![Fútbol no solo es fútbol](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202203/14/media/cortadas/futbol-kdNB-U1601302006931bYC-1248x1300@El%20Comercio.jpg)
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El fútbol moderno nace en Sheffield, donde el club de fútbol más antiguo del mundo, el Sheffield FC, jugaba el derbi más antiguo del mundo contra el Hallam FC, en el estadio de fútbol más antiguo del mundo, el Sandygate Road. El fútbol nunca ha ... sido solo fútbol, como aseguraba Boskov, sino que ha estado imbricado desde sus inicios con la política (al principio, la del Imperio Británico), la Revolución Industrial y, cómo no, con una forma alegórica de guerra. Desde sus prolegómenos, cuando jugaban por mero pasatiempo los obreros de las fábricas, hasta los días que conocemos, con sus cifras mastodónticas y sus estrellas tatuadas, ha corrido mucha agua bajo el puente. Los cambios se han dado en todos los órdenes: estrategias de juego, reglas, tecnología, análisis psicológicos, medicina… Aunque si hacemos caso a un maestro, el señor Di Stefano, el verdadero parteaguas se lo reveló a Azkargorta en una conversación: «Oye, vasco, ¿sabes cuándo cambió el fútbol? Desde el momento que entró un secador de pelo en un vestuario».
Con todo esto en la cabeza, si se puede contar la historia escarbando en el basurero de una ciudad romana, o, como aseguraba el gran Hobsbawn, se puede narrar la historia europea estudiando la historia de sus trenes, con sus mapas, tecnología, industria, guerras, las personas que podían pagar la primera clase…, nosotros también podemos contar la historia del mundo a través de sus equipos de fútbol. Es lo que defiende (y con hechos), el historiador Toni Padilla en su ensayo 'El historiador en el estadio. Un ensayo sobre la geopolítica del fútbol' (editorial Principal de los Libros). Hay ejemplos epatantes, como la creación de los equipos de fútbol mexicanos durante el mandato de Porfirio Díaz. Los primeros balones llegaron a Veracruz con los ingenieros ingleses que trabajaban en un canal en San Cristóbal Ecatepec. Y a punto estuvieron de ser los últimos, porque los villistas casi le descerrajaron un tiro a Alfred Crowle, el tipo que se encargó de montar los primeros equipos mexicanos: justo cuando iban a pasarlo por las armas creyendo que era un espía gringo, le salvó que encontraron el equipamiento de fútbol en su maleta.
El fútbol femenino ya existía mucho antes de las actuales reivindicaciones feministas: es anterior a la Primera Guerra Mundial. Mientras los hombres se mataban en los barrizales europeos, se organizaron ligas de chicas que tuvieron mucho éxito: «La prensa alababa la capacidad de algunas jugadoras de controlar el balón con precisión. Sí, en una sociedad como esa, muchos se sorprendieron de ello, pues antes no hubieran podido ni imaginar que una mujer pudiese practicar deporte». De hecho, tuvieron tanto éxito, que cuando los hombres regresaron de la guerra los mandamases se emplearon en estrangular las ligas femeninas para que no hubiera sombra de competencia con la de los varones. Hasta hoy. Otro ejemplo flagrante de geopolítica futbolística es la que practica Viktor Orbán, quien consciente del peso de este deporte en la psique, invierte en equipos de fútbol de otros países, como Rumanía, pero que representan a minorías de habla húngara (véase Csíkszereda). Y si de política seguimos hablando, es famosa la leyenda del Júpiter, un equipo catalán durante la dictadura de Primo de Rivera, en 1923, en la que se defiende que metían las pistolas en el interior de los balones a fin de pasárselas a los anarquistas.
Hay muchas teorías para jugar al fútbol: unos apuestan por las bandas, otros por el pase continuo, otros por el patadón y a correr. Los judíos apostaban por untar de miel los márgenes de los libros para que los niños pasasen las páginas y aprendieran el alfabeto y los textos religiosos; eso y por usar el fútbol como herramienta de lucha, con clubes como el Hapoel o el Maccabi, que durante la creación del Estado judío fueron un arma más del sionismo. La guerra continuó con Hitler, que lo primero que hizo cuando se anexionó Austria fue liquidar al Hakoah, un club vienés que se lo comía todo, futbolísticamente hablando. Los etíopes también tuvieron claro que el fútbol era algo más que un juego, y lo usaron como barricada contra la invasión italiana: muchos de los jugadores del Kidus Giorgis se convirtieron en guerrilleros, y luego, cuando se fueron los italianos, continuó siendo una referencia nacionalista, incluso en los colores de su camiseta. En Bolivia, otro tanto de lo mismo: los jugadores del The Strongest nutrieron las filas del ejército boliviano en la guerra del Chaco, y obtuvieron una de las pocas victorias sobre las tropas paraguayas, la batalla de la Cañada Strongest.
Hay buenas frases sobre el fútbol: «No hay presión cuando haces realidad un sueño», de Neymar; «Ganar queremos todos. Pero solo los mediocres no aspiran a la belleza», de Valdano; «El fútbol no es cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso, de Bill Shankly; «Yo, a mis jugadores los coloco bien sobre la cancha, lo que pasa es que cuando empieza el partido, se mueven», de Alfredo Davicce; «Me he peleado con tanta gente, que ya no sé a quién dar la mano antes de cada partido», de Roy Keane. Mi preferida sigue siendo la del maestro Di Stefano a un portero del Valencia: «No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que vayan fuera». ¿Cuáles son las frases más brillantes del fútbol japonés, jordano, coreano o bangladesí? Ni idea, pero en este ensayo hay jugosas historias sobre ellos.
Equipos de Hiroshima y Nagasaki que juegan para recordar el zambombazo que les lanzaron y mantener vivo el horror de lo que sucedió en 1945. La gran cantidad de jordanos que aseguran que no hay equipos jordanos, sino sirios, porque durante la partición que hicieron los ingleses y los franceses se inventaron un país, Jordania, que no dejaba de ser una parte de Siria. La forma de escaquearse del servicio militar de muchos futbolistas de Corea del Sur. Las complejidades religiosas en los equipos de Bangladés. Todo esto y más se cuenta en 'El historiador en el estadio'. Para terminar, otra perla de Di Stefano: «Jugamos como nunca, perdimos como siempre».
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