Tener de una columna sobre el carbón que periódicamente se deposita en San Lorenzo, algún amable lector me recordaba la importancia que tiene para la ciudad nuestro puerto. O sea, el motor económico que representa en Gijón y la necesidad de compatibilizar su actividad con ... el entorno natural de la playa. En fin, creo que de eso no hay ninguna duda.

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Nuestro trozo de paraíso natural necesita a El Musel, tanto como un arenal limpio e impoluto. Es más, entiendo que ambas cosas no son incompatibles. Verán, esta ciudad está sufriendo como pocas los efectos de la descarbonización decretada: esa transición acelerada hacia una «economía verde» que propugnan desde el Ministerio de Transición Ecológica. Por el camino, se han cerrado varias centrales térmicas y ya no se descargan millones de toneladas de carbón para abastecerlas. Sin embargo, de poco servirán estos esfuerzos si ahora el mineral viene desde otros lugares, para luego ser intercambiado en los diques a golpe de grúa.

Las parvas (casi montañas) que se divisan en el horizonte de la bahía gijonesa son para tal fin. Otros buques las cargan y tomarán rumbo hacia fábricas de medio mundo.

Por supuesto, nada hay en contra de esta actividad, eso sí, siempre que se lleve a cabo con el rigor medioambiental pertinente. Como digo, estaría bueno que hayamos perdido gran parte de nuestra industria (o esté en proceso de transformación), mientras que este proceso sigue causando perjuicios a lo que es nuestro patrimonio natural por excelencia.

Último domingo del año por la mañana. Paseo del Muro lleno de gente dispuesta a caminar por la arena o el asfalto. Pocas horas después se pondrá la mar imposible por culpa de la llegada de una borrasca. En una esquina, próxima a la iglesia de San Pedro, la playa tiene otro color. Está fundida en negro, teñida del mismo color del mineral.

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La acumulación del carbón es más que evidente. Los usuarios disfrutan del día, pero evitan pasar por encima. Saben de sobra de qué se trata y no quieren ni pisar. El informe que hace unos días presentó el antiguo Instituto del Carbón (Incar) lo ha dejado bien claro.

En su gran mayoría, pertenece a las actividades relacionadas con El Musel. Entre ellas, la carga y descarga de mineral con destino a otros lugares. Insisto, no hemos hecho enormes esfuerzos recortando nuestra actividad industrial de forma abrupta, para luego quedarnos así.

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