![El fuego y la Naturaleza](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202110/05/media/68146277.jpg)
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Las sublimes, pero trágicas, imágenes del volcán en erupción de la isla de La Palma, que muchos de nosotros hemos visto a través de la televisión, coincidieron azarosamente el pasado septiembre con los comentarios en clase de la filosofía de Heráclito de Éfeso. El filósofo ... antiguo decía que el fuego era el sustrato, el principio y la causa de todas las cosas. En palabras del filósofo: «Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido siempre y es y será un fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas». Estos pensamientos junto con las imágenes impresionantes del volcán, me llevan a escribir sobre los infortunios a los que nos aboca la Naturaleza.
Los humanos vivimos en un entorno fabricado por nosotros y por eso tendemos a olvidar con facilidad que nuestro bienestar tiene sus raíces en sistemas naturales. Toda la empresa humana se basa en el cimiento de sistemas naturales que proporcionan un sinfín de servicios invisibles que mantienen la vida.
Las Islas Canarias tienen su origen en la actividad de los volcanes. No conozco la isla de La Palma, pero sí Tenerife y Lanzarote. Recuerdo la visita que hice al parque de Timanfaya, en el que el guía nos mostraba el calor y el fuego que había debajo de la superficie que pisábamos. Echaba un chorro de agua por un conducto cilíndrico y en unos segundos la Tierra lo 'escupía' en forma de chorro caliente pulverizado. No solo la superficie de las Canarias se sustenta sobre un terreno caliente, sino que el núcleo interno de nuestro planeta se calcula que puede tener una temperatura de unos 6.000 grados centígrados. Tan caliente como la superficie del sol. Vivimos, por tanto, sobre un núcleo de fuego, en un planeta en el que habitan las discontinuidades en nuestras vidas, porque cualquier parte de la vida está atada por cuerdas invisibles que nos unen al Universo. Cuando nos damos cuenta de que nuestros destinos son fragmentos de un planeta, sentimos un golpe mortal en nuestra vanidad tecnológica engolada, que cree que todo lo puede. Y aunque los seres humanos estemos armados por naturaleza para enfrentarnos a diversas tensiones y a distintos tipos de violencia, nuestra realización pasa por asumir que la vida humana se va fraguando en una especial quiebra. Nadie en su sano juicio puede poner en cuestión que la existencia humana es esencialmente trágica y en esta tragedia reside lo irreductiblemente valioso de nuestra condición. No hay ninguna sociedad humana en la que no se dé una contradicción entre nuestro impulso vital y nuestro deseo de creación y el doloroso destino provocado por la fuerza desbocada de la naturaleza, que nos hace ver nuestros límites y nos pone a prueba. Es el hecho de que la vida de cualquiera de nosotros se puede quebrar, donde se sustenta la empatía de los espectadores con las tragedias vividas por otros. De aquí se derivan dos maneras distintas de ver la Naturaleza: los que asistimos atónitos a las imágenes, pero no hemos perdido nuestra casa y todo lo que contiene -libros, recuerdos y todas las demás cosas esenciales que forman parte de las vidas de las víctimas- podemos ver las imágenes desde la experiencia estética y sublime porque tenemos cierta distancia con lo contemplado. Sin embargo, la otra forma de ver la Naturaleza es como la están viviendo los habitantes de La Palma que lo han perdido todo y la incertidumbre se convierte en su único horizonte, porque su vida de repente se ha quebrado. Pero lejos de reaccionar de forma desesperada, aunque en ellos habita el miedo, han mostrado una imagen de serenidad, dignidad y civismo. Por eso, ahora es el momento de generar urgencias defensivas mediante la solidaridad, reconstruir los vínculos que nos unen con los canarios y volver a pensar la sociedad española como un todo, para poder afrontar los retos que los elementos primordiales, fuego, agua, aire y la tierra, nos depararán a todos los que habitamos en esta casa común que es la Naturaleza.
No quiero terminar el artículo sin citar un bello poema de Lucrecio, escrito en su magnífico libro 'De rerum natura'. Dice así: «Si de tales fenómenos deseas/ tener conocimiento, es necesario/ que des una ojeada vasta y grande/ sobre la Naturaleza, y que sus partes/ a la vez consideres todas juntas/ acordándote siempre que el 'gran todo'/ es infinito, y que supone poco/ el cielo comparado al universo; y que es el hombre imperceptible cosa/ si se compara con el orbe entero/ Si tu penetras bien este principio/ si te convence una verdad tan clara/ ya no te admirarás de muchas cosas(...)Este gran todo como infinito, suministra al cielo/ y a la tierra los átomos capaces/ de estremecer el globo de repente/ de recorrer en raudo torbellino/ el mar y tierra, y de lanzar por Etna/ copiosos fuegos de inflamar el cielo».
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