses están viviendo lo que se conoce como 'The great resignation' ('La gran renuncia'), en la cual tienen problemas para retener a sus empleados, que en muchas ocasiones prefieren estar desocupados y combinar el salario social con los ingresos que obtienen de la economía sumergida.
La clave es averiguar la razón por la cual el mercado de trabajo norteamericano se está comportando de ese modo tan peculiar, y todo apunta a que las medidas laborales proteccionistas adoptadas por el gobierno Biden&Harris, consistentes en establecer algo parecido al salario social que hay en España, generan un claro desincentivo en la búsqueda de empleo y favorecen la existencia de economía sumergida.
A una conclusión parecida acaba de llegar el Gobierno danés. Dinamarca, al igual que el resto de países nórdicos, siempre se ha distinguido por el contenido social de sus políticas económicas, pero una cosa es que a nadie le falte lo básico para vivir y otra muy distinta que se le regale sin hacer nada. Por eso, la primera ministra danesa Mette Frederiksen anunció que aquellos inmigrantes que no quieran realizar trabajos sociales (cuidado de ancianos, jardinería, servicios a la comunidad, limpieza de bosques y playas, etc.) durante 37 horas a la semana dejarán de percibir ayudas públicas. El Gobierno danés lo ha resumido con un slogan sencillo. 'O trabajas o no hay paga'.
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Dinamarca ya había establecido hace años otra medida laboral que tiene toda la lógica del mundo y que consiste en tener flexibilidad, con lo cual las empresas no temen contratar a un trabajador porque saben que podrán prescindir de él cuando no sea necesario, y el trabajador sabe que tiene una cobertura de seis años de desempleo, siempre que no rechace trabajos. Ese enfoque ha permitido tener unas tasas de desempleo muy bajas. España tiene justo el enfoque contrario. Es decir, legislación laboral muy rígida y protectora que ahuyenta a quien va a contratar, lo cual genera un desempleo endémico y vergonzoso, especialmente en los jóvenes, los grandes perjudicados.
El genial humorista norteamericano Groucho Marx siempre tuvo muchos seguidores de aquella frase suya mítica que decía «he hecho cosas horribles por dinero... como madrugar para ir a trabajar». Groucho tenía el don de sintetizar en pocas palabras ideas profundas. El ser humano tiende al mínimo esfuerzo, y si una sociedad acomplejada y culpabilizada se lo permite, mucho mejor, claro está. Por eso, mucho antes que Groucho, el mandato bíblico ya decía 'Ganarás el pan con el sudor de tu frente', aunque algunos entendieron 'con el sudor de la frente ajena'.
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