Teresa Ribera y Alejandro Calvo comparten siglas, quizás bastantes ideas, pero en algunas cuestiones les separa una distancia mucho mayor que los kilómetros entre Madrid y Asturias. La misma que un ganadero percibe cuando un dominguero entra en una cuadra. La ministra, que tiende a ... aprobar rápido todo lo que considera verde y sostenible, ha impuesto a las autonomías una protección del lobo aplaudida por los grupos ecologistas. Y el consejero asturiano, que no ve futuro en un campo humillado ni entiende la conservación sin consenso, se ha declarado en rebeldía. Pero el ministerio ha incluido al lobo en el catálogo de especies protegidas contra la opinión de Asturias, con el respaldo de regiones que antes erradicaron la especie y haciendo uso de su voto de calidad. Lo paradójico y triste de la decisión, que complica la política asturiana de que los guardas abatan un cupo de ejemplares cada año para controlar los daños, es que tal vez el ministerio haya incendiado el monte por casi nada. El número de lobos cazados por el Principado, extraídos, según la jerga indolora de lo políticamente correcto utilizada por la Administración, no colma las expectativas de los ganaderos, pero tampoco amenaza al futuro de la especie. No es la política más adecuada para el siglo en el que andamos, pero no es mejor legislar sin poner un pie en un pueblo.

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A nadie le debe extrañar que un ministerio ecológico cuestione por principio cazar el lobo. Pero la solución no es liarse a tiros con los ganaderos. Una vez más, los cada vez menos asturianos que intentan sobrevivir en el campo se han sentido ignorados por una administración que no ha sabido reconocer su aportación a la conservación del medio ambiente ni el sacrificio de un modo de vida tan antiguo y en extinción como las especies protegidas con las que convive. De nuevo, se ha alimentado el tópico de que los voraces pastores solo desean aniquilar al lobo y la visión paternalista de quien ve a los gobernados faltos de conocimiento. La Asturias vacía, a la que la ministra promete ayudas millonarias de Europa para que no abandone el campo, ni siquiera ha tenido audiencia. Las prisas por un aplauso fácil, un titular y un like no cambiarán la convicción de los ganaderos de que los políticos de Madrid solo han visto verde en la Casa de Campo. Ni salvarán una especie. A ninguna.

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