

Secciones
Servicios
Destacamos
El filósofo holandés de origen español Baruch Spinoza detestaba el arrepentimiento y a los arrepentidos, a quienes calificaba de miserables. Sin embargo, el alemán Friedrich ... Hegel alababa el dolor del arrepentido, y también Cervantes, que comparaba el arrepentimiento con una buena medicina. Dickens lo unía a la reparación y Saramago al cambio. Tal vez del arrepentimiento, como de cualquier otro asunto o concepto, pueda afirmarse una cosa y la contraria. El mundo es un ir y venir, una sacudida constante. El mundo se mueve y nosotros no dejamos de movernos en el mundo. ¿Quién no suprimiría de un plumazo, por insostenibles o desagradables, algunos recuerdos o imágenes de su memoria? Hay quien dice que no se debe mirar atrás o que de los errores se aprende, pero todos hemos tenido comportamientos que no deberíamos haber tenido, todos hemos hecho cosas cuyos resultados no fueron los deseables. Y también en ocasiones nuestra omisión o nuestro silencio tuvieron consecuencias adversas. ¿Y quién no se ha sentido alguna vez decepcionado de sí mismo?
En política, el arrepentimiento no está bien visto. Sin embargo, un político arrepentido suele ser un político digno y no hay nada más patético que un político, con los ojos ardiendo de soberbia, gritando que no se arrepiente de nada. ¿Recuerdan a aquel presidente que nos metió en una guerra sin permiso alegando un motivo que resultó ser una farsa? Pues sigue gritando con altivez y descaro que no se arrepiente de nada. Actualmente tenemos a un presidente pusilánime que brilló por su ausencia durante la tragedia que asoló su comunidad y que no entiende la naturaleza del arrepentimiento. Tampoco la entiende la presidenta que autorizó los protocolos de la vergüenza en las residencias de nunca jamás. Ni estos políticos citados, ni otros muchos, poseen la capacidad de arrepentirse, porque carecen de la dignidad necesaria para hacerlo. Creo que el arrepentimiento es una buena herramienta de madurez y de cambio.
El arrepentimiento es un cambio interior. Arrepentimiento como movimiento, como corrección y enmienda, como descarga, como camino. Pienso que quien no se arrepiente de cosas que hizo a lo largo de la vida padece ceguera del alma o vanidad extrema. O es un imbécil. En el arrepentimiento puede estar la salvación de nuestra condición humana. Ningún animal se arrepiente de nada, porque sus actuaciones derivan del aprendizaje condicionado o del instinto, nunca de la conciencia. El arrepentimiento es la conciencia del tránsito. A medida que vamos solucionando los arrepentimientos pendientes, vamos envejeciendo más dignamente. Por eso, con los años, vamos más allá a la hora de decir la verdad y por eso nos volvemos más libres y más indiscretos para hablar de nosotros mismos. Aquel que es incapaz de arrepentirse se hunde patéticamente en la ignorancia de sí mismo. Arrepentirse es sentir algo en el interior, algo así como el frío o el calor, o como el movimiento de las tripas, o como el acelerado latir del corazón. Si no hay movimiento físico interior no hay arrepentimiento. Cuando el arrepentimiento se materializa, cuando el movimiento se produce, llegan el regocijo y el orgullo noble, como si el arrepentimiento supliera en el espacio de la buena conciencia aquella acción u omisión que tanto nos pesa.
No es preciso rasgarse las vestiduras, ni retractarse públicamente, ni andar de paseo acá y allá en el carro de las fanfarrias. El arrepentimiento es un acto íntimo, silencioso, solitario. Un movimiento interior que sólo uno siente y que sólo a uno le sirve para crecer, para ordenar la vida y hacerla algo más excelsa en la intimidad. Mi arrepentimiento no le sirve a nadie, sólo a mí debe servirme. Y el arrepentimiento de los personajes públicos, como los políticos, sirve para dignificar la política.
Miramos atrás y vemos lo poco que hemos hecho por nuestra propia conciencia. ¿Cómo no habremos de arrepentirnos? Cualquiera que se escuche a sí mismo descubrirá ruidos que estorban, voces que es preciso identificar, pensamientos que no están en su sitio, recuerdos vestidos hasta la deformación, canciones con la letra estropeada o con la música rota. Nada extraño, nada que no pertenezca a mi condición de ser humano, nada que haya sido provocado por el azar, por las fuerzas de la naturaleza o por la intervención de los dioses. Sólo aquello que haya sido de mi responsabilidad. Porque el arrepentimiento no afecta a lo que no pude controlar. No tiene que ver con el lamento. Quienes no son capaces del arrepentimiento no son conscientes de su propia fealdad. El arrepentimiento no es una ceremonia pública, no es un artificio. Es la curación íntima de una herida de la conciencia. Lo dice el refranero: «Arrepentirse es de sabios y enmendarse es de valientes».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La juzgan por lucrarse de otra marca y vender cocinas de peor calidad
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
El Sporting de Gijón destituye a Rubén Albés
José L. González
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.